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Tanta sombra en la vicaría

DEL COLOR DE LA LECHE
Autoría: Nell Leyshon. Traducción: Aizpea Goenaga. Intérpretes: Joseba Apaolaza, Miren Arrieta, Mireia Gabilondo, Aitziber Garmendia, Jon Olivares, J.R. Soroiz. Dirección: Fernando Bernués. Producción: Tanttaka. Lugar y fecha: Victoria Eugenia (Donostia) 12-03-24 – dFERIA

Obra ‘Del color de la leche’, de Tanttaka. (NAIZ)

Es la historia de Mary contada por ella misma en una situación terminal, que nos sitúa en el siglo diecinueve, en una granja rural inglesa, con una iglesia de fondo que se convierte en un retrato de época, de vidas truncadas, de lucha de clases, de violencia familiar, de abusos, de prejuicios y tabúes.

Parece claro de qué va la obra, el relato, es meridiana la intención, lo que tiene de denuncia a través de la figura de esa joven que se rebela contra los designios familiares, que cuestiona toda la autoridad, que busca una posibilidad de vivir de otra manera y que la descubre a partir de aprender a leer, cuestión que la convierte a la vez en víctima propiciatoria de su propio maestro.

Mandada en contra de su voluntad a servir a la mujer del vicario, es en esa nueva vida, en esa nueva situación donde descubre la lectura que le ayuda a canalizar mejor toda su sabiduría natural, su espontaneidad, su vida como niña marcada por un dificultad motora de nacimiento y que va transitando por las situaciones más delicadas en una trama que ronda la tragedia, el drama rural, los cuentos dickesianos, pero que se nos presenta finalmente como autora de un gesto político trágico pero liberador, al ser ella la que de manera consciente decide sobre su destino y su cuerpo.

Estoy navegando por el texto, por la trama, porque encuentro alguna disfunción en la puesta en escena, con una escenografía que se sitúa en lo simbólico, que se contradice con el propio texto y las interpretaciones naturalistas, junto a un vestuario muy estricto. Noto una pátina que, exceptuando al personaje de Mary que destaca en muchos momentos, el resto se mueve en una neblina, en una opción que enfría y que puede servir para prestar atención al fondo, pero que tiende a rebajar la intensidad narrativa, a una retórica formal, a un desplome de las emociones, aunque ayude a mantener interés por el destino final de esa joven.

Es un espectáculo maduro, todo en su conjunto está coherentemente hilvanado, es una estrategia de dirección clara, todo el equipo actoral se mueve en las mismas coordenadas y llega con precisión lo que se cuenta, aunque el dispositivo escénico pueda restar focalización espacial.