INFO

El primer Tea Party quizás era «de izquierdas»...

Hace dos siglos y medio la protesta en el puerto de Boston fue casus belli de la revolución que terminaría con la declaración de independencia de Estados Unidos. En nuestra época, sin embargo, los Tea Party se han convertido en el sector más conservadoro y supremacista del Partido Republicano.

Bostonianos, algunos disfrazados de nativos, lanzando té al río en la protesta de hace dos siglos y medio, en un grabado de la época. (W. D. Cooper | Wikimedia Commons)

Una buena revolución necesita sobre todo un contundente pistoletazo de salida, algo que quede en la memoria más incluso que la propia revuelta. En este sentido las dos grandes revoluciones del siglo XVIII, la francesa y la americana, fueron de manual: la toma de la Bastilla, por un lado, el 14 de julio de 1789 y el llamado Boston Tea Party, la protesta en el puerto de la ciudad del estado de Massachussetts el 16 de diciembre de 1773, hace ahora dos siglos y medio.

Un grupito de personas, disfrazadas de nativos, se echó al agua del río con una gran cantidad de té y un lema: ‘No taxation without representation’. Es decir, que no tolerarían una subida de impuestos por parte de Inglaterra, que mantenía el control sobre las 13 colonias americanas, sin la participación por vía parlamentaria de los interesados.

Los bostonianos quisieron dar a sus enemigos, los ingleses, en su punto débil: el comercio de aquella bebida, símbolo del Reino Unido y de todo su sistema colonial, fortificada por la amistad de la Compañia de las Indias, una entidad económica que se parecía más bien a un Estado ambulante.

Entre religión y filosofía

Se podría decir que aquel Tea Party fue algo casi de izquierdas, en cuando a la demanda de derechos y de libertad por parte de una comunidad que se sentía explotada por el Reino Unido. Una minoría atacando directamente a una superpotencia en su propio terreno, ¿hay algo más revolucionario?

Una minoría atacando a una superpotencia en su propio terreno, con el té que era símbolo del Imperio, ¿hay algo más revolucionario?

 

La diferencia entre el Tiers-État, el «Tercer Estado» francés protagonista de su revolución, y quienes habitaban las 13 colonias inglesas en el norte de América estribaba en que estos últimos, a pesar de los impuestos absurdos que tenían que pagar a la Corona del rey Jorge III, no vivían tan mal. Sin duda, mejor que los nativos que habían sido capturados en sus propias tierras o los esclavos negros que habían llegado desde áfrica y que en 1776 estaban trabajando gratis o a cambio de una migajas en las plantaciones coloniales entre Georgia y Carolina del Sur. Ellos no participaron en el motín, no tenían tiempo ni información para comprender lo que estaba pasando.

El inicio y el desarrollo de la Revolución Americana, aquel Tea Party, fue al final la decisión de una élite blanca y bastante acomodada, que cabría definir hasta de burguesa. El líder absoluto de los Hijos de la Libertad, el grupito promotor del motín, se llamaba Samuel Adams y venía de una familia de riquísimos comerciantes. Uno de sus primos, John Adams, sería elegido como segundo presidente de los Estados Unidos unificados, en 1797. La estatua de mister John, por cierto, luce en la Gran Via de Bilbo al lado de la Diputación de Bizkaia.  

Todos blancos, todos ricos, todos muy religiosos. Este aspecto nunca hay que olvidarlo cuando hablamos de EE.UU, algo que matiza también Aleix de Tocqueville en su obra maestra ‘La democracia en América’. Una religión como la calvinista, que afirmaba que solamente algunas personas podían merecer el paraíso y que nadie podía conocer su propio futuro en el más allá salvo entendiendo o percibiendo ciertos «signos». El éxito en el trabajo era uno de ellos, según estos calvinistas que en los casos más extremos se llamaban puritanos, para afirmar que no tenían manchas, perfectos.

Todos blancos, todos ricos, todos muy religiosos. Lograron su libertad y la representación legal, pero solo la suya

 

Sobre todo en las colonias del norte, las de la llamada Nueva Inglaterra (New England) se vivía así: un grupo de hombres blancos buscando entender si cada uno era un predestinado. En el sur, más grande y con los latifundistas en el poder, este tono de militancia político-religiosa se notaba menos, pero se mantuvo también una especie de simbiosis entre la fe y la filosofia racionalista de intelectuales como John Locke. Un Locke, inglés por supuesto, que afirmaba la existencia de los «derechos naturales» de la persona.

Podemos así imaginarnos a toda esta serie de burgueses ricos, absortos en tales reflexiones, organizar una revolución y ganarla además. Lograron su libertad y la representación legal; la suya, de nuevo hay que repetirlo, porque Rosa Parks, por decir un nombre ilustrativo, no es un tema del siglo XVIII sino casi de anteayer.

Sarah Palin

Hagamos ahora un pequeño salto hasta nuestra época y hablemos del Tea Party que no es la celebración que se hace cada año en Boston de aquella jornada. No, el movimiento del Tea Party es, o casi fue porque va bastante de capa caída, un grupo ultraconservador que pertenecía al Partido Republicano: la franja más extrema a la derecha.

Sin llegar a Ku-Klux-Klan, faltaría más, pero sin duda un grupo marcadamente antiabortista, opuesto a los derechos civiles y también a los impuestos, por citar dos temas siempre muy calientes. Con una líder reconocible entre miles de caras y que llegó a ser candidata a la vicepresidencia en 2008 con John McCain, en las primeras elecciones ganadas por Barack Obama.

Se llamaba Sarah Palin, nacida en Idaho pero gobernadora de Alaska. Una mujer muy combativa, buenísima oradora, las gafas coloradas y estilosísimas, palabras que hubieran podido estar tranquilamente en boca de alguien como Donald Trump: no es casualidad que Palin haya apoyado a ‘The Donald’ en más que una ocasión.

Parecía que en Estados Unidos no se podía hablar de política sin invitar a Sarah, alguien que usaba armas y cazaba. Todo bajo la bandera del Tea Party, pero ahora sin té lanzado al agua o disfraces de indios nativos. El nombre sin duda mantiene su importancia, fue el casus belli de la revolución que creó el primer núcleo de Estados Unidos. Pero es curioso que represente algo de ultraderecha, o quizás nos equivoquemos dando aquella primera interpretación al Tea Party originario. Y eso que Boston, de esto no hay duda, es una de las cunas de la izquierda estadounidense.