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La potencia explosiva de tres Hiroshimas sobre Gaza

La Oficina de Medios de Gaza informó hace escasos días de que el Ejército Israelí ha lanzado ya sobre la franja «65.000 toneladas de explosivos» en tres meses. La media diaria de detonaciones sobre la población palestina es de 500. Cae un misil cada tres minutos. 

Columna de humo de un obús israelí que cayó en Gaza el viernes. (Menahem KAHANA | AFP)

El dato de que el Ejército israelí haya lanzado sobre la franja de Gaza «65.000 toneladas de explosivos» aportado por la Oficina de Medios de la franja puede mover a confusión. Lógicamente, nadie se pone a pesar los obuses antes de lanzarlos para luego llevar la cuenta. No, a lo que la oficina hace referencia es a una unidad de medida que emplean los Ejércitos de forma estandarizada y que, por lo tanto, permite establecer paralelismos.

Las bombas miden su capacidad destructiva tomando como base el Trinitrotolueno (el famoso TNT), porque la medida de potencia ordinaria (el julio) se le queda muy corta.

De esta manera, de lo que informó la Oficina de Medios de Gaza es de que todas las bombas que se han lanzado sobre la franja, en conjunto, tienen la potencia equivalente a la explosión de 65.000 toneladas de TNT. O, en jerga militar más habitual, la potencia de fuego empleada para la destrucción de la Franja Gaza ha sido de «65 kilotones».

La potencia de fuego empleada para la destrucción de la Franja Gaza ha sido de 65 kilotones.

El kilotón (la potencia explosiva equivalente a la detonación de una tonelada de TNT) es la unidad de medida más común para las grandes bombas. Y, más específicamente, para las atómicas, que son las más potentes.

Se estima que las bombas atómicas que pusieron fin a la segunda Guerra Mundial, y que fueron lanzadas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, desataron una potencia superior a 20 kilotones.

La noticia de que se han lanzado 65 kilotones sobre la franja de Gaza indicaría, pues, que la franja ha soportado ya el equivalente al impacto de tres bombas como la de Hiroshima a lo largo del asedio. En el momento en que se alcanzaron los 65 kilotones llevaban 89 días de bombardeos. El Ejército israelí va, por tanto, a ritmo de una bomba de Hiroshima por mes.

Bombas «tontas» y armamento prohibido

El material bélico que emplea Israel no envenena la tierra, el agua y el aire con niveles tan potentes de radiación como las dos únicas bombas atómicas lanzadas contra poblaciones humanas en la historia. Sin embargo, Middle East Monitor (Memo) afirma que se ha probado ya el empleo de nueve tipos de obuses prohibidos por parte de Israel, además del uso del fósforo blanco, un agente químico.

Memo denuncia que estos obuses han liberado grandes niveles de sustancias tóxicas, y también radiación.

Estos 65 kilotones que han destruido Gaza se han distribuido en 45.000 bombas diferentes (una cada tres minutos), siendo las principales los antibúnkeres BLU-113, BLU-109, SDBS y American GBU-28.

Dos tercios de estos obuses se han lanzado sin ningún tipo de sistema de guía. Constituyen lo que en jerga militar se conoce como «bombas tontas», pues es más fácil que yerren el objetivo y alcancen a la población civil.

Dos tercios de los 45.000 obuses lanzados son «bombas tontas», que tienen mayor posibilidad de errar el blanco.

La Oficina de Medios de Gaza denuncia que, semejante capacidad destructiva lanzada, además, con tan bajos estándares de precisión prueba la búsqueda de «una matanza deliberada, indiscriminada e injustificada por parte de la ocupación, una violación clara y explícita del derecho internacional y de diversos convenios internacionales».

Todo este material bélico, así como la movilización de tropas y vehículos, es muy costoso. El primer ministro Benjamín Netanyahu necesita ahora dinero para seguir bombardeando. Pactó los presupuestos hace ahora dos años, pero se ha quedado sin fondos. Su primera previsión, que debe pelear en el Parlamento, es que necesitará otros 51.000 millones de euros en 2024.
Israel tendrá que pedir dinero a los bancos para mantener el ritmo destructivo, pues esta cuantía supone triplicar la previsión de déficit.