«O cambian las cosas, o la pesquería artesanal desaparecerá en un corto plazo de tiempo»
Iñaki Ibáñez, un pescador artesanal del Cantábrico, alerta sobre las amenazas que genera la pesquería industrial tanto para el sector artesanal como para la biodiversidad de las costas. Greenpeace también advierte de la granja acuícola que la empresa Balfegó pretende instalar en aguas de Getaria.
En una charla organizada por Greenpeace aprovechando la visita del buque Arctic Sunrise al Itsasmuseum de Bilbo, se han expuesto los problemas que genera la pesquería industrial para la biodiversidad de los océanos y las costas.
Desde Greenpeace han realizado durante los últimos años un trabajo con el sector pesquero artesanal para ver la problemática a la que se están enfrentando y ver las posibles soluciones para el sector. Según se subraya, cada año los pescadores tienen más dificultades para encontrar pescado en el mar, por los daños que causa la pesca industrial, el cambio climático, el aumento de la temperatura de las aguas y los cambios en las rutas migratorias de las especies.
«La flota industrial ejerce un gran poder y maneja a la Secretaría General de Pesca como si fuera una marioneta. No podemos permitir que la industria siga saqueando nuestros océanos y poniendo trabas a la hora de protegerlos», clama la organización ecologista, que pide una distribución de las capturas en beneficio de la pesca sostenible y las comunidades locales, incluyendo criterios sociales y ambientales.
Las penurias de una pesca artesanal a punto de desaparecer
Iñaki Ibáñez, un pescador artesanal del Cantábrico, ha expuesto en primera persona la precaria situación que vive su sector y como esto afecta esto a la biodiversidad costera.
Según cuenta, la costera del verdel, finalizada ya hace unas semanas, era hasta hace cuatro años la temporada más importante del año para los pescadores artesanales, que lo realizan sin redes, con anzuelo y uno a uno. «Teníamos un cupo limitado por barco y había para todos. Era una costera muy rentable económicamente para nosotros», explica.
Además, esta temporada, que dura entre dos y tres meses (antes algo más) servía para dar un «descanso biológico» a la costa. «Cuando nosotros estábamos al verdel, que es una especie pelágica, durante ese tiempo, por parte de la pesca artesanal, se podría decir que no había ningún otro aparejo en la costa; ni palangres, ni redes... De esta forma la costa descansaba. Autoimponíamos un descanso o paro biológico», explica Ibáñez. Algo parecido ocurría con la temporada del bonito, que comienza ahora.
Pero desde hace tres o cuatro años todo ha cambiado. Ibáñez denuncia que ha empezado una sobrepesca por parte de barcos industriales de hasta 120 metros de eslora que, con técnicas de arrastre pelágico, «arrasan con todo». «No solo pescan la mayoría del verdel o del atún, sino que, además, en sus redes acaban entrando muchas más especies que no quieren o no les valen para la venta y que acaban volviendo a tirar, muertas, al mar. Hacen un descarte abismal», denuncia.
«El stock actual de verdel en el Cantábrico es el 15% de lo que era antes. Lo que antes pescábamos en una hora, ahora lo hacemos en once»
Además, señala que estos buques, aparte de pescar en el Cantábrico, van ahasta las Islas Feroe (entre Noruega e Islandia), donde «se autoasignan cupos sin tener en cuenta los tratados de la Unión Europea», lo que hace que apenas haya verdel en el Cantábrico.
«Como consecuencia, el stock de verdel en el Cantábrico es el 15% de lo que era antes. Lo que antes pescábamos en una hora, ahora lo hacemos en once. Antes cada barco pescaba el 100% del cupo asignado sin ningún problema y ahora solo pescamos el 40% o 50%, e incluso hay pescadores que no llegan ni al 20%», alerta.
Ante esta escasez y la necesidad de pagar las facturas a final de mes, muchos pescadores artesanales abandonan la pesca del verdel y del bonito y se dedican a las redes por la costa o otras actividades, lo que hace que ese «paro biológico» que había antes desaparezca. «Muchas especies de demersales de la costa han decaído muchísimo, hay un retroceso brutal» señala Ibáñez.
Además, los pescadores artesanales no pueden competir en precios con las pesquerías industriales. «Las conserveras españolas prefieren abaratar costes y comprar bonito de arrastre aunque sea de peor calidad. Por otro lado, muchas veces, el mercado de frescos no es capaz de acoger todo el bonito que pescamos nosotros», indica.
Ante esta situación, Ibáñez asegura que el futuro la pesca artesanal está «muy complicado». «De seguir así, el relevo generacional casi mejor que no lo haya. O cambian mucho las cosas, o esta pesquería va a desaparecer en muy poco plazo de tiempo», concluye desalentado.
Granja acuícola en Getaria
Greenpeace también se ha mostrado contraria a la granja acuícola que la empresa Balfegó tiene previsto instalar frente a las costas de Getaria para el engorde de atún rojo en jaulas sumergibles. La instalación consiste en un entramado de 2 jaulas circulares de 50 metros de diámetro cada una.
Aunque la resolución publicada en el BOPV señala que «no se prevén efectos negativos significativos sobre el medio ambiente», Greenpeace denuncia que «generará impactos sobre los ecosistemas marinos de la zona y su biodiversidad, además de perjudicar al sector pesquero artesanal».
«Se trata de una industria insostenible que genera impactos como la contaminación por nitratos y químicos, y contribuye a la sobreexplotación de los océanos», señalan los ecologistas.