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Josu Jon Imaz e Iñigo Urkullu han sido más determinantes que Iruñea y Zestoa

El impacto en la actual estrategia del PNV de las maniobras de Josu Jon Imaz e Iñigo Urkullu es superior al de los congresos de Iruñea y Zestoa, y supusieron un giro que podría considerarse que contradice la ponencia aprobada en 2007, que nadie parece recordar, aunque que sigue oficialmente vigente.

Ariztondo, Ibarretxe, Imaz, Urkullu y Egibar, entre otros miembros del PNV. (FOKU)

El PNV puso en marcha hace ya unas semanas su proceso de renovación interna, que echará a andar formalmente en el Alderdi Eguna del 29 de septiembre y que culminará en una Asamblea General a primeros del 2025, cuando habrán de elegirse los nuevos órganos de dirección.

El presidente del EBB, Andoni Ortuzar, no ha dicho todavía públicamente si va a optar a otra reelección, aunque dejó caer en su momento, tras el relevo de Iñigo Urkullu, que los tiempos de las instituciones y del partido no son los mismos y planteó que hacer todos los cambios a la vez podría no ser conveniente.

A tenor de lo escrito recientemente por el burukide Koldo Mediavilla, «la herramienta que creara Sabino Arana necesita pasar la ITV. Actualizar y ratificar sus principios doctrinales y presentar un perfil socioeconómico y cultural acorde a los nuevos tiempos». Y explica que el PNV «necesita encontrar un nuevo punto de equilibrio interno que le haga ágil, eficaz en las decisiones y, al mismo tiempo, que tenga una comunicación fluida y rápida con su base militante para que desde medios ajenos no interfieran en el necesario diálogo interno».

Y, a su entender, «necesita, para hacer frente a todo este reto, nuevos equipos humanos que piloten el cambio. Alderdikides que lleguen con nuevos bríos, nuevas ideas y con ganas de servir a una organización creada y formada para la libertad de Euskadi y el bienestar de su gente».

Iruñea y Zestoa

El pasado 31 de julio, en el acto de celebración del 129 aniversario de la creación del PNV, el presidente del EBB dijo que «es el momento, de volver a darle una nueva respuesta desde el partido a todo el país. De partido a pueblo, un nuevo vínculo con la sociedad vasca de hoy. Lo hicimos en Iruña en el 77; lo logramos en las difíciles condiciones de la Asamblea de Zestoa, tras la escisión, en 1987; y ahora toca también volver a acertar, volver a tocar la tecla que reactive a nuestro Partido y fortalezca su nexo de unión con la sociedad vasca. Y toca también elegir a las personas de nuestra organización que deberán conducirnos a este viaje al futuro».

Ortuzar: «Lo hicimos en Iruña en el 77; lo logramos en la Asamblea de Zestoa, tras la escisión, en 1987; y ahora toca también volver a acertar». 

Las referencias a esas dos citas están siendo constantes. Koldo Mediavilla también las recordaba.  En su blog particular y en ‘Deia’ escribía que «tras la muerte del dictador, el PNV emergió y puso a punto su organización e ideario frente a quienes abogaban por la ruptura y el enfrentamiento con el Estado. La asamblea de Iruña de 1977 supuso el punto y seguido de la historia del PNV. Punto y seguido para una construcción nacional posibilista, gradual, pero sin renuncias».

Y el burukide añadía que «diez años más tarde –julio 1987– y tras las heridas de una escisión acaecida en los momentos de mayor respaldo popular de la sociedad vasca hacia el nacionalismo democrático, el PNV se citaba en una nueva asamblea, trascendente para su futuro ulterior. En Zestoa, el PNV se definía como ‘partido popular y de masas’ en contraposición a las formaciones de clase o de élites. Un partido ‘aconfesional y humanista’ y ‘abierto a todos los vascos’ y al ‘progreso y a todos los movimientos de avance de la civilización que redunden en beneficio del ser humano’. En lo ideológico, el PNV ratificaba su ser fundacional que ‘tiene como objetivo la liberación de Euskadi’».

Imaz, 2007, Urkullu

Pero 1987 es una referencia demasiado antigua para tomarla en 2024. En medio, han pasado muchas cosas. También en el PNV. El convulso relevo de Xabier Arzalluz, las legislaturas de Juan José Ibarretxe, el cambio de rumbo que intentó Josu Jon Imaz, que volvió a poner al PNV al borde del abismo como fórmula para que sus propuestas acabaran triunfando de la mano de Iñigo Urkullu, primero como presidente del EBB y después como lehendakari.

Imaz llevó al partido al borde del abismo, pero su maniobra acabó con el éxito de que Urkullu pusiera en práctica sus propuestas en cuanto López relevó a Ibarretxe. 

El sector de los Jobubis (jóvenes burukides vizcainos) se hicieron adultos y entendieron que Xabier Arzalluz había entregado a Juan Jose Ibarretxe el liderazgo del partido. Y ni a Iñigo Urkullu y los suyos, ni a Josu Jon Imaz, al que encontraron por el camino, les gustaba ni la acumulación de fuerzas abertzales, ni la ruptura con PSOE y PP, que sí que apoyaba Joseba Egibar.

A mediados de 2007, el lehendakari Ibarretxe defendía su consulta, contra la que el presidente del EBB, Josu Jon Imaz, se pronunció abiertamente en el artículo titulado ‘No imponer, no impedir’, que envió el 15 de julio de 2007 a varios diarios, entre los que no estaba GARA. Allí escribía que «una consulta ciudadana planteada como escenario de acumulación de fuerzas para una confrontación política es muy discutible, y desde luego contraria al espíritu y a la letra de la posición de EAJ-PNV». Aseguraba que sería aprovechada por ETA.

Ante ello, en agosto, Ibarretxe convocó a una reunión al presidente del ABB, Iñaki Gerenabarrena, del GBB, Joseba Egibar, y el del BBB, Iñigo Urkullu, que, viéndose en minoría, acudió acompañado de la secretaria del EBB, Josune Ariztondo. Pidió unidad. El rechazo de Imaz a una consulta no pactada con el Estado dejaba al lehendakari sin el eje central de sus planes para lo que quedaba de legislatura y así se lo hizo ver a los burukides mientras se preparaba la ponencia política.

Finalmente, la ponencia política se aprobó en septiembre por el EBB y, aunque no coincidía con el programa de gobierno de Ibarretxe, le daba margen de juego. Sin embargo, su apoyo a una eventual consulta unilateral contradecía totalmente las tesis de Imaz.

Y el presidente del EBB reaccionó el 13 de septiembre anunciando públicamente que no se presentaría a la reelección. Dijo que para no dañar la unidad del partido. Consideraba que no podía defender una tesis que no eran las suyas.

Pero su movimiento tuvo éxito. Al día siguiente en GARA ya escribíamos que «resulta difícil pensar que Iñigo Urkullu sea un candidato de consenso, el mirlo blanco de la tercera vía. Él es parte interesada. Aupó a Imaz en 2003. Otra cosa es que encabece una lista única con un nuevo y pactado equilibrio de fuerzas».

Y así fue. Tras la comunicación de Josu Jon Imaz, su entonces principal contrapeso en el partido, Joseba Egibar, anunciaba el 18 de septiembre al GBB que no optaría a presidir el EBB, porque había un acuerdo sobre «la ponencia, la estrategia política y la composición» de la dirección.

En diciembre, Iñigo Urkullu fue elegido presidente del EBB sin oposición, y allí mismo comenzó el entierro del llamado «sector guipuzcoano» del PNV.

Urkullu, lehendakari

Entre ese final de 2007 y la llegada de Patxi López a Ajuria Enea, Iñigo Urkullu tuvo que cohabitar como presidente del EBB con Juan José Ibarretxe como lehendakari. Una convivencia difícil. «Mi relación con Ibarretxe la vivo con muchas dificultades. Hay muchos días en los que tengo que hacer actos de fe para que sigamos unidos y tengamos una mínima cohesión para salir dignamente de esta situación de cara al futuro», le confesó a la periodista María Antonia Iglesias.

López, Urkullu y Ortuzar. (Raul BOGAJO | FOKU)

Urkullu es un firme defensor de romper los lazos con la izquierda abertzale y abrirse a los pactos con el PSE. Después de ser elegido lehendakari, se olvidó pronto de que Patxi López les echó de Ajuria Enea con la ilegalización y el apoyo del PP, y hasta de que había tumbado su primer intento de presupuesto.

Tampoco tuvo empacho en criticar el mandato de Ibarretxe y alabar el anterior de Ardanza. El 16 de septiembre de 2013, volvía a abrazar al PSE y comenzó así un matrimonio que dura ya más de diez años, que hicieron suyo Andoni Ortuzar y su equipo, y que ahora ha adoptado Imanol Pradales. No olvidemos que el actual lehendakari tenía su socio elegido y ni siquiera habló con otros antes de firmar su pacto.

Amiguismo y endogamia

El impacto en la actual estrategia del PNV de las maniobras de Imaz y Urkullu, es superior al de los congresos de Iruñea y Zestoa, hasta el punto de que ya nadie se acuerda de la ponencia política de 2007, oficialmente vigente.

Que un partido no renueve su ponencia en 17 años quizá explique que, a ojos de un sector social y de algunos del propio partido, el problema actual del PNV es haber caído en un estado de endogamia, amiguismo y, en no pocas ocasiones, soberbia. Mantiene reflejos internos de actuación que no pueden evitar a pesar de haber dicho que le son contraproducentes.

Y no está claro que una forma de vivir y de hacer política pueda corregirse en seis meses o en un congreso, sobre todo si quienes pilotan el supuesto giro de la nave son quienes le han llevado a donde está.