«Con la edad la mirada se te llena»
Rodando un documental sobre los carboneros de Nafarroa, Armendariz quedó prendado de Tasio, un ‘filósofo’ boscano oriundo de Zuñiga. Desde entonces Tasio ha sido clave en la historia del cine vasco. Cannes ha estrenado una restauración en 4K de la película, gracias a la Filmoteca Vasca.
¿Qué significa volver a ‘Tasio’ en un festival como Cannes?
Yo no suelo ver de nuevo mis películas una vez terminadas, así que desde el estreno (en 1984) no la había recuperado nunca. Este regreso lo vivo como una forma de rememorar amistades, las que aún viven y las que no, así como dar las gracias al equipo técnico. Cuando ves una película por segunda vez, ves mucho más que la película en sí, y por ello suelo negarme a hacerlo… Las segundas veces no puedes ser muy objetivo.
En Bolonia [en los prestigiosos laboratorios de L'Immagine Ritrovata, dedicados solo a la restauración y el archivo analógico], no pude acabar de ver la película con sonido y completa, así que vengo de comprobar que efectivamente la película se ve magníficamente. Es impresionante volver a los mismos tonos, colores y ambientes que recordabas, de hace tantos años. Estoy profundamente agradecido a La Filmoteca Vasca por haber elegido este laboratorio. Por otro lado, que se proyecte en Cannes, dentro de una sección de tanto calibre como Cannes Classics supone un auténtico honor y una satisfacción para todo el equipo. [Armendáriz comparte parrilla con incontestables como Akira Kurosawa, Steven Spielberg, Frederick Wiseman, Charles Vidor, Jean-Luc Godard, Marco Bellocchio o Jacques Demy].
¿A día de hoy cambiaría algo de la ‘Tasio’ original?
¡Siempre cambiarías algo, incluso cuando aún estás rodando! De hecho, el momento más decisivo en la producción de toda película es cuando decides parar y no cambiar nada más, dejarlo. Entonces es cuando decides que la película es suficiente, que ya está bien. Hay una frase de Jean Renoir que a mí me marcó muchísimo y que decía que la búsqueda del perfeccionismo siempre va en contra de la película, que cuando algo es perfecto está muerto. Él decía que sus películas solo trataban de tender puentes entre personas, que nunca serían perfectas.
Yo tengo claro que cambiaría cosas, y con la edad muchas más que antes porque la mirada se te va llenando y fuera de la pantalla han cambiado muchas cosas, así como también ha cambiado nuestra forma de ver el cine. Sin embargo, en ‘Tasio’ encuentro una inocencia y una frescura que ahora quizás ya no tengo. Pero es ley de vida: todo va avanzando y no puede añorarse la inocencia perdida. Una película empieza y se acaba.
Hoy está muy de moda hacer las versiones del director, aunque yo nunca remontaría mi filmografía. Estoy satisfecho, porque puedo tener mi juicio de valor pero creo que lo que realmente vale de una película es lo que aprendes de ella.
«Tasio vivió haciendo solo aquello que él pensaba, entendiendo la libertad como una relación de equilibrios y sin molestar a nadie. En este sentido, fue un auténtico héroe»
De ‘Tasio’ me fascina un primer plano del niño en el baile, completamente embelesado él y la cámara. Es como si descubrieras el amor a través de la cámara. ¿Siente haber descubierto la vida también a través del cine?
Sin lugar a dudas. Aunque cuando ideé ‘Tasio’, no venía del mundo del cine. Entonces me ganaba la vida de la electrónica (era profesor, reparaba televisores…) y haciendo algún cortometraje en el barrio. Aun así, para la película quise huir del planteamiento clásico que ya llevaba en la cabeza, como cinéfilo, con un inicio, nudo y desenlace. No quería cortar una película al uso, aspiraba a hacer algo más moderno.
Mira que yo soy autodidacta, que me formé viendo muchas películas en el Cineclub Lux de Pamplona, donde hacíamos muchísimos debates entre amigos. Pero preparando la película viví un tiempo con Tasio en el monte, le grabé y quería reproducir de la forma más fiel posible dos premisas básicas: por un lado, su amor por la naturaleza y su autonomía. Tasio vivía en Zuñiga, en un pequeño pueblo de la comarca de Estella, aunque su verdadero hogar siempre había estado en la montaña. Nada más conocerlo me llamó la atención su forma de entender y afrontar la existencia. Tasio siempre decía que no necesitaba nada para vivir que no se lo diera el bosque. Y por otro lado, el respeto que tenía hacia los demás, independientemente de lo que los otros pensaran –y aunque pensaran de forma completamente distinta–.
Entonces, estructuré la película en tres bloques, siempre a partir del aprendizaje como concepto. Primero en la infancia, que trata sobre lo que Tasio aprende por medio de la tradición familiar y sobre todo de su padre. Aquí había supervivencia, respeto y honradez. Después la adolescencia, que es cuando descubre la amistad, el amor y el trabajo (aquí está la escena que comentas, que era fundamental). Y luego el tercer bloque, ya cuando Tasio ha crecido hasta llegar a adulto, y que no va tanto sobre el descubrir como el ser fiel a lo que has aprendido. Vuelve a aparecer la amistad, aparece el amor, la muerte y la vida, con la hija… Este relato era mucho más cercano a lo que Tasio me había contado que era su vida.
Por cómo habla, pienso que a hacer películas solo se puede llegar siendo muy sensible en la vida. ¿Diría que el cine se puede aprender en una escuela?
No lo sé. Como todo, supongo que se crece con la práctica, aunque no me meteré a criticar a nadie. De hecho, ojalá hubiera podido ir a una escuela. Si no fui es porque mis padres era obreros y no tenían dinero, me dijeron que estaba loco por proponerles irme de Pamplona a estudiar cine a Madrid. No niego que en una universidad se aprenda. Pero yo he aprendido más haciendo cortos, haciendo teatro y rodando en Súper 8 que en ninguna parte. Cuando finalmente me decidí a dirigir ‘Tasio’ no era precisamente alguien recién llegado.
También tuve muy buenos maestros, eso también hay que reconocerlo. Empezando con Javier Aguirresarobe, con quien trabajé ya haciendo cortometrajes [y que luego hemos visto trabajando con Taika Waititi, Woody Allen o Pedro Almodóvar], con Fernando Larruquert [montador], Elías Querejeta [productor, también de ‘Tasio’], Alfredo Mayo [actor, conocido entre otras por ‘La caza de Carlos Saura’]… Es a través de ellos que he aprendido lo mucho, o lo poco, que sé de cine.
¿Se considera uno de los padres del cine vasco contemporáneo?
No, en absoluto. Ni padre, ni nada por el estilo. Es verdad que por una serie de circunstancias ‘Tasio’ marcó un punto de inflexión, tanto en la cinematografía vasca como en la española, pero eso no me da derecho a creerme nada. Yo he firmado ‘Tasio’, pero cualquier película es el resultado de un trabajo en equipo de personas: sin ellas, esta hubiera sido una película completamente distinta. Y sin todo el cine que vino antes de mí, contando a todos mis maestros (John Ford, Yasujiro Ozu, Howard Hawks…), ‘Tasio’ no existiría. Todos somos maestros y alumnos, y siempre estamos aprendiendo.
«Es fantástico que ahora haya bastantes películas que se plantean y se ruedan en euskara de primeras, cosa que en mi época era casi imposible»
¿Qué podemos aprender del cine vasco contemporáneo?
Afortunadamente, a alimentar el talento con una industria. Cuando hicimos ‘Tasio’ no existía una ‘industria vasca’. Sí había grandes películas, y creadores, pero no un cuerpo fuerte. Hoy día ya existe una infraestructura que, gracias a incentivos, atrae a gente del resto del Estado español que viene a rodar aquí, aunque sea solo cuatro días y nadie sepa viendo la película si eso está rodado en Gipuzkoa o en Bizkaia (que eso sería otra discusión) [ríe].
Directores nunca nos han faltado. En mi generación estaba Manolo Uribe, después vino gente como Álex de la Iglesia o Enrique Urbizu, y los últimos, Ion Garaño, Jose Luis Goenaga, Maider Oleaga, Alauda Ruíz de Azúa, Estibaliz Urresola… Y no quiero empezar a nombrar actores, porque hay muchísimos y me voy a dejar a alguien. Fíjate que cuando preparábamos ‘Tasio’ tuvimos que ir por los pueblos a buscar a niños, porque no había escuelas. El mundo del cine ha crecido y se ha profesionalizado.
Como germen de esta afluencia sobre todo quiero señalar la importancia de los catorce o quince cortometrajes dentro del programa Ikuska, patrocinados por la Caja Laboral con Antxon Ezeiza [cineasta responsable de ‘Días de humo’ (1989) y ‘Último encuentro’ (1967)]. Y los ‘Ikuskas’ se rodaron prácticamente todos en euskara. Es fantástico que ahora haya bastantes películas que se plantean y se ruedan en euskara de primeras, porque los directores y actores hablan en euskera, cosa que en mi época era casi imposible.
En varias entrevistas, ha comentado cómo Tasio puede leerse como alguien a contracorriente, un héroe de la resistencia en tiempos de neoliberalismo salvaje. De hecho, Tasio reivindica explícitamente que el trabajo es solo una herramienta para que los ricos lo sean más. Al crearlo, ¿lo consideraba ya un héroe?
Sí, y sobre todo en aquel momento yo creía en Tasio como un héroe anónimo. Él nunca aparecería en la portada de un periódico, ni una página, pero lo que hacía era mucho más heroico de lo que nos contaban los medios. Vivió haciendo solo aquello que él pensaba, entendiendo la libertad como una relación de equilibrios y sin molestar a absolutamente nadie más. En este sentido, él fue para mí un auténtico héroe.