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Autodevaluación de un programa, la pantalla naif y un gesto de mala educación

El lehendakari en funciones entra en el pleno después del discurso de Pello Otxandiano. (NAIZ)

La esencia de un pleno de investidura es que el candidato favorito sume los apoyos del Parlamento en base al programa que somete a votación, mientras que al opositor se le concede ese «minuto de gloria» (más de hora y media en realidad) para que pueda contar a la audiencia sus propuestas, en su esperanza de ganar puntos en el electorado. El favorito hace una apuesta de presente (aunque pueda sonar a antiguo), mientras que el alternativo hace una inversión de futuro.

Pero tal y como están las cosas en la CAV, lo que esta mañana de jueves ha contado el candidato del pacto de la mayoría absoluta, Imanol Pradales, daba exactamente igual. El resultado de la votación va a ser el conocido dijera lo que dijese.

En este sentido, la decisión de los augures comunicativos de PNV y PSE, de no dar a conocer el programa de gobierno que tenían pactado, por «estrategia política», según Eneko Andueza, y por «no dar 24 horas a la oposición para que nos busque las vueltas», en palabras de Andoni Ortuzar, es una confesión de debilidad. ¿De verdad que ven su propio programa tan insolvente como para no aguantar el ser conocido con anterioridad? No ha sido para tanto.

Ahora que ya conocemos las concreciones de su discurso, prácticamente todo da igual. Por un lado, porque hubiera prometido lo que hubiera prometido, Imanol Pradales tiene garantizados los votos de los partidos que lo han presentado y lo apoyan, que no es solo el PNV sino también el PSE que decía no fiarse de él. En segundo lugar, porque la mayoría de las apuestas hechas por el candidato, de una u otra forma, ya las escuchamos en 2020 y en 2016, y la situación de Osakidetza, la de la vivienda, la de los cuidados y todas esas «prioridades» ya ha podido comprobar la ciudadanía en qué situación están. Y no cabe olvidar que son los mismos que ahora proponen soluciones los que las han gestionado durante los últimos doce años.Y qué decir del autogobierno, donde parece que vamos hacia atrás. Recordemos que Iñigo Urkullu iba a convocar una consulta sobre el nuevo estatus en 2015. Del nuevo estatus ya ni habla el próximo inquilino de Ajuria Enea.

Así que ante esta realidad, el discurso de oferta de acuerdos de Pello Otxandiano, su apuesta por una nueva gobernanza, resulta bienintencionado pero suena un tanto naif, como si estuviera en una pantalla que todavía no ha llegado, al menos a la CAV. Pero la realidad actual es que el empate a 27 escaños de EH Bildu con el PNV también era una pantalla inesperada para 2024.

Y ese nuevo escenario de crecimiento de la izquierda soberanista y donde él ya no es el protagonista por decisión de su propio partido, parece que se le ha atragantado al todavía lehendakari en funciones, Iñigo Urkullu. El 14 de mayo corrigió a última hora su decisión de convocar un Consejo de Gobierno coincidiendo con el pleno de constitución del Parlamento, lo que hubiera conllevado su ausencia en la Cámara, y la de todos sus consejeros y consejeras, salvo los dos que además son parlamentarias. Pero esta mañana Urkullu ha decidido dejar su impronta. Ha llegado al edificio casi una hora tarde y no ha entrado en el salón de plenos hasta que el candidato de EH Bildu, Pello Otxandiano, ha terminado su discurso y cuando Imanol Pradales estaba ya en la tribuna de oradores. Suena a pataleta y demuestra poco respeto institucional, ese que él tantas veces ha reclamado.