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«¿Los israelíes? Que vengan, les daremos la bienvenida»

En pleno recrudecimiento de los ataques israelíes y de las respuestas de las milicias libanesas, y mientras la sombra de una guerra total sigue planeando sobre la región, informamos desde las orillas del Litani, un río tranquilo que mañana podría convertirse en línea de frente.

Jóvenes libaneses señalan al cielo donde se avistan cada vez más drones israelíes. (L.P.I.)

Es un río modesto que se encuentra de nuevo en el centro de todas las miradas. El Litani, cuyo sinuoso curso nace en la llanura de la Bekaa, atraviesa horizontalmente el sur de Líbano, a 30 kilómetros de la frontera israelí, antes de desembocar al Mediterráneo.

La fama de este caudal no se debe tanto al riego vital que proporciona o a la energía hidroeléctrica que genera, sino más bien a su posición central en el corazón de una disputa histórica entre Líbano e Israel.

La gente recuerda que el primer ataque israelí a gran escala en suelo libanés llevó su nombre: en 1978, la « Operación Litani », como la llamaron las fuerzas israelíes, ya tenía como objetivo hacer retroceder a los combatientes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) al norte del río.

Más recientemente, fue la Resolución 1701 de la ONU, que puso fin en 2006 a la guerra de 33 días entre el grupo chií proiraní Hezbolá e Israel, la que convirtió el Litani en un asunto importante: los beligerantes acordaron a duras penas una retirada total israelí entre el río y la frontera y la presencia exclusiva del ejército libanés y de la ONU (FINUL), creada durante la crisis de 1978. Aunque en la práctica las dos partes han violado alegremente esta resolución desde su creación -con la presencia de combatientes de Hizbullah al sur del río y violaciones aéreas, terrestres y marítimas por parte del Ejército israelí-, durante mucho tiempo prevaleció una precaria calma.

La ofensiva de Hamas ha alterado el statu quo. A medida que avanzaban los enfrentamientos entre Hizbullah, y cuando la guerra entraba en su segundo mes, el ministro israelí de Defensa, Yoav Gallant, aumentó la presión, declarando que a falta de un « acuerdo político internacional para hacer retroceder a Hizbullahj más allá del río Litani,  Israel emprenderá acciones militares».

Desde entonces, las amenazas han subido de tono y Hizbullah, que parece más que nunca tener al Estado libanés en sus manos, ha hecho lo propio. No obstante, ha mostrado su disposición al diálogo, con una esperada condición: el fin de la guerra contra Gaza.

«No teman por nosotros»

Jdadeih ofrece una vista impresionante del río. En este pueblo de unos cientos de habitantes cercano a la costa, la población parece vivir con normalidad. Sin embargo, las amenazas israelíes son el tema principal de todas las conversaciones. Hassan, un jubilado de 65 años, nos recibe con entusiasmo.

Cuando le preguntamos por los riesgos de una operación militar israelí a las puertas de su casa, es categórico: «Tenemos una resistencia valiente y poderosa, no enseñaremos la espalda a los israelíes. No teman por nosotros».

Unos kilómetros al este, siguiendo el curso del río, en el pueblo de Borj Rahhal, el ambiente es mucho menos relajado. Una joven, Leila para preservar su anonimato, no oculta su preocupación: «Nadie sabe lo que va a pasar. Vivimos con drones de observación constantemente sobre nuestras cabezas, y a veces incluso podemos oír el sonido de los bombardeos».

Amir, que supervisa el trabajo de su equipo en un garaje, afirma con orgullo pertenecer al grupo político Amal, chií aliado de Hizbullah, que también cuenta con una fuerza militar. «Si la guerra llega aquí, estamos organizados y movilizados en todos los pueblos. Defenderemos nuestra tierra. Pero repito, no atacaremos primero».

Cuando se le pregunta por el incumplimiento mutuo de la resolución 1701, se muestra molesto: «Ellos [los israelíes] no respetan nada. Violan todas las resoluciones de la ONU. ¿Cómo se atreven a justificar una guerra en nombre de la 1701?». Uno de sus trabajadores añade: «¡Ayer atacaron un pueblo a pocos kilómetros de aquí!». Amir continúa: «Tengo 67 años y he luchado en todas las guerras. Especialmente en la de 1978. Nunca aceptaremos que nuestros combatientes se desplacen al norte del Litani. ¿Quién nos defendería? Todo el mundo sabe que el ejército libanés no es capaz de hacerlo».

A medida que avanzamos hacia el este  y nos acercamos a la frontera israelí, el ambiente se vuelve aún más tenso. Aunque la zona no se ha visto directamente afectada por los combates y no hay puestos de control, cualquier presencia extranjera está sujeta al acuerdo previo de los servicios de inteligencia locales, el Ministerio de Información, la Comandancia General del Ejército libanés y Hizbullah. Por eso, los vecinos suelen hacer más preguntas que los periodistas.

Tras minutos de titubeo, Ali y Hassan, de 25 y 28 años, aceptan ser entrevistados. Se identifican primero como desempleados, luego como estudiantes y finalmente explican que hace poco perdieron a dos amigos en los combates. No ocultan su pertenencia a Heizbullah. «Aquí, todo el mundo trabaja en red. El ejército libanés no tiene poder ni recursos, así que asumimos nuestras responsabilidades y protegemos nuestro país», dice el primero. Con una sonrisa provocadora en los labios, el segundo replica: «¿Los israelíes? Que vengan, les daremos la bienvenida que se merecen. Como hicieron nuestros padres en 2006».

Evitar la guerra

Con cerca de 80.000 libaneses y otros tantos israelíes obligados a huir de sus hogares a ambos lados de la frontera, las cancillerías occidentales tratan de arrancar un acuerdo y evitar lo peor.

El jefe de la diplomacia francesa, Stéphane Séjourné, advierte de que Israel podría lanzar una guerra total.

Fuentes citadas por el diario libanés L'Orient-Le Jour se referían a un ultimátum israelí sobre la desmilitarización del sur del Líbano, que expiraría en los próximos días.

El último mensaje del Estado hebreo no es nada tranquilizador: ninguna tregua posible en el frente palestino conducirá a una distensión en el frente libanés mientras no se hayan resuelto «las cuestiones de fondo».

«Los israelíes se muestran mucho más radicales en este asunto que Hizbullah, que hasta ahora ha mantenido la reputación de grupo terrorista insostenible y maximalista», señala Karim el-Mufti, investigador en ciencias políticas y derecho internacional.

El Partido de Dios no está totalmente cerrado a la idea de trasladarse al norte del río Litani si se le devuelven las zonas en disputa a lo largo de la Línea Azul: las granjas de Shebaa, el pueblo de Ghajar en los Altos del Golán y cerca de las colinas de Kfarchouba. Uno de sus portavoces llegó a hablar de «una buena ocasión para  transformar la amenaza en una oportunidad».

Capaz de infligir pérdidas muy importantes a Israel y dispuesto a la opción militar, Hizbullah teme perder su dominio sobre el país de los Cedros si se prolonga un conflicto a gran escala. «Los israelíes lo han comprendido», señala Karim el-Mufti. Sobre todo porque el 7-O parece haber señalado el fin de la invencibilidad de Israel. Ahora parecen movidos por el deseo de golpear fuerte y en todas partes para reconstituir una matriz preventiva. Pero Hizbullah juega a largo plazo: aunque Israel le supera militarmente, la organización gana cada día más peso diplomático.