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Interview
Kristen Ghodsee
Etnógrafa y autora de ‘Utopías cotidianas’

«No es radical pensar que la familia nuclear será una reliquia del pasado»

Kristen R. Ghodsee es profesora de Estudios de Rusia y Europa del Este y miembro de la Universidad de Pensilvania. Tras su exitosa obra ‘Por qué las mujeres disfrutan más del sexo bajo el socialismo’ regresa con ‘Utopías cotidianas’ (Capitan Swing), donde sacude el modo de vida neoliberal.

Kristen Ghodsee (CAPITÁN SWING)

Las ideas utópicas para construir un futuro diferente a menudo suceden a los momentos de gran convulsión social, afirma Kristen Ghodsee (Nueva Jersey, 1970 ) en ‘Utopías cotidianas. Lo que dos mil años de experimentos pueden enseñarnos sobre vivir bien’. Desde su despacho en Filadelfia, apostilla en esta entrevista que «volvemos a estar en un momento en el que parece apropiado soñar con utopías».

Es posible que incluso sea necesario para nuestra supervivencia colectiva. Más allá de escenarios imposibles, la autora echa la vista atrás para confirmar que la historia está llena de intentos de practicar formas de vida más colectivas, y a lo largo de su obra, analiza alternativas utópicas de educar a los niños y niñas, de combatir nuestras posesiones y de definir qué constituye una familia.

En su anterior libro se centraba en el papel del Estado a la hora de mejorar la vida de la gente. Sin embargo, en este ha dado el salto a la vida privada. ¿Por qué?

Desde que salió mi primer libro, he viajado por todo el mundo y hablado con un montón de gente diferente acerca de las políticas de los gobiernos. Pero muchos lectores me han preguntado qué pasa si el Estado no quiere ayudarte, si no responde o, peor aún, si vives en un Estado que es hostil respecto a los derechos de las mujeres, por ejemplo. Obviamente, ha pasado muchas veces; en el pasado, la gente seguía haciendo cosas en sus propias vidas para intentar crear sus propios mundos en ausencia de un Estado receptivo. Así que pensé que era muy importante hablar de lo que podíamos hacer de abajo arriba en lugar de arriba abajo. Pero la segunda razón es que la otra respuesta a mi libro, que trataba sobre las políticas socialistas, vino por parte de anarquistas. Y muchos dicen: ¿Por qué asumes que el Estado es algo bueno? Así que los tomé en serio.

Hoy día se utiliza el término utópico como sinónimo de irrealizable. En un mundo que piensa en distopías, ¿ha querido aportar algo de optimismo?

Absolutamente. Creo que la utopía es esencial para los humanos. Si dejamos de creer que el mundo puede ser un lugar mejor, estamos atascados, y los Donald Trumps del mundo ganan. Creo que la razón por la que vivimos en un mundo que está lleno de visiones distópicas del futuro es para controlarnos, para hacernos aceptar el presente y no tratar de cambiarlo. La visión distópica cumple una función disciplinaria muy específica, especialmente entre los jóvenes. Los vuelve desesperanzados y desesperanzadores. Mi libro, en cambio, trata sobre la esperanza y el optimismo, pero también sobre la capacidad de la gente corriente para cambiar el mundo.

¿Cuáles han sido los experimentos sociales que han intentado transformar la vida doméstica que más le han llamado la atención?

Lo que realmente me hizo pensar acerca de por qué esta forma utópica de ser ha durado tanto tiempo fue la visión de los pitagóricos. Pitágoras, en la Grecia continental, vio una forma particular de vida, que es muy similar a la forma en que vivimos, ya sabes, la familia nuclear, con ciertos tipos de relaciones de propiedad. Y como filósofo y matemático, estaba muy interesado en liberar a la gente de las exigencias de la esfera doméstica con el fin de permitirles pensar más ampliamente sobre los misterios del universo y las matemáticas. 2.500 años más tarde, cada uno de nosotros sabe quién es Pitágoras, conocemos su teorema, pero no sabemos nada acerca de la forma en que reimaginó las relaciones de propiedad o la familia.

Y no fue solo Pitágoras...

Si lee la Biblia, especialmente los Hechos de los Apóstoles, está muy claro que los primeros seguidores de Jesús vivían de manera muy diferente a como vivimos hoy. Eran mucho más comunales, compartían sus propiedades. A lo largo de la historia ha habido diferentes formas de ser. Y muchas cosas que pensamos que son normales hoy en día, como el divorcio o la educación pública gratuita, fueron demandas utópicas. De hecho, la educación pública era el décimo punto del Manifiesto Comunista. Olvidamos que muchas de las cosas que hoy damos por sentadas fueron en su día  exigencias utópicas.

Dedica varios capítulos al papel de la familia nuclear. ¿Cree que está cambiando la definición de familia?

Creo que sí. Admitámoslo, la familia nuclear es un invento relativamente reciente. Desde un punto de vista antropológico evolutivo, vemos que las formas de familia humana cambian dependiendo del clima, de la topografía, de la geografía, de la guerra o del sistema político. Los seres humanos son muy flexibles sobre cómo organizan su vida privada. La idea en 2024 de que sólo hay una manera de formar una familia, que es una pareja romántica que se junta, tiene bebés y luego proporciona la exclusividad... es ridícula. Ahora que nos movemos más allá de ese mundo, es necesario un modelo diferente. Eso es solo la evolución humana; no tiene nada de radical.

Una vez que se empieza a perturbar la unidad de la familia, ¿se empiezan a socavar las estructuras del capitalismo?

Absolutamente. La familia nuclear evolucionó como un sistema social que permite a una sociedad mantener un nivel muy alto de desigualdad. Y el capitalismo requiere un nivel muy alto de desigualdad. La familia nuclear es la unidad en la sociedad que permite la transferencia intergeneracional de la riqueza y el privilegio de los padres a sus hijos legítimos. Además, también proporciona gratuitamente al capitalismo sus futuros trabajadores y consumidores. Así que si se interrumpe la unidad de la sociedad que permite el privilegio intergeneracional, se va a interrumpir el capitalismo.

La educación es una parte importante del debate sobre un futuro utópico. La mayoría de los modelos que han imaginado distintos pensadores hunden sus raíces en Platón, pero hoy en día se basan en la idea de Milton Friedman. ¿Qué cambios hacen falta?

Alejarnos de Milton Friedman. Mucha gente no se da cuenta de lo influyente que ha llegado a ser por su visión de la instrumentalización de la educación Piensan en la educación como una vía para la movilidad social personal en lugar de una especie de proyecto utópico, que es como empezó. Platón pensó en la educación, Rousseau pensaba en la educación como una herramienta que construiría sociedades más cooperativas y cohesionadas  por el bien de todos en lugar de por el bien del individuo-

Afirma que los momentos de incertidumbre política dan origen a sueños utópicos. En esta pandemia de soledad, de guerras y de crisis ecosocial, ¿volvemos a estar en un momento en el que parece apropiado soñar con utopías?

Durante la pandemia, el mundo entero sintió que se detenía por un tiempo y la gente comenzó a pensar que tal vez la forma en que vivimos no es la forma en que deberíamos estar viviendo. Creo que es precisamente este momento en el que necesitamos el pensamiento utópico para salir de esta crisis. Está ocurriendo de forma orgánica. La gente ya está empezando a imaginar posibilidades descabelladas para el futuro que parecían imposibles hace sólo cinco años.

En Occidente hay un perfil de hombre que sufre por los avances logrados por el feminismo. Hay un repliegue identitario que seduce a amplias capas de votantes, especialmente jóvenes. ¿Es un motivo para preocuparse?

Sí, desde luego. Cada vez que el capitalismo tiene problemas, en lugar de culpar al sistema económico y a las desigualdades e injusticias que crea, siempre se va a encontrar a quien culpar. Pueden ser las mujeres, extranjeros, minorías... Creo que en este momento hay muchos hombres jóvenes que están sufriendo a causa de la automatización, a causa del desempleo, a causa de las estructuras de la economía capitalista, la privación de derechos. Mira lo que ocurre en EEUU con los votantes de Trump. Se trata de gente blanca, de clase trabajadora, con estudios secundarios, que se sienten profundamente perjudicados por el capitalismo global, por el hecho de que las empresas, los puestos de trabajo, desaparecen. Están enfadados y Trump está dirigiendo esa ira hacia los inmigrantes, hacia las mujeres.

La historia está llena de intentos de practicar formas de vida más colectivas, pero ¿es posible democratizarlas a todo el mundo, a todas las trabajadoras, a los estados?

Las comunidades nativas americanas que se organizaron en EEUU antes de la llegada de los colonos blancos tenían estas grandes afiliaciones tribales. No había realmente estados, y estaban confederados. Sabemos que eso es un modelo para la organización. Requiere una escala más pequeña que el Estado-nación y también requiere mucha más conectividad e intercambio.

Aceptamos el mundo tal y como es porque no conocemos otra cosa. Pero los soñadores persisten...

Me interesa el desarrollo de tecnologías como la IA, los algoritmos y robots. ¿Por qué permitimos que sean de propiedad privada? ¿Qué pasaría si las socializáramos y viviéramos juntos de la riqueza que crean? Tenemos que ser creativos sobre el futuro porque nos enfrentamos a muchos retos. Y en el ámbito privado, creo que nos dirigimos hacia un mundo en el que la familia nuclear será una reliquia del pasado. Vamos a vivir en grupos mucho más grandes, quizá no enormes. Cuanta más gente comparta sus recursos y viva más cerca de sus vecinos y en relaciones más compartidas, va a ser mejor para el planeta. Nuestra comprensión tan limitada del capitalismo se interpone en nuestra imaginación. Y lo que más necesitamos ahora es imaginación.