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¿Cómo es adentrarse con antorchas en la cueva vasca con más arte paleolítico?

La cueva de Atxurra, donde se encontraron 113 figuras animales, ha sido objeto de un proyecto pionero de realidad virtual que permite acceder a sus catorce salas con una simulación realista de luces de antorchas, humo y lámparas de tuétano. Verlo todo como hace 12.500 años. 

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Cierra los ojos y trae a tu mente la imagen de una pintura rupestre. ¿Qué es? Probablemente un bisonte trazado en ocre y carbón, acaso un uro, un caballo o una escena de caza completa con lanzas y flechitas. ¿O ha sido una mano soplada? Da igual. Todas las estás imaginando mal. Y de eso trata esta investigación.

La cueva Atxurra de Berriatua es, por número de dibujos y grabados, la más importante de Euskal Herria en lo referente al arte paleolítico. En sus tres kilómetros de intrincadas galerías se han encontrado caballos, bisontes y uros. También cabras (salvajes, claro, faltaban como mínimo un par de milenios para que se domesticaran las primeras).

Son 113 figuras en total. La primera de ellas se encontró en 2016. La inmensa mayoría están grabadas en la pared con herramientas de sílex, aunque hay bastantes en las que se emplea también pintura negra, carbón. Aunque lamentablemente, el estado de conservación de los trazos a carbón no es hoy el mejor.

El hallazgo que ha hecho especial, sin embargo, a esta cueva estaba en el suelo. «En Atxurra encontramos restos de hogueras y de carbones relacionados con las antorchas y también una lámpara de grasa de tuétano», comenta el investigador Diego Garate de la Universidad de Cantabria, quien (junto con espeleólogo Iñaki Intxaurbe) encontró las pinturas hace ocho años.

Arqueólogos documentando las pinturas en Atxurra. (Diego GARATE/FOKU)

Las catorce zonas decoradas de Atxurra se encuentran en espacios realmente recónditos del complejo de galerías. El equipo de Garate y Ríos Garaizar llevaba tiempo investigando esta cueva donde se habían documentado la presencia de grupos paleolíticos desde finales del XIX y que ya había interesado también a Miguel de Barandiaran hace aproximadamente cien. 

La clave para que los 113 animales aparecieran fue desplazar las exploraciones de la galería principal a los espacios laterales y en altura. Entonces sí, escondido, oculto, apareció el arte, rompiendo además con el mito del «vacío vasco» del arte rupestre. 

Las representaciones animales no aparecieron en la galería principal, sino en espacios laterales y en altura.

Volviendo al pequeño ejercicio con el que arrancaba el artículo. Las imágenes que, por lo general, se tienen del arte rupestre siempre tienen una buena luz. O bien porque se encuentran iluminadas ex profeso o porque son fotografías muy cuidadas para captar todos los detalles. 

Pero esos lugares jamás estuvieron así iluminados. La luz había que llevarla. Los dibujos, por tanto, emergían siempre rojos, fantasmagóricos, ante las luces pobres y titilantes que solo iluminan fragmentos de pared. 

Y justo en Atxurra los investigadores dieron con los elementos necesarios para recrear esas condiciones de iluminación. Analizaron los carbones que cayeron de las antorchas y esa piedra con centro cóncavo que resultó ser la lámpara de tuétano. 

Uno de los grabados hallados en Atxurra. (Diego GARATE)

«Vimos que la antorcha estaba hecha con enebro y pino e hicimos un experimento. Secamos enebros y pinos y fabricamos una réplica de esas antorchas y nos metimos con ella a otra cueva de Lekeitio que no tiene ningún resto que pudiéramos dañar y que utilizamos como laboratorio experimental en convenio con el Ayuntamiento», explica Garate. 

Comprobaron que, con aquel instrumental, los misteriosos artistas que la decoraron hace entre 14.500 y 12.500 años (Magdaleniense Medio y Superior) apenas podían distinguir lo que había tres metros más allá y «todo se veía en tonos rojizos». Y se toparon con otro problema añadido: la gestión del humo. 

Recreación de cómo se verían los grabados a la luz de las antorchas de enebro y pino.

«El pino y el enebro sueltan muchísimo humo y adentrarse en una cueva así implica acceder a espacios muy pequeños. El humo es asfixiante y de olor fuerte. Te intoxicas», relata María Ángeles Medina, experta en el estudio de los carbones.

Por contra, vieron que el tuétano se parecía más a una vela y desprendía mucho menos humo, haciendo de la lamparita un instrumento mucho más adecuado para decorar espacios más pequeños o con techos bajos. 

Programa empleado para la simulación de la luz generada por las antorchas experimentales.

¿Alguien, tras leer el primer párrafo, se imaginó el bisonte, el uro, el caballo o la mano soplada sobre una pared roja y envuelta en humo? Si así ha sido, enhorabuena.

De la realidad al mundo virtual

A partir de ese momento, venía lo complicado. Acceder con antorchas humeantes a una cueva con pinturas y grabados de hace 12.500 años constituía una gran irresponsabilidad por el daño que se le puede causar a semejante patrimonio.

Había que dar con otra vía y la encontraron con en la realidad virtual y la tecnología desarrollada para los videojuegos, concretamente, el motor gráfico Unreal Engine 5 que se testeó en el videojuego Fortnite y que, lanzado en 2022, es el más avanzado hasta la fecha. 

Recreación en 3D de la morfología de las galerías de Atxurra. (Diego GARATE)

El Unreal Engine 5 permitió al arqueólogo Antonio Torres simular con precisión las luces que emitían las antorchas experimentales y la lamparita de tuétano. Solo faltaba, pues, la propia cueva.

Llevar la parte explorada por los paleolíticos de las galerías de Atxurra se realizó con instrumentos de medición láser que crearon un esqueleto en 3D de la morfología de la cueva, según explica Garate, con un nivel de precisión milimétrica. 

El esqueleto se vistió después con una técnica llamada fotogrametría que, combinando miles y miles de imágenes tomadas en la cueva, es capaz de desplegarse sobre el esqueleto previamente escaneado y dotarlo de textura. Tal y como se hace en un videojuego realista. 

Composición de la cueva con las texturas de la pared y el arte rupestre encontrado. (Diego GARATE)

El traslado de la morfología de Atxurra a la realidad virtual ha sido tan preciso que incluso les permitió modelizar qué ocurre con el humo en cada punto cueva: hacia donde va, cuánto tarda una antorcha en convertir una sala concreta en irrespirable, en qué lugares se forma una chimenea natural que se lleva los gases de la combustión y permite permanecer allá más tiempo...

Todo ello corroboró que los pintores paleolíticos, pese a tener unas herramientas de iluminación ciertamente pobres, tenían un manejo de las mismas increíblemente desarrollado. Conocer estas limitaciones y estas pericias ayuda, además, a determinar por qué unas zonas son más proclives a ser decoradas que otras. 

Uno de los bisontes en la Atxurra virtual.

Como última ventaja antes de pasar a lo mejor de todo, una vez que tuvieron la cueva modelada en 3D, con asesoramiento de geólogos, fueron capaces de cambiar su forma (sus posos de sedimentos, el tamaño de sus estalactitas...) de modo y manera que la Atxurra virtual adoptó su forma de hace 12.500 años. 

Todo esto es excepcional. No se había realizado en ninguna otra parte, hasta la fecha, un ejercicio de recreación de cómo veían sus decoraciones sus propios autores tan preciso como el de Atxurra (y otras dos cuevas malagueñas que forman parte del proyecto). 

Sala con pinturas equinas con las hogueras colocadas donde se encontraron los restos.

Y, ahora sí, lo mejor. Vamos a poder entrar en Atxurra todos los que queramos. Virtualmente, claro. Por el momento, en el ayuntamiento de Lekeitio, entre sus actividades para la difusión de su Patrimonio, está incluyendo este verano el uso de gafas de realidad virtual para entrar con antorchas a la Atxurra de hace más de 12.500 años. 

Según adelanta Garate, el proyecto que ha avalado todo este trabajo y que financia el Ministerio de Ciencia, acaba a finales de año. Para esa fecha, la recreación virtual de Atxurra, junto con otras dos cuevas de Málaga, se colgará para que pueda ser descargada como una aplicación para el móvil.