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En España todos pierden, ¿en Catalunya y Euskal Herria?

Como ‘perfomance’ ha sido impactante; como maniobra política, discutible en sus efectos. Los cinco días de Sánchez no pasarán a la historia de España. Lo importante, también indirectamente para su mayoría, es si dejarán rastro en Catalunya y Euskal Herria.

Pedro Sánchez, Mertxe Aizpurua y Gorka Elejabarrieta, en la reunión que mantuvieron en octubre. (Aitor Karasatorre | Foku)

Los cinco días de Pedro Sánchez no acabarán en los libros de Historia, como mucho en un capítulo menor de su curriculum ya muy cargado. No ha sido desde luego la guerra de los seis días, ni los siete días de mayo. Quizás la opinión pública vasca haya leído la dimensión auténtica de la crisis mejor que la española. Un dato: en NAIZ el seguimiento información de este lunes, antes y después de la comparecencia de Sánchez, ha sido mucho menor, casi la mitad, que el que tuvieron los resultados electorales de hace una semana. Buena señal, potente indicador de país, o al menos de comunidad.

Táctica o no, la jugada del presidente español sí deja tocada a la derecha política, mediática y judicial, que ha quedado retratada en su estrategia de acoso. Habrá que ver cómo digiere primero el disgusto por la continuidad en Moncloa y luego el debate abierto en la opinión pública española sobre sus cacerías. Puede concluir en más polarización, pero también dar pie a que se pise algunos frenos.

¿Gana Sánchez en la misma medida? No lo parece. Superada la fase de la empatía, el amago de espantada quedará como una sombra de duda permanente sobre su figura. Si efectivamente estaba débil, resulta preocupante. Y si no lo estaba, es peor. Por otra parte, en el PSOE no ha atraído a más que los que ya tenía alrededor: no se esperaba a Felipe González... y no ha estado.

Hubo quien vaticinó el miércoles que, hubiera uno y otro desenlace, la jugada de Sánchez ya era ganadora en Catalunya. Pero no parece un vaticinio realista. Más allá de robar el protagonismo de inicio de campaña a Carles Puigdemont, no se atisba ganancia para Salvador Illa, que tendrá que pasarse estas dos semanas explicando el «sanchazo».

En la peculiar sociología catalana, seguramente los cinco días de Sánchez serán leídos como un intento interesado de ganar terreno también a nivel electoral para el 12M y eso queda muy feo. Como magnificar un caso de «lawfare» personal en un contexto en que sigue habiendo catalanes exiliados por ataques mucho mayores. Atención también a la sicología de Puigdemont, que puede entender que ahora le toca mover ficha a él.

¿Y en Euskal Herria? PNV y EH Bildu tendrán sus propias conclusiones sobre lo ocurrido. Para empezar por lo más inmediato, sería curioso saber qué impacto ha tenido la comparecencia de Moncloa en la reunión negociadora entre PNV y PSE, que empezaba en Ajuria Enea media hora después. Se intuye que Andoni Ortuzar, que ya el miércoles exhortó a Sánchez a decidir antes de cinco días delatando su impaciencia, estará para pocas bromas.

EH Bildu tiene más que extraer de esta crisis. Si efectivamente Sánchez se toma en serio su propia afirmación de que habrá «un antes y un después» frente a la derecha, eso entronca con la democratización del Estado. Lo coherente con ello es afrontar de una vez el problema policial y el judicial, plantar cara al Estado profundo que siempre ha tenido al independentismo en su diana. Aunque eso no son cinco días de abril, sino un proceso demorado ya 49 años.