Enrico Berlinguer, una muerte «en el frente» hace ahora 40 años
El 11 de junio de 1984 fallecía el secretario del Partido Comunista Italiano después de sufrir un derrame cerebral durante un mitin en Padua. Repasamos la figura de este político que hizo llegar al PCI a los mejores resultados de su historia.
Recordar a Enrico Berlinguer, antiguo secretario del Partido Comunista Italiano, es siempre sinónimo de tristeza y melancolía. Por varias razones, en primer lugar por haber muerto en el «campo de batalla», durante un mitin electoral, hace ahora justo 40 años, el 11 de junio de 1984.
Más amado después de su fallecimiento que en vida, de Berlinguer se ha ido creando casi la imagen de un santo en las últimas décadas. Como recordó el periodista conservador Indro Montanelli, en teoría «enemigo» de los comunistas pero uno de los mejores analistas del panorama político italiano en su larguísima vida de casi 100 años, el secretario del Partido Comunista «nunca dio la idea de un hombre atado a los juegos de poder. Y quizás por su falta de ambición y cinismo [...] se encontró con la mayoría de los pesos pesados del partido en contra y con la base de los electores no del todo convencida».
Berlinguer, de hecho, tuvo que enfrentarse por un lado con el aumento exponencial de la acción de las Brigadas Rojas, que estaban consideradas en ámbitos del partido como «compañeros que se equivocan» y mantenían un sólido apoyo entre los jóvenes, y por otro lado con las guerras de poder en su mismo partido e incluso con aquella Unión Soviética que no toleraba tanta independencia de pensamiento como la del político de Cerdeña.
Una cosa es cierta, con Berlinguer como secretario, el PCI llegó a sus mejores resultados. Pero sin un verdadero éxito...
«Ir casa por casa»
Piazza della Frutta, uno de los corazones del centro de Padua, el 7 de junio de 1984, jueves. Lluvia, mucha lluvia, a pesar de estar en primavera casi tirando a verano. Hay acto de campaña para las elecciones europeas de la semana siguiente. Habla Enrico Berlinguer, secretario del Partido Comunista. Son ya las diez de la noche. «Trabajad todos, casa por casa, oficina por oficina, calle por calle. Porque para las fuerzas que representamos, para lo que hemos sido y somos, es posible conquistar nuevos y mayores consensos con nuestras causas, que son las causas de la paz, de la libertad, del trabajo y del progreso de nuestra sociedad».
Hay 5.000 personas en la plaza, militantes del Véneto que no solamente oyen al secretario sino que también lo ven sufrir, quitarse las gafas, hacer unas extrañas muecas con el rostro, en una macropantalla instalada detrás del escenario. Berlinguer empieza a toser, bebe un trago de agua, vuelve a hablar, no consigue pronunciar bien las palabras, intenta beber de nuevo y tose: «¡Basta, Enrico, basta!», grita el público, que se ha dado cuenta de que algo no cuadra.
Son momentos tremendos. Otros representantes del partido literalmente sacan al secretario del escenario y lo llevan al coche donde el chófer personal de Berlinguer corre a toda velocidad hacia el hotel donde se aloja todo el aparato del PCI. Este conductor, Alberto Menichelli, que escribiría un libro sobre su vida al lado del secretario incluyendo detalles como que le pasaba una botellita de whisky para que pudiese hablar en público, piensa que probablemente la culpa sea del estrés de la campaña electoral, los viajes diarios y comidas no bien digeridas.
Nunca se ha sabido con precisión lo que pasó en aquellos minutos, no falta quien especuló sobre un posible envenenamiento. Solamente se conoce que el líder comunista pierde el conocimiento en su habitación y es trasladado en ambulancia al hospital, donde enseguida le operan de un profundo derrame cerebral. Quedará en coma durante cuatro días, hasta el fallecimiento el 11 de junio sobre las 13.00 horas. Así acaba el secretario del mayor partido comunista europeo y empieza el luto, que toca no solamente a los militantes del PCI sino también a los rivales.
El luto y el sorpaso
El primero en rendirle homenaje es el propio presidente de la República, Sandro Pertini. Socialista, partisano, se encontraba cerca de Padua por una coincidencia institucional. Pertini no sale del hospital mientras acaba el sufrimiento de Berlinguer, y cuando el destino se cumple pide y obtiene transportar el ataúd con el cuerpo del secretario comunista en su avión de Estado. «Me lo llevo a Roma como si fuese un hijo, un hermano, un compañero», anuncia.
Desde Padua hasta el aeropuerto de Venecia, pocos kilómetros pero bajo una lluvia torrencial, miles y miles de personas acompañan el coche fúnebre con el puño cerrado, es una pared de paraguas trazando el recorrido. No se sabe si son lágrimas las que mojan el asfalto o las gotas que caen desde el cielo.
Berlinguer deja cuatro hijos e hijas. El día de su funeral (laico), la Piazza San Giovanni in Laterano en Roma está abarrotada de gente bajo el sol y el bochorno: más de un millón entre militantes, líderes que han llegado del extranjero, el ataúd de nuevo allí en el centro de un escenario que preside una vieja foto del secretario, seria y severa, la mano derecha tocándose el mentón... Solamente el funeral del Papa Juan Pablo II en 2005 tendrá más concurrencia.
Quedan pocos días para las elecciones y es evidente que esta muerte repentina tendrá un efecto propulsor. Y efectivamente por primera (y última) vez en su historia, en un momento donde se encuentra sin secretario, el Partido Comunista Italiano se convierte en el partido más votado en Italia, operando el sorpaso a la Democrazia Cristiana: 33,3% contra el 33% de la ‘Ballena Blanca’.
Parece, aquel 17 de junio, la victoria más pírrica posible, porque hay muy poco que celebrar. Sin embargo ni cuando el PCI había llegado al 36% le había resultado factible adelantar a la DC, que siempre parecía tener recursos inesperados de respuesta.
Contra la Unión Soviética
Berlinguer muere joven, con 62 años, y casi toda una vida en el Partido Comunista Italiano. De 1949 a 1956 había sido secretario de la sección juvenil del PCI y finalmente secretario general desde 1972, tomando el relevo de Luigi Longo.
Sin embargo es evidente que el padre político de Berlinguer fue Palmiro Togliatti, ‘El Mejor’, secretario durante 26 años, líder absoluto del partido y con una conexión directa con Unión Soviética.
Fue Togliatti quien bautizó al joven Enrico y lo puso al frente, viendo su gran preparación y su personalidad firme, típica de los sardos: hay que recordar que el fundador del Partido Comunista Italiano, Antonio Gramsci, también había nacido en Cerdeña.
De todas formas ‘El Mejor’ muere en 1964, cuando la Unión Soviética es todavía un pilar muy robusto en el panorama internacional y el mundo está dividido en bloques que no se hablan. No sabe Togliatti que todo va a modificarse de manera repentina y que este cambio lo tendrá que digerir Berlinguer.
Como nuevo secretario, es evidente que al líder sardo se le amontonarán derrotas, una tras otra, a pesar de una subida vertical de apoyos y de consensos. Pocos son los momentos realmente felices: por ejemplo, la victoria en el referéndum a favor del divorcio en 1974.
Como ya se ha apuntado, las Brigadas Rojas son el primer motivo de incomodidad para el Partido Comunista. El dilema es enorme: ¿condenar o «tirar el balón a la grada»? Justo cuando parece que el PCI está listo para entrar en el Gobierno, el 16 de marzo de 1978 las BR secuestran y matan al presidente de la Democrazia Cristiana, Aldo Moro. Es el hombre con quien Berlinguer había pensado lograr un acuerdo histórico dentro de los mayores partidos italianos.
La sombra de Estados Unidos es muy alargada, en paralelo. Italia no podía «girar a la izquierda». El Belpaese tenía que mantener un equilibrio debido también a su ubicación en el mapa de Europa, última frontera antes del mundo comunista y baluarte del Mediterráneo.
A veces casi ingenuo en sus declaraciones («Me siento más seguro en la OTAN que en el Pacto de Varsovia», dejó caer en una entrevista al ‘Corriere della Sera’ en 1976), rostro familiar para los militantes y adelantado por la realidad, Enrico Berlinguer empezó a sentirse bajo la lupa en su partido ya después de un misterioso accidente ocurrido en Bulgaria en 1973. El coche en que viajaba chocó contra un camión y el secretario comunista no murió por los pelos. Acababa de pronunciar un discurso muy duro en contra de la actitud de Unión Soviética, donde Leopold Breznev ya parecía más una momia viviente que un líder.
Intentar cambiarse de imagen
Aquello fue un aviso. Otro lo serían el secuestro y la muerte de Aldo Moro. De 1978 en adelante la fuerza del PCI empezaría a bajar, lastrada por la impotencia en el choque con la realidad.
Un último y definitivo golpe fue la subida neta del Partido Socialista, con muchos menos votos que el Partido Comunista pero más hábil en los juegos del poder, más cercano a las necesidades de una población cansada de sangre: «Berlinguer todavía tiene en casa la televisión en blanco y negro», será una de las frases ilustrativas, citada por el periodista Filippo Ceccarelli y pronunciada por Bettino Craxi, secretario del PSI, hombre ambicioso y capo absoluto de la política italiana en los 80 con su proto-berlusconismo.
En este «derbi» en la izquierda Berlinguer no podía perder. En 1981, en una entrevista con el periódico ‘La Repubblica’, intentó denunciar el aumento de la corrupción entre los partidos, haciendo un llamamiento a la «cuestión moral», pero casi nadie le hizo caso. Iba ganando mala fama su imagen de seriedad, aunque no representaba la verdadera personalidad del líder sardo, que en un debate en la televisión pública llegó a desahogarse así: «¿Qué rumor sobre mí me gustaría desmentir? Que soy un hombre triste y aburrido». La «iglesia» comunista, sin embargo, no podía permitirse un secretario divertido o vacilón.
Berlinguer intentó hasta el último momento adaptarse a las luces y a los ritmos vertiginosos de los 80, pese a ser un hombre casi de otro siglo. En junio de 1983, justo un año antes de su fallecimiento, durante una manifestación en Roma el secretario del PCI fue levantado, literalmente, por Roberto Benigni, por aquel entonces actor cómico del absurdo que ya había realizado entre otras pelis un film llamado ‘Berlinguer ti voglio bene’ (‘Berlinguer te quiero’). Un militante comunista, Benigni, abrazando, tocando con la mano, el cuerpo de su líder, que aparece sonriente pero un poco apurado.
Sí, a Berlinguer la gente, no solamente sus simpatizantes, le quería. Una famosa canción del artista Giorgio Gaber, ‘Qualcuno era comunista’ (‘Alguien era comunista’), una especie de poesía en música con un largo listado de razones para ser de hecho comunistas, matiza esta actitud: «Alguien era comunista porque Berlinguer era una buena persona».