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Interview
Txani Rodríguez
Escritora y periodista

«La naturaleza y el entorno reconfortan, pueden ayudarnos a sentirnos más acompañados»

Después de la exitosa ‘Los últimos románticos’, publica ‘La seca’, con la que teje un itinerario emocional, con vértices en su localidad natal (Laudio) y su ascendencia andaluza, donde asistimos a los cambios padecidos en paralelo por el entorno medioambiental y el contexto vital de sus personajes.

La escritora y periodista Txani Rodríguez. (Aritz LOIOLA)

Norte y sur; urbano y rural; pasado y presente. Como si de una ecuación de binomios se tratase en los que ambos polos se retroalimentan, el recién editado libro de Txani Rodríguez, ‘La seca’ (Seix Barral, 2024), que será presentado el 25 de enero en la Biblioteca de Bidebarrieta en Bilbo, se nutre de los propios recuerdos ancestrales de la autora para, ambientado en ese rudo pero fascinante entorno donde todavía se escucha el trabajo de quienes extraen el corcho de los árboles, ubicar a sus personajes  en un suelo –real y metafórico– drásticamente alterado.

Sostenida por una prosa sobria pero de afinado verbo descriptivo, la narración avanza trepidante en su formulación emocional, invitando a la interacción con todo un paisaje que se resquebraja y muta al mismo tiempo que sus habitantes se ven abocados a lidiar con sus propias inestabilidades.

El origen de este libro es un reportaje que realizó sobre la extracción del corcho, una realidad que ya conocía de primera mano por ser la labor de varios de sus familiares. ¿Qué le incitó a escribir una novela entorno a ese ambiente?

Fue algo inconsciente, me llamó la editora de Minerva y me propuso escribir un reportaje, y en ese mismo momento respondí, porque seguramente ya había coqueteado antes con la idea pero no la había llegado a sustanciar nunca, que iba a hacerlo sobre ‘la saca’ del corcho en el Parque Natural de los Alcornocales. Cuando para su realización me nutrí de diversas fuentes descubrí, al confrontar con la realidad ese territorio que para mí era mítico, como casi todo lo que pertenece a la infancia, que habitaba en él un conflicto, y que por lo tanto había material para mi narrativa.

«Al admirar el paisaje leemos el libro de nuestra propia vida y de la gente que nos ha ido acompañando»

Teniendo en cuenta su relación personal con ese contexto, que la protagonista, Nuria, reside en Laudio y que participa en un taller de literatura, ¿siente que este es su libro más autobiográfico?

El punto de partida lo es, y mucho, en esos aspectos concretos se parece a mi vida, pero solo en esos. Enseguida me echo en brazos de la ficción completamente y trato circunstancias que no se han dado en mi entorno ni tampoco en el pueblo. Tomo esa realidad para posteriormente contar con otros mecanismos situaciones que, por otro lado, también existen.

Si su anterior libro reflejaba los conflictos alrededor de una fábrica ahora se desplaza hasta la labor de los corcheros, escenarios habitualmente olvidados por la literatura...

Creo que hay muchos protagonistas que comparten la profesión del autor, que es algo lógico, porque normalmente escribimos desde las tripas, pero eso se traduce en un superávit de ciertas realidades. Pero yo soy hija de obrero, vivo en Laudio, tengo orígenes con los corcheros, un entorno que me ha fascinado desde pequeña, con esas manos negras resultado de la savia… Me nace prestar atención a esos otros contextos que además están ahí, porque la gente no está en un despacho o en la redacción de un periódico exclusivamente, también va de compras, ven un monte que lo han intervenido o tienen diversas ocupaciones.

El título del libro hace referencia a la enfermedad de los alcornoques, lo que también significa la destrucción de los recuerdos de Nuria, dos realidades distintas pero conectadas. ¿El paisaje es parte importante de nuestro acervo personal?

Para mí, desde luego, el consuelo de la pertenencia me arropa muchísimo. No se trata de algo relacionado exclusivamente a un lugar,  sino a todos aquellos que hemos conocido y transitado. Al admirar su paisaje leemos el libro de nuestra propia vida y de la gente que nos ha ido acompañando. Ya que parece que estamos destinados a estar bastante solos, la naturaleza y el entorno reconfortan, pueden ayudarnos a sentirnos más acompañados.

¿De ahí que haya realizado una tan sensorial y pormenorizada descripción de esos lugares?

Yo quería que la novela transcurriera en un sitio muy concreto e intentar, en la medida de lo posible,  que el lector pisara conmigo esa tierra para que llegara a entender el alcance de ciertas cosas que pasan en la novela. Si no describía esos espacios con detalle no se iban a entender los conflictos tan dolorosos que generan su desaparición.

(Aritz LOIOLA | FOKU)

A lo largo de las diversas tramas que hay en el libro, observamos que todos los grandes relatos que nos constituyen como personas (familia, amor, amistad...) son realmente frágiles, pudiendo desmoronarse en cualquier momento…

Hasta la tierra que pisamos puede tener debajo un hongo y destruirlo todo. Las relaciones familiares son muy variables y las de amistad especialmente frágiles y un lugar donde se producen malos entendidos, porque tampoco hay un acuerdo en dotar de un sentido único a ese concepto. Nuria, por ejemplo, debido a ciertos aspectos de su vida, le asigna uno de mucha profundidad, mientras que para otras personas resulta más frívolo, basado en intereses, lo que se convierte en una fuente de decepción tremenda.

El miedo –o los diversos miedos– heredado de su madre por Nuria es otro de los protagonistas de la novela, que por si fuera poco ha ambientado además en plena pandemia…

Está ese miedo de la pandemia, algo más de plástico, relacionado con esta modernidad nuestra, mientras que hay otro más ancestral, vinculado a una leyenda que asusta a la gente del pueblo. Con él pretendía también hacer un guiño tanto a lo bien que se cuentan las historias orales en Andalucía, bajo una expresión muy plástica, como a cierta narrativa de esa zona, ya sea ese destino trágico de Lorca o la figura del loco lúcido, que también lo encarna otro personaje. Pero por encima de todo quería formular la pregunta de qué puede haber más aterrador que nuestra propia mezquindad, descubrir en nosotros mismos esos sentimientos de venganza, de odio...

«Quería formular la pregunta de qué puede haber más aterrador que nuestra propia mezquindad, descubrir en nosotros mismos esos sentimientos de venganza, de odio...»

En esta novela vuelven a aparecer reflexiones comunes en toda su bibliografía: el paso del tiempo, la nostalgia, la soledad, la naturaleza… ¿Tiene la sensación de que su escritura siempre le lleva a plantear unas mismas preocupaciones pero en diferentes escenarios?

De algunas obsesiones no soy muy consciente, de otras como la soledad, sí, la temo y he tenido esa sensación desde niña, sin que existieran motivos reales. Con el tiempo relees lo que has hecho y observas inquietudes que siempre vuelven, lo que te causa también el temor de repetirte, algo que no deseo. Es bueno ir perforando ciertos asuntos pero desde diferentes puntos de vista, incluso no me importaría llevarme la contraria, si así lo sintiera, lo que no aceptaría es ser deshonesta conmigo misma y tratar ciertos temas que no me importan sólo por que puedan interesar a los demás.

Al terminar de leer ‘La seca’ en ningún momento se tiene la sensación de haber asistido a una narración dogmática, ¿le interesaba más generar un debate abierto que trasladar verdades absolutas?

Es que yo no tengo las soluciones claras, por lo que me he acercado a ello desde la humildad, como debería hacerlo la gente de la ciudad con la del campo y escucharse las partes con serenidad. Desde luego no he hecho una novela de tesis, sino desde la perplejidad y la preocupación, me gustaría que los paisajes se mantuvieran y que a la par la gente pudiera vivir en ellos. No quería ser maniquea y he pretendido dotar a los personajes de discursos y argumentos sólidos, incluso en aquellos puntos más problemáticos y difíciles de sustentar y que personalmente yo no puedo compartir ni entender. Pero no me interesaba abrir una pancarta, porque es un asunto muy serio donde existen muchas aristas, por lo que quería tratarlo con honestidad y seriedad.

Su anterior libro, ‘Los últimos románticos’, fue todo un éxito, consiguiendo el Premio Euskadi de Literatura 2021. ¿A la hora de escribir el actual ha sentido presión o responsabilidad dado el buen resultado que consiguió su predecesor?

Siempre quieres hacerlo mejor, y eso no deja de ser una presión autoimpuesta. Es verdad que si has conseguido unos lectores no te gusta perderlos… Pero llevaba ya tiempo escribiendo, trabajando duro, y a veces no llega la recompensa que nos gustaría, por lo que estaba acusando cierto cansancio, me sentía un poco quemada, y ese éxito me calmó, más que presionarme, me dio confianza, otra alegría.