«El Ejército libanés necesita sobre todo apoyo político»
A la sombra de Hizbulah, el Ejército libanés no ha comprometido sus fuerzas en la guerra. Sin embargo, debería desempeñar, tarde o temprano, un papel fundamental en una salida a la crisis. Mientras tanto, al igual que el resto de la población, sufre pérdidas.
«Es la última vez que les digo esto. Si no, resolveremos este problema de otra manera. Estamos defendiendo nuestra tierra, eso es todo». Hace apenas dos años, las palabras de Mohammad Farhat, comandante del Ejército libanés se difundieron por todo el país en un vídeo que se hizo viral: se veía al soldado plantarse solo a lo largo de la Línea Azul frente al Ejército israelí, al que acusaba de estar violando territorio libanés.
Un acto calificado de «heroico» por decenas de miles de personas, que encontraron en él un motivo de orgullo. Más aún: un rostro al que aferrarse en esta nación abandonada, asolada por un vacío institucional y una clase política envejecida y corrupta.
Eso fue antes de que la guerra estallara en el país de los cedros, antes de que Farhat, muriera allí en un ataque israelí contra su vehículo.
En Zgharta, el norte de Líbano, su cuerpo reposa temporalmente, y es ahora donde vive su afligida familia, en el piso de un amigo y colega. Fue también en esta ciudad cristiana maronita donde el joven chií del sur recibió un homenaje nacional.
En la improvisada sala familiar, el silencio es intenso. Junto al televisor, una corona de flores con fotografías del soldado y estas palabras: «El mundo era demasiado pequeño para ti, héroe». Su madre estalla: «Era un héroe. Luchó en Ersaal contra Daesh y Jabat al-Nosra; en Trípoli contra los islamistas, y hoy contra los israelíes. He perdido a alguien excepcional», grita, conmocionada. «Su sueño, desde niño, era defender su país, su tierra. Esa era su vocación. Es un mártir de todo Líbano», explica su hermano Ali. A su lado, su hermana Rana continúa: «La gente del sur ha vivido tantas guerras... Está en nuestro ADN querer defender nuestra tierra».
Lo cierto es que Farhat no murió en combate, sino durante una misión de evacuación de heridos en el pueblo de Yater. Fue su última misión.
El Ejército es un verdadero vínculo comunitario en un país mosaico que sigue fragmentado.
En vista de las capacidades tecnológicas de Israel, la desaparición del comandante convertido en icono suscita su cuota de preguntas y especulaciones. ¿Fue un objetivo deliberado, como creen muchos libaneses? ¿Quería Israel dar ejemplo con este soldado que se atrevió a enfrentarse a Tsahal? «Queremos saberlo», responde con cautela su hermana.
¿Qué papel desempeña el Ejército?
Desde el 7 de octubre de 2023, diez soldados libaneses han muerto en ataques israelíes. Aunque el Ejército no está en primera línea junto a Hizbulah, sigue presente en el sur del país, con unos 4.000 hombres desplegados sobre el terreno. Pero cuando el país está sometido a intensos bombardeos desde finales de septiembre y las fuerzas israelíes realizan incursiones terrestres sorprende la falta de implicación del Ejército libanés.
«El Gobierno libanés no ha declarado la guerra a Israel, por lo que es normal que el Ejército no se movilice», responde un exoficial, ahora retirado, bajo condición de anonimato. Le llamaremos Bassam.
Señala que el Ejército libanés, aunque mal equipado y, sin duda, mucho menos potente tecnológicamente que el Partido de Dios, es, sin embargo, «una de las últimas instituciones funcionales de Líbano».
De hecho, es más que eso, es un verdadero vínculo comunitario en un país mosaico que sigue fragmentado. «No debemos olvidar la reunificación de las fuerzas armadas al final de la guerra civil y su papel en la pacificación del país. Aunque, por desgracia, otro grupo poderoso, Hizbulah, le haya arrebatado el monopolio de la fuerza», lamenta Bassam. Ahora, las relaciones entre ambas fuerzas parecen fluctuantes.
Hasta la propuesta presentada el martes en Beirut por el enviado de EEUU Amos Hochstein, todas las hojas de ruta presentadas para un alto el fuego se habían basado en un despliegue masivo del Ejército al sur del río Litani, que atraviesa Líbano, a unos 30 kilómetros de la línea de demarca- ción entre los dos países.
El regreso de la 1701
Esta «solución milagrosa», ya aprobada en 2006 al término de la guerra de los 33 días, preveía la retirada de Hizbulah del sur de Líbano y el fin de las incursiones aéreas israelíes. Estas condiciones se incluyeron en la Resolución 1701 de la ONU y ambas partes las han violado continuamente durante 18 años.
Mientras Israel, en posición de fuerza, parece poco dispuesto a tomar la vía diplomática, la capacidad de Líbano para aplicar firmemente la 1701 plantea interrogantes. Si Hizbulah dice que acepta retirarse al norte del río Litani, ¿estará dispuesto a cumplir su palabra? En cuanto al Ejército libanés, ¿cómo podría tener éxito en una misión en la que fracasó después de 2006?
«Para entenderlo, hay que fijarse bien en los años pasados», responde Bassam. «En 2006, se desplegaron 15.000 soldados, de acuerdo con la Resolución 1701. En 2007, los enfrentamientos en el campo palestino de Nahr el-Bared [con facciones islamistas] nos obligaron a enviar a 2.000 al lugar. Luego, ante la amenaza de grupos suníes armados en Trípoli, otros 2.000 dejaron la zona. Luego vino la toma de Beirut por Hizbulah en 2008, seguida de los intentos de infiltración de yihadistas desde Siria. Ha sido un largo proceso de desmembramiento», dice. Y más teniendo en cuenta que la crisis económica ha debilitado la institución en un contexto interno turbulento: la promesa de 4.000 millones de dólares hecha al Ejército por Riad en 2014 se suspendió por la tensión con el proiraní Hizbulah.
«Cuanto más débil es el Estado, más débil es el Ejército y más reinan los partidos sectarios. Todos se aprovechan»
Una fuente de alto rango, aún en activo en el Ejército, señala: «Hizbulah ha hecho objetivamente todo lo posible para impedir que el Ejército sea fuerte. No le interesa en absoluto, nunca lo ha hecho y es difícil imaginar que vaya a ser así en el futuro. Aunque se escude en él para negociar un alto el fuego, intentará debilitarlo mañana por todos los medios, directa o indirectamente, como hizo contra Arabia Saudí en 2014».
Dado lo urgente de la situación, la Conferencia Internacional de Apoyo al Pueblo y la Soberanía de Líbano, celebrada en París el 24 de octubre, ha destinado una nueva donación de 200 millones de euros. ¿Será suficiente?
«Hay muchos problemas», afirma Bassam. «Es complicado pedir a un soldado que arriesgue su vida por 200 euros al mes. Hoy en día, muchos han aceptado otros trabajos para garantizar su supervivencia económica, como servir mesas en restaurantes o conducir taxis», añade.
Y concluye: «Necesitamos fondos, pero sobre todo necesitamos una decisión política. Hizbulah no quiere un Ejército libanés fuerte y hasta que no lo acepte no avanzaremos. Y no solo el Partido de Dios es responsable de la situación, cuanto más débil es el Estado, más débil es el Ejército y más reinan los partidos sectarios. Todos se aprovechan».