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Con la Tartan Army


Arrancó ayer en Alemania la Eurocopa de fútbol, y para quienes gustamos del deporte en general fue el pistoletazo de salida a un verano intenso, porque después llegará el Tour y esa cita maratoniana que son unos Juegos Olímpicos. A lo que cabe sumar, en mi caso, la temporada de remo y algún otro evento de menor eco.

En las horas previas al partido inaugural, entre los anfitriones y la siempre aguerrida Escocia circulaban por las redes multitud de vídeos de los bulliciosos seguidores de la Tartan Army, dándolo todo en las calles Múnich con sus gaitas, sus cánticos –recordando incluso el célebre partido de Maradona eliminando a Inglaterra en México’86– y sus faldas de cuadros. Y las cervezas y el whisky, claro, que no falte de beber.

Decía Mark Renton (Ewan McGregor) en “Trainspotting” que «es una mierda ser escocés, somos lo más bajo de entre lo más bajo, la escoria de la puta tierra, la basura más servil, miserable y más patética jamás salida del culo de la civilización (…) Estamos colonizados por unos soplapollas, ni siquiera encontramos una cultura decente que nos colonice».

No seré yo, desde la lejanía y el desconocimiento sobre el día a día en el brumoso norte, quien le lleve la contraria. Seguro que tampoco atan los perros con longanizas, pero quienes guardamos en un cajón una camiseta verde con ribetes rojos y blancos que vestimos de vez en cuando no podemos dejar de verles con sana envidia y recordar que hasta selecciones como Gibraltar, Islas Feroe o Kosovo tomaron parte en la fase de clasificación.

Viendo ciertas actitudes, dan ganas de tirar la toalla y resignarse, un debate que ya viene de lejos sobre lo que se dice y lo que se hace, pero cuando pensamos que las realidades son inmutables, que no hay nada que hacer, solo tenemos que echar un vistazo al listado de equipos que jugaron las eliminatorias previas a este torneo para comprobar que más de veinte de esas selecciones no existían hace medio siglo y que el equipo anfitrión estaba dividido en dos.