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Interview
Gema Varona
Presidenta de la Asociación Mundial de Victimología

«Muchísimas personas reúnen los perfiles de víctima y victimario»

Gema Varona es doctora en Derecho Penal por la UPV/EHU desde 1997, diplomada en Criminología y máster en Sociología Jurídica, y ha desarrollado toda su carrera científica en esta misma universidad, en la que es Investigadora Doctora permanente.

Gema Varona, en su despacho del Instituto Vasco de Criminología. (Jon URBE | FOKU)

La directora del Instituto Vasco de Criminología, Gema Varona, regresó de Gujarat, en India, hace tres semanas. Allí sus colegas la nombraron presidenta de la Asociación Mundial de Victimología. Al aterrizar, nos pidió unos días de margen, porque a sus nuevas responsabilidades se sumaba el lío del inicio del curso. Pero ya estamos en su despacho, aparenta tener mesas de color blanco, aunque apenas se ven de tanto libro apilado.

Venimos a felicitarla. ¿O acaso a compadecernos? Pues este tipo de puestos generan mucho trabajo.

Bueno... es un honor. No estaba en mi radar presentarme, pero me lo pidieron, accedí y tuve esos apoyos. Estoy muy agradecida. Es un buen momento para mí: mis tres hijos han crecido, mi madre está bien y mi padre ya murió. Podré dedicarle el tiempo. Lo veo como un reconocimiento para el IVAC y la universidad. Estoy aquí, porque antes de mí ha habido otros.

Con ganas, entonces.

Muchas, muchas ganas de hacer cosas con otros países. La universidad es ese foro donde no importan las fronteras. Y en nuestro terreno, casi tampoco importan las disciplinas. Puedes hacer victimología con un neurocientífico, una geógrafa, un jurista, una psicóloga social... La Asociación Mundial permite conectar trabajos con compañeros de América Latina, de África, de Indonesia...  ¿Cómo no voy a tener ganas?

Me alegro, la verdad.

No te niego que también he tenido que hacer actas y cosas burocráticas, que me gusta bastante menos. Pero bueno, en el Comité Ejecutivo estamos muchos compañeros de distintos países, ya nos apoyaremos.

¿Las víctimas son iguales en cualquier parte?

No. No es lo mismo la violencia de género o el abuso aquí que en Somalia, en EEUU o en Australia. Eso sí, en las entrevistas en profundidad surgen elementos comunes y siendo contextos diferentes, todas las víctimas hablan de elementos similares. Quejas por el sistema penal, victimización secundaria, justicia restaurativa...

Le he escuchado otras veces decir que las víctimas siempre son incómodas, porque nos piden que hagamos cosas por ellas.

Las víctimas lo que quieren es dejar de ser víctimas. Quieren que ese hecho deje de colonizar sus vidas para así continuar lo mejor que puedan y vivir lo más plenamente posible.

¿Acaso pueden?

Cuando has sufrido algo particularmente gravoso, como el asesinato de un familiar, puede que tengas una incapacidad de por vida. O que sufras una depresión y te tengas que tratar siempre. Ya no vas a vivir la vida de antes. Un suceso puede romperte la vida en dos, afecta a la identidad y a tu sensación de seguridad en el mundo, a la confianza que uno tiene en los demás. De ahí que tengas que reinventarte y para ello generes expectativas. Esperas algo de la sociedad, le pidas que te escuche, que se encuentre al responsable y que se pongan medidas para que no vuelva a suceder.

«Las víctimas esperan de la sociedad que les escuche, que se dé con el responsable y que se pongan medidas para que no vuelva a suceder»

Hace no tanto, asistí a la ceremonia del primer reconocimiento oficial en Nafarroa a víctimas de tortura y violencia policial. Fue sencilla, solemne. Sonaba un violín, se dijeron palabras bonitas. Ese reconocimiento se logró tras décadas de lucha e incomprensión. Y, sin embargo, no sentí que aquello fuera punto y final de nada.

Alguna vez me han preguntado: «¿Gema, cuándo se cierra esto?». Creo que es una forma errónea de plantearlo. El pasado crea las condiciones del presente. Estamos aquí, porque han pasado unas cosas anteriormente. Cuando caminamos por una calle no vemos todo lo que ha sucedido allí a lo largo del tiempo, pero de algún modo está. Es lo que decía Walter Benjamin de que los fantasmas del pasado crean las condiciones del presente.
 
En Iruñea, en 2022, se terminó un memorial sobre los cautivos de la guerra del 36. Familiares depositaron bajo una losa de piedra urnas con tierra traída de fosas comunes. Eran nietos ya.

Hay víctimas directas y víctimas indirectas. Los nietos son víctimas indirectas. Y en ese caso concreto, además, ha habido impunidad. El tiempo de las víctimas funciona de forma diferente. Es lo contrario a un proceso penal. En un juicio todo gira en aclarar qué ocurrió en un instante preciso, de segundos, a veces. El tiempo de las víctimas de hechos muy gravosos es el «siempre» y puede trascender generaciones. De ahí surge, lógicamente, el derecho a la memoria. Fíjate que muchos de esos monolitos los impulsan las propias víctimas o sus asociaciones. Surgen de forma espontánea. Y eso lo que nos quiere decir que las víctimas necesitan esos reconocimientos y que forman parte de su duelo.

Gema Varona forma lleva diez años al frente del IVAC. (Jon URBE | FOKU)


¿Y la indemnización?

La muerte es algo irreparable. A menudo las víctimas no quieren la indemnización económica por la muerte de un familiar, pues entienden que se les está diciendo que la vida de su ser querido valía tanto. La compensación económica, sin embargo, tiene que estar. Forma parte del reconocimiento y es legítima. Esto vale para los abusos sexuales de la Iglesia. Muchas víctimas han necesitado terapias. La compensación económica debe existir para ellas.

Uno de los problemas de las víctimas es que, en muchos de los casos, no son como creemos que deben ser.

De manera irracional pensamos que hay víctimas que se merecen esa condición más que otras. Es más fácil obtener el reconocimiento, si entras en el perfil de víctima ideal. La percepción cambia según la sociedad, la cultura... Si ocupabas un lugar respetable o eres un niño y te violan, va a ser distinto de si eras una trabajadora del sexo. Y, sin embargo, nadie merece que le violen.

Aquí tenemos la cuestión irresuelta de las víctimas que han sido victimarios.

La victimología no es una disciplina para crear identidades y, mucho menos, identidades antagónicas. Muchísimas personas pueden reunir simultáneamente el rol de víctima y victimario. Esto ocurre todos los días en las típicas riñas de fin de semana con consumo de alcohol y drogas, donde se enzarzan en una pelea con agresiones cruzadas. Además, también se da el caso de que esos roles no se adoptan de forma simultánea. Esto es, que alguien primero es víctima y luego, victimario. Puede ser que alguien quiera tomarse la venganza por su mano, por ejemplo. Hay víctimas de trata que sabemos que luego entran en la organización para captar otras mujeres. Tenemos, también, organizaciones que se dedican al crimen organizado que son después víctimas de crímenes de otras organizaciones. Podemos añadir aquí, si quieres, el matiz político. Y hay fenómenos como el que sucede en barrios con mucha delincuencia. Cuando hacemos encuestas de victimización a personas que cometen delitos en esas zonas, vemos que a su vez son, o han sido, víctimas de otros delitos.

«Hay víctimas de trata que sabemos que luego entran en la organización para captar otras mujeres»

¿En qué puede ayudarnos con esto la victimología?

Lo que hemos aprendido y es importante saber es que ser víctima no es una identidad.  El cometer un delito o el que el delito se cometa un delito contra ti es algo que simplemente ocurre. Evidentemente, el que comete un delito tiene una responsabilidad social. Lo trascendente es qué hacemos después como sociedad para que esa persona no vuelva a cometer un delito y para que se haga responsable. Pero, del mismo modo, la sociedad tiene una deuda para con las víctimas, que es la de la solidaridad. Y esto ha de traducirse también en el reconocimiento de sus derechos.

Le confieso que todo lo que me dice me suena muy razonable y, al mismo tiempo, un poco extraño.

Probablemente sea porque los derechos de la víctima han venido mucho más tarde que los derechos del acusado. El sistema penal se construye para que sea un sistema sin acusaciones falsas. Nació para hacer frente al sistema de justicia de la Edad Media. Aunque a veces no se cumpla e inocentes acaben en la cárcel, todo se centró en que el Estado no cometiera abusos de poder contra el acusado, para que existieran garantías, para que no se aplicara la tortura, para buscar la reinserción. Y tuvo sentido, pero olvidaron a la víctima.

¿Para cuándo, entonces, un cambio en ese paradigma?

La primera Declaración de Derechos de las Víctimas y todo tipo delito desde Naciones Unidas del año 1985. El primer conjunto de derechos en la Unión Europea no llegó hasta el año 2012 con una directiva que se transpone por el Estado español en 2015. Como ves, todo es muy reciente. Ahora debemos construir un sistema penal que no ponga las garantías de uno en oposición a las del otro. Habrá tensiones que deberán resolver los jueces, pero, por ejemplo, en los casos de violencia sexual, debemos respetar la presunción de inocencia al mismo tiempo que respetamos los derechos de las víctimas. O, por lo menos, no hacerles más daño en el proceso penal. Que la víctima tenga derecho a la información, que disponga de acceso al apoyo psicológico, de asistencia jurídica gratuita... En esa directiva de 2012, se recogía el derecho a un trato respetuoso y no discriminatorio. ¡A qué punto han llegado las cosas para que, en 2012, tuvieran que dejar por escrito que la víctima merece respeto!