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Interview
Ana Esther Ceceña
Economista y experta en geopolítica

«El movimiento social pierde mucho cuando es manipulado por una ONG»

Las relaciones entre las ONG y los movimientos sociales locales pueden ser fructíferas para ambas partes, pero también pueden ser difíciles en ocasiones. Ana Esther Ceceña, experta en geopolítica, ha analizado los retos a los que se enfrentan ambos agentes en el intento de articular su actividad.

(FOTOGRAFÍA: Marisol RAMÍREZ | FOKU)

Ana Esther Ceceña, economista mexicana experta en geopolítica, analizó los retos a los que se enfrentan movimientos sociales y ONG a la hora de colaborar en el marco de las VII Jornadas de Educación para la Transformación Social organizadas por la Coordinadora de ONGD de Euskadi, eLankidetza-Agencia Vasca de Cooperación y Solidaridad y el Instituto Hegoa.

Ceceña, doctora en Relaciones Económicas Internacionales por la Universidad París I-Sorbona, es coordinadora del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica que se ocupa de estudiar, teorizar y cartografiar los procesos contemporáneos de dominación y resistencia.

En entrevista con GARA, abordó los retos de la articulación entre movimientos sociales y ONG en la transformación social.

¿Cómo es la articulación entre los movimientos sociales y las Organizaciones No Gubernamentales? ¿Qué retos enfrenta?

Son muchos los desafíos, pero uno muy importante es cómo conseguir una relación sin que medie ningún tipo de instrumentalización, es decir, sin que la relación de las ONG con los movimientos sociales se convierta en una exacción de saberes o una relación manipuladora extractivista, y que en sentido contrario no haya una relación interesada porque las ONG tienen recursos.

Es muy complicado, porque las de los movimientos y las ONG son lógicas muy distintas. Son lógicas que, de algún modo, a veces llevan a una cierta desconfianza o deslegitimación mutua. Ese diría que es el reto principal.

Otro es que el diálogo a veces no fluyen, no se establece de manera que realmente haya una escucha mutua entre movimientos y ONG. Sobre todo, diría que de las ONG hacia los movimientos, porque se llega con presupuestos. El movimiento es esto, nosotros ya sabemos el tipo de lucha y no se permite que el movimiento hable por sí mismo en muchas de las ocasiones. Eso es fundamental, porque en el momento en que el movimiento no siente que está siendo reconocido pierde confianza en la relación y entonces ahí ya no hay mucho avance posible.

Cuando la relación es buena y la colaboración tiene éxito, ¿qué obtiene cada una de las partes de esa relación?

Cuando hay una buena relación se construye algo diferente, no se quedan como actores o sujetos separados, sino que tienden a entrelazarse de manera que se convierten en una fuerza colectiva, conjunta y complementaria; cada uno en su ámbito, pero con un propósito y principios compartidos.

Entonces es mucho más fuerte la relación, sobre todo para las ONG, porque las ONG necesitan muchas veces justificarse por la colaboración con algunos movimientos, y es muchísimo más fuerte cuando esa colaboración es auténtica y se construye desde la base con propósitos compartidos.

El funcionamiento de las ONG y de los movimientos sociales es diferente. ¿Es esto un obstáculo para su colaboración?

No tiene por qué, aunque puede serlo en muchos casos. Cuando la relación es muy clara, muy transparente, con apertura, y cada quien expone cuáles son sus límites, cuál es su dinámica y hasta dónde puede ir, la relación puede ser muy buena y fluida.

El problema es cuando no hay esa honestidad para decir, ‘yo acá no puedo’. Si eso no se expresa claramente, genera desconfianza. Con eso las relaciones pueden ser muy productivas y fuertes para ambos.

En los últimos años se ve cada vez más a menudo un tipo de voluntariado que tiene más que ver con el turismo que con la cooperación. ¿El trabajo en común de ONG y movimientos favorece o evita esta tendencia?

Es cierto que ahí hay un problema. Nosotros, por ejemplo, en América Latina hemos visto mucho ese turismo ‘ONGero’ de quien va a aprovechar el viaje para conocer y pasear, pero que al movimiento social no le sirve de gran cosa.

Existe ese riesgo y sí hay ONG que funcionan más como una institución que como un ámbito de compromiso es rechazado también allá. Los movimientos las reciben, pero luego dicen que no quieren que vuelvan a ir los de esa ONG en concreto. Es una práctica frecuente y es muy desagradable el tipo de relación que se establece, pero no son todos los casos.

¿Las ONG pueden ayudar a los movimientos sociales a establecer relaciones con otros geográficamente alejados?

Sí, por supuesto, puede y ha servido para eso muchas veces. Se pueden crear coordinadoras, por ejemplo, de luchas por el agua y las ONG participan de manera muy eficiente y muy prometedora: abren campos, permiten conectar gente de procedencias distintos que luchan por el mismo tipo de cosas. Yo diría que es muy fructífera la relación en estos casos.

Por ejemplo, algunas ONG de Euskal Herria han colaborado mucho con el movimiento zapatista, sobre todo en sus inicios. Era muy interesante la relación, sirvió de mucho para que el resto del mundo conociera más al movimiento zapatista, pero también para llevar el mundo a territorio zapatista, y eso ocurrió en algunos encuentros que se organizaron allí y que estas ONG propiciaron. Eso amplió, también, la repercusión y visibilización del movimiento.

Otro caso es el de las coordinadoras del agua que se crearon en América del Sur. Fue a principios del siglo XX, todavía está la Coordinadora. En ese momento se dieron muchas luchas en América del Sur. En Bolivia. particularmente, una muy importante que se le llamó ‘la guerra del agua’ y a partir de ahí contactó con las de otros países, y ahí sí, colaboraron varias ONG que ayudaron con recursos, con relaciones…

También hay relaciones muy negativas, de ONG que llegaron a hacer extractivismo con los movimientos sociales, pero no son todas.

¿Qué herramientas tienen las ONG y movimientos sociales para protegerse?

Los movimientos sociales sienten, de entrada, un poco de desconfianza de las organizaciones, porque han tenido malas experiencias y porque, además, las ONG tienen criterios financieros que los movimientos no tienen. Una de las cuestiones más importantes es la honestidad del uno con el otro.

El movimiento social debe de marcar los límites de manera muy clara, en qué pueden colaborar las ONG y en qué no, qué pueden conocer del movimiento y qué no… Porque meterse, por ejemplo, en la organización interna de los movimientos sociales es algo que es muy riesgoso y que los propios movimientos no lo permiten.

Al mismo tiempo, las ONG no pueden funcionar como un movimiento, no pueden dejar de cumplir con sus rutas de trabajo. Pero para el movimiento, sí es un riesgo grande, o sea, el movimiento social pierde mucho cuando es manipulado por una ONG. Ahí los límites casi siempre son mucho más firmes que en el caso de las ONG.

¿Qué papel juegan en América Latina los movimientos sociales y las ONG que colaboran?

Hay algunos riesgos que es importante tener en cuenta cuando un movimiento empieza a colaborar mucho con ONG. Tenemos experiencias en las que el movimiento, hasta cierto punto, se pervierte, porque se acostumbra a ser financiado. El paternalismo es un riesgo muy grande; eso les ha ocurrido a muchos movimientos y, generalmente, lo que ocurre es que el movimiento se empieza a dividir, empieza a haber conflicto interno y el movimiento pierde fuerza, se debilita.

Hay ONG de muchos tipos, hay incluso ayuda que viene de Gobiernos extranjeros, por ejemplo. A América Latina llega mucha ayuda de Estados Unidos, que da mucho dinero a los movimientos. Por supuesto, el intercambio es la entrega de información, por un lado, y esa cercanía en el trato, por otro.

A mí me ha tocado ver cuando llegan los financiadores que todo en el movimiento se suspende y los dirigentes se dedican a atender a los financiadores, a estarles rindiendo cuentas. Eso ha lesionado mucho a los movimientos, casi siempre terminan fracturándose. Además, la intervención de este tipo de organizaciones tiene que ver también con las políticas de Estado de los países que las están financiando.

En algunos casos, sí se han apoyado muchas iniciativas importantes de los movimientos, como, por ejemplo, la construcción de radios comunitarias o de sistemas de comunicación que les permiten avanzar. En otros casos, han metido lógicas que no son las de los movimientos y eso los debilita.

Las ONG, ¿tienen demasiados límites?

Muchas veces, la gente que trabaja en ONG o incluso quienes las crean están muy comprometidos con ciertas luchas, movimientos o reivindicaciones sociales, y a la que trabaja en ese ámbito le pone restricciones. En el encuentro hemos hablado, precisamente, sobre cómo hacer para que esas restricciones que se imponen por el funcionamiento institucional de las ONG no impida que la gente siga estando comprometida con las luchas y con las reivindicaciones.

En realidad, su punto de partida fue ese y, generalmente, los horizontes que se tenían al inicio eran los mismos que los de los movimientos.