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Las mil y una diferencias en la entente ultra que quiere liderar Milei

La cumbre ultra en Madrid con los liderazgos ascendentes en el mundo de la derecha radical populista sacudió el mapa político europeo, en la antesala de las elecciones. Pero una mirada más de cerca enseña que esos dirigentes tienen más diferencias de las que admiten. Y algunas, irreconciliables.

El líder de Vox, Santiago Abascal (i), y el presidente de Argentina, Javier Milei (d), durante el acto ‘Viva 24’ de Vox en Madrid. (A. PÉREZ MECA | EUROPA PRESS)

Parecen lo mismo pero no lo son. La foto de la última cumbre de los líderes de la derecha radical populista global que tuvo lugar en Madrid hace unos días ha sido bisagra no solo por la cercanía con la fecha de las elecciones al Parlamento Europeo, en la que este grupo ganará mucho peso, sino como muestra del músculo de la ultraderecha en Occidente.

‘La internacional reaccionaria’ es como la ha tachado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para esgrimirlo contra su rival, el líder de la oposición y del Partido Popular. El concepto, irónico, engloba a los dirigentes que han cogido un especial impulso gracias a la explosividad discursiva del altisonante presidente argentino, Javier Milei.

Sin embargo, en abstracto y para la disputa discursiva puede servir pero en términos académicos y reales, los líderes que alteraron la dinámica política y fueron noticia global aquellos días en realidad son bastante distintos en muchos elementos. Los une el odio (y hasta podría decirse el rencor) contra la izquierda, el feminismo y las entidades supranacionales, y también el tener muchos rivales comunes. Pero si todos estuvieran juntos en un mismo Consejo de Ministros, aquello sería posiblemente una batalla campal.

Juntos pero no revueltos

Para hacer una radiografía de estos dirigentes, tomando como ejemplo a los que eligieron estar presentes en la cumbre ultra organizada por Vox en el Palacio de Vistalegre, conviene empezar por su ejemplo más emblemático, que es el de Milei, por su estridencia y su disrupción, y también por su eclecticismo ideológico. No se parece a nada y a la vez se parece un poco a todo. En la estética discursiva es similar a Donald Trump, líder mundial (hasta ahora, el argentino se plantea sustituirlo) de la derecha radical.

En materia económica, Milei no es ni siquiera un neoliberal tradicional, ya que sus posicionamientos (y en sus pocos meses en la Casa Rosada, también en los hechos) va varios pasos más allá de lo que hubieran deseado (o atrevido) Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Se define a sí mismo como anarco-capitalista y propone llevar el Estado a mínimos no conocidos desde antes de la Segunda Guerra. En Madrid, de hecho, ha ratificado en su monólogo en la sede del periódico ‘La Razón’ que sigue con el objetivo de desmantelar y cerrar el Banco Central para que la moneda no tenga ningún tipo de control estatal.

Aspira a rebajas de impuestos y desregulaciones y privatizaciones masivas, y en los tiempos en que no era un político sino un economista polémico en las tertulias televisivas, hasta defendía la idea del tráfico de órganos monetizado. Sin embargo se ha cuidado de no llevar la anarquía a todos los terrenos, conociendo las líneas rojas de la sociedad argentina: no quiere privatizar las universidades públicas sino implementar un sistema de ‘voucher’ como funciona en Suecia, según argumenta. Tampoco privatizar las pensiones sino promover que haya una opción de fondos privados.

La inmigración, regular o irregular, no existe en el discurso de Javier Milei, aunque sí utilizó el asunto para criticar a Pedro Sánchez

En lo social se ha manifestado en contra del aborto aunque rechaza modificar la derogación, critica que el Estado deba pagar la interrupción del embarazo y está favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. Hasta ha comentado que esas uniones las considera «un contrato y no importa si son entre dos, tres o 50». La inmigración, regular o irregular, no existe en su discurso, aunque sí utilizó el asunto para criticar a Pedro Sánchez.

Tampoco existe la defensa de la religión católica y se ufana de su conocimiento del Antiguo Testamento por su vínculo con rabinos judíos, aunque él no es religioso. Sorprendió en enero anulando las subvenciones que daba el Estado argentino a la Iglesia Católica, primera vez que ocurre algo así en casi un siglo. Cabe recordar que es un cantante de rock, profesor de sexo tántrico, que sus cuatro mascotas son producto de una clonación, que solía ser asesorado por un chamán y que relataba sus excentricidades sexuales por TV (como confesar que había estado dos años sin eyacular).

Al hacer este breve recordatorio, imposible no preguntarse: ¿Alguien se imagina a Milei compartiendo una cena navideña con los ultraconservadores Viktor Orban, Santiago Abascal, o los líderes del polaco Ley y Justicia que acaban de perder el gobierno tras una década? Pues han compartido el mitin al menos.

La primera diferencia flagrante, y que se pudo ver en aquel gran acto ante 11.000 personas, está en las visiones de la economía. En sus antípodas se sitúa Marine Le Pen, líder de Reagrupamiento Nacional, la ultraderecha francesa que ya no es la más ultra porque le han salido competidores más radicalizados. En Vistalegre, la candidata a presidenta procuró no aplaudir ni una de las frases económicas de Milei y lo hizo solo en sus ataques a la izquierda y en la ovación final.

Le Pen en alguna oportunidad ha defendido un «peronismo a la francesa», está a favor del «proteccionismo inteligente» de la industria de su país. En su última campaña electoral ha criticado a los mercados bursátiles y quería aumentar las pensiones. La paradoja: en materia económica Milei está mas cerca de Macron.

El gesto de los no aplausos de Le Pen podrían reproducirse en el primer ministro húngaro, quien en su visión de la economía se distancia del neoliberalismo. Defensor de los valores cristianos y la familia heteronormativa, en 2014 en uno de sus discurso aseguró que estaba construyendo «un estado antiliberal». Sus leyes para acorralar al Poder Judicial le han valido sanciones por parte de la Comisión Europea, algo que no parece importar a sus socios de Vox que sí acusan a Sánchez de intentar hacer lo mismo.

Pero en un asunto es donde la contradicción es más flagrante: Ucrania. El líder del Fidesz es el socio europeo que más escollos suele poner para las ayudas al Gobierno de Zelensky, con quien compartió foto y escenario en Buenos Aires en la asunción de Milei. La relación cercana con Putin también es una grieta ideológica con los ultraconservadores polacos.

El presidente de Rusia es motivo de diferencias entre varios de la derecha radical, por ejemplo entre la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y su aliado Matteo Salvini (este último en horas bajas, con su partido en mínimos según las encuestas).

Desde su ascenso al cargo de jefa del Ejecutivo italiano, Meloni ha impulsado un giro pragmático en el que mantiene su ola reaccionaria en algunas cuestiones (por ejemplo leyes de familia y en contra de lo que ella llama «el lobby LGTBI») y en otra modera el tono sobre la migración (tradicional caballo de Troya de Salvini). Su objetivo es acercarse a los socialcristianos europeos y ganar espacios de poder que a los ultras más radicales les están vetados en Bruselas.

Mientras que Milei tacha de «asesinas» a las «aborteras» y Vox pide la derogación, Viktor Orban permite interrumpir el embarazo solo tras obligar a las mujeres a escuchar el latido del feto

Sobre el aborto ha impulsado medidas restrictivas para la pastilla del día después o dar subvenciones a entidades que buscan convencer de no interrumpir el embarazo. Otro matiz en el club reaccionario: esa posición intermedia choca con la de Milei, que no duda en tachar de «asesinas» a las «aborteras» (como se dice despectivamente en Argentina a las feministas) y con Vox, que pide lisa y llanamente la derogación de la ley del aborto. Orban permite la interrupción del embarazo solo tras obligar a las mujeres a escuchar el latido del feto (y un informe médico debe asegurar que ha ocurrido).

En este tema tampoco hay coincidencia con Trump, quien, seguramente pensando en no ganarse el rechazo de los conservadores moderados, ha dicho que el asunto debería ser decidido por cada estado federado de Estados Unidos. Además ha prometido que no impulsará una prohibición nacional al respecto. Muy pragmático y poco ideológico si se lo compara con el discurso de uno de sus enviados a Vistalegre, Roger Severino, quien aseguró que «Dios nunca se equivoca» y criticó las leyes de cambio de género.

Otro hito de contradicción es la política económica de Trump, que subió los aranceles a las importaciones durante su mandato, yendo a contramano del histórico liberalismo comercial del Partido Republicano. Además ha prometido que «cuadruplicará» los aranceles a todo tipo de importación (ya llevó los del acero al 25%). En su gestión bajó el IRPF pero en una forma mucho menor de lo prometido y se acercó a Rusia apuntando a la confrontación con China. Muy diferente a Milei.

En el Estado español estas grietas se viven dentro mismo de Vox: una familia neoliberal y una de posiciones más falangistas conviven y combaten, con Abascal como un mediador no tan eficaz: en las últimas generales perdió más de un tercio de los escaños con respecto a 2019. De hecho, escuchar los discursos de Espinosa de los Monteros (en su momento portavoz parlamentario y ex numero 2 del partido) y Rocío Monasterio parecían ser de otro partido si se lo compara con los de Jorge Buxadé, cabeza de lista para las europeas.

Esto es solo un primer acercamiento al cúmulo de diferencias de la entente ultra que busca ser la segunda fuerza y sorpassar a los socialdemócratas el próximo 9 de junio y robustecer una coalición global que en noviembre próximo puede volver a tener en su haber a la Casa Blanca. Los unen los rivales pero difícil imaginarlos poniéndose de acuerdo para un mismo gobierno.