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Treinta jóvenes siguen la pista al exilio republicano

La Ruta al Exilio, un proyecto de concienciación en el que participan treinta jóvenes, ha arrancado esta semana en Nafarroa. A lo largo de 15 días, han visitado los enclaves navarros más significativos para después cruzar la muga hacia Urepel y Gurs. Próximamente, harán la reentrada por Catalunya. 

Los jóvenes hacen un alto en el camino. (Celia DOSAL)

Los libros de historia suelen equivocarse al fechar en el año 1939 el inicio del exilio de los librepensadores, los combatientes del fascismo y sus familias. Su error es obviar la bestialidad de la represión en Nafarroa, donde los no afectos al régimen, incapaces de defenderse, tuvieron que escapar y esconderse (incluso dentro de un reloj) desde el mismo momento en el que Emilio Mola proclamó el golpe de estado desde la capital navarra en julio de hace 88 años. A lo largo de dos semanas, una treintena de jóvenes están aprendiendo esta amarga verdad en una forma única.

Nafarroa constituye para ellos el inicio de un viaje de quince días en los que trabajarán esa represión y esa huida a lo largo de escenarios de Nafarroa, Iparralde, el Estado francés y Catalunya. Esta aventura, denominada Ruta Hacia el Exilio es una iniciativa financiada por el Ministerio de Juventud y las administraciones de Nafarroa (incluido el Instituto de la Memoria) y Catalunya.

«Hemos realizado cuatro ediciones y esta es la segunda vez que arrancamos desde Navarra», explica Anna Pastor, la coordinadora pedagógica de la iniciativa.

«Venimos hasta aquí para que los participantes entiendan que la represión no se comportó de la misma forma en Navarra que en Madrid o Barcelona. En Navarra la carga represiva fue muy fuerte desde el primer momento. Y hay que entender cómo fue esa represión para poder comprender qué fue la guerra y, luego, el franquismo», continúa esta particular guía.

«En Navarra la carga represiva fue muy fuerte desde el primer momento. Hay que entender esa represión para poder comprender la guerra», asegura Pastor. 

Los treinta adolescentes que toman parte de esta Ruta Hacia el Exilio fueron seleccionados después de presentarse candidatos enviando un vídeo en el que se presentaban a sí mismos junto al proyecto creativo que pretendían realizar durante el viaje. Entre ellos se encuentra Miren Lekue, de Bilbo, que propuso hacer una suerte de diario con poemas e imágenes.

«Claro que sabes qué fue la Guerra Civil, pero en el fondo, no es que sepas nada. Solo lo que te cuentan. Aquí, caminando por Iruñea, viendo los sitios donde estaban los centros de concentración, lo sientes más cerca», asegura Lekue.

Por el camino de Jovino hasta urepel

La joven vizcaina se enroló en el viaje ilusionada con la promesa de cruzar la frontera como hacían los mugalaris. En el momento de hablar con este periódico, no sabía cómo iba a suceder. Los monitores de la Ruta al Exilio juegan con la sorpresa y les mantienen en vilo hasta el último momento. Los viajeros no saben qué les espera al día siguiente hasta la noche previa y, a veces, ni siquiera eso.

La muga, al final, la cruzaron por donde lo hizo Jovino Fernández, uno de los prisioneros que lograron completar la gran fuga de Ezkaba, en la que se escaparon casi 800 presos, pero todos ellos salvo tres (el citado Fernández, Valentín Lorenzo y José Marinero) acabaron recapturados o muertos (221 fueron cazados por los montes y ejecutados).

Emulando a los mugalaris en la marcha nocturna. (Celia DOSAL)

Una vez alcanzada la salvación en Urepel, los participantes de la Ruta al Exilio visitaron la estatua que el Instituto Navarro de la Memoria, dedicó a ese preso leonés.
Inar Fuentes, de Lizarra, comenta que, pese a la dureza emotiva del viaje que están realizando, se lo están pasando realmente bien, que «hay buen ambiente» en el grupo que acaban de conformar.

«Al final, como soy navarro, todo me suena un poco más, pero todo lo sabes por encima y nada en profundidad», comenta. Fuentes cree que más adelante, en Catalunya, todo será diferente. En cualquier caso, el contraste de la primera visita a Iruñea le impactó.

«Acabo estar en sanfermines. Ahora las calles me han cambiado. Todo se vuelve extraño, raro», confiesa el joven.

Su visita a la capital navarra, que estos días aún sigue lavando sus calles tras la vorágine sanferminera, incluyó puntos como el campo de concentración de la Merced, convento que fue demolido y del que ya no queda nada salvo decenas de «tropezones» (nombre popular de las placas atornilladas al adoquinado con los nombres de los que mataron los golpistas que jalonan Alde Zaharra).

Comprobaron cómo desaparición del convento de la Merced, que fue campo de concentración, trajo un vacío de memoria.

Aprovecharon esta desaparición para reflexionar qué supone la ausencia de memoria. Preguntaron a viandantes sobre si sabían de las brutalidades cometidas en la Merced y comprobaron que la inmensa mayoría lo desconocía por completo.

Luego, avanzando por Carlos III, la gran avenida peatonal de Iruñea, se dieron de bruces con la antítesis de la ausencia de memoria: el Monumento a los Caídos. Allí iniciaron el debate sobre si había que tirarlo o no y, también, qué supone para una ciudad que un edificio en memoria del fascismo ocupe semejante cantidad de espacio público.

Lo que les queda por ver y aprender

«Para mí, uno de los pilares que deben aprender en este viaje es el exterminio ideológico que supuso la guerra. La desaparición de los ateneos obreros, de organizaciones feministas, y de alternativas al capitalismo radicalmente distintas entre sí: anarquistas, comunistas. No era un bando y otro, sino que en lo que desapareció había un sinfín de propuestas diferentes».
Pero, para aprender esto, todavía les resta camino. Tras conocer la Iruñea de los cautivos, la sima de Legarrea y la ruta de Jovino alojados en Arazuri y Bera, los treinta participantes prosiguieron por el campo de refugiados de Gurs.

En Iparralde homenajearán a Casilda Hernáez y, después, como tantos exiliados, harán su reentrada por Catalunya, donde les esperan el Memorial del Exilio (MUME), el campo de concentración de Rivesaltes y distintos talleres con expertos en temas de memoria y, en el lado norte de esa muga, se encontrarán con la asociación de los descendientes de aquellos republicanos que se afincaron en el Estado francés tras el triunfo del bando fascista.