Biografía de un expolio (III)
Democracia económica, democracia judicial y democracia política. Tres escalones correlativos como salida de esta entropía democrática con la cual nos han gobernado durante la Transición. Los vascos estamos en el punto cero de la escalada; pretender saltar al tercer escalón sin pisar el primero impide el consenso nacional con la gente sana.
La Ley de Gobierno Vasco 7/1981 establecía que el lehendakari, consejeros, viceconsejeros y asimilados (directores de Osakidetza, Emakunde, Eustat, Ararteko...) con solo dos años de servicio cobraran pensión vitalicia de jubilación, transferible íntegra a sus viudas e importe de un 50% de un cargo análogo en activo, unos 52.000 euros. Enfrentados a su conciencia ante la crisis sistémica producida por privilegios de esa naturaleza, los anteriores igual pero desde 2013 solo los nuevos lehendakaris y sus viudas; todos los parlamentarios de aquí y de allí con solo una legislatura y un día, cobran la máxima pensión de la Seguridad Social (36.400 euros). Mayor privilegio en el estamento militar a partir de la Ley de Narcis Serra-1990, que dio la opción de pasar a la reserva activa con menos de 15 años de servicio y cobrar una pensión igual al 95% de su sueldo en activo compatible con un trabajo civil remunerado. A sumar jueces, fiscales, curas y demás patriotas con cargo a unos PGE devenido de los Fondos de la Seguridad Social. Para todos esos pasivos, el fuero y el huevo, para los activos generadores de ese dinero... migajas y recortes de las migajas.
La UE divide el gasto total en pensiones entre el número de pensionistas de cada país y salta la alarma por el desfase entre nuestro ratio y el de la media de la UE. Alarmada por la generosidad en el gasto en pensiones, exige recortes y medidas, y el Gobierno cínicamente señala a los de a pie cuando estamos en el vagón de cola, y los medios de comunicación callados unos, mintiendo otros.
Lo pondrán difícil pues tienen mucho que perder. Hoy más que nunca, al no dar más de sí esta democracia fallida devenida de una Transición impuesta con calzador y enemiga de una ruptura institucional con el pasado franquista. A nuestro favor, la llamada desde Bruselas para la democratización de la economía social. Nos lo jugamos todo para las próximas décadas, obligado el gobierno de Sánchez a reformás constitucionales como los desaforamientos que les dotaban de impunidad y universalizar la asistencia sanitaria y social... sin tocar lo nuestro piden los pensionistas de clase A, ni reclamar a la banca el 80% del dinero no devuelto gritan desde la voraz patronal.
Por una ciudadanía no precarizada, sería deseable que la izquierda acomodada no haga buena la máxima de Séneca: «No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos». Desatiendan esos señuelos desmovilizadores sin más recorrido que más allá de la aprobación de los presupuestos de un PNV que, estratégicamente les situá en esa zona de confort, como antesala de una nueva frustración política y merma de presencia institucional... como sería deseable para esa derecha ramplona.
Crisis civilizatoria e ideológica en lucha de clases, devenida de una deformación de la mentalidad democrática... hasta lo patológico. Así, no compete a economistas del sistema ni a la parte votante de una sociedad adormecida, y sí procede empoderar a agentes sociales activos, útiles, solventes y desligados de todo look, pose, escenificación e interés personal y partidista, como Berri Otxoak, Duintasuna, Plataformas de Jubilados, etc.. que aunque en diferentes escalones reivindicativos, a diferencia de esas elites políticas, son incapaces de hacer bueno lo que dijo el preso político más veterano en las cárceles franquistas, Marcos Ana: «El problema de nuestra época es que hay hombres que no prefieren ser útiles, sino importantes».
Llegar al final volviendo al principio del aquí y ahora más rabioso. Así, procede llamar a la sensatez política y sentido del bien general de España toda, a los políticos vascos y catalanes independentistas; no tanto a los segundos, pues en su sufrido caminar, de avances, paradas y detenciones ya han generado una imparable inercia de rebeldía de la cual van surgiendo sinergias y nuevas pedagogías de lucha incruenta a favor de la emancipación de los pueblos.
La falta de radicalidad y aburguesamiento en la izquierda vasca, con el añadido que el nacionalismo vasco, en diferente medida, ha sido condescendiente con un pasado cruento y cargado de violencia política, hoy con inteligencia política, razón de oportunidad y sentido de Estado, máxime con un gobierno acosado por la caverna, debería llevarles a repensar, si el darse a esa batalla de egos por la cuestión nacional, no hay mucho de oportunismo político y ceguera etno o egocentrista. Quizás ciegos al no evaluar los riesgos a corto plazo, ni estimar la coyuntura excepcionalmente única del momento político para consensuar ideas de progreso cívico entre partidos por el cambio, sindicatos y agentes sociales, hará fracasar reformás constitucionales impensables en 40 años... y que a toda costa esa derecha recalcitrante tratará de impedir que se den hoy.
Democracia económica, democracia judicial y democracia política. Tres escalones correlativos como salida de esta entropía democrática con la cual nos han gobernado durante la Transición. Los vascos estamos en el punto cero de la escalada; pretender saltar al tercer escalón sin pisar el primero impide el consenso nacional con la gente sana, a la vez que provoca a quien impregnado de ideología franquista, en el ámbito de lo político, mediático y judicial, podría de nuevo llevarnos en el corto plazo de vuelta a ese suelo de democracia raquítica, con el techo de la Constitución del 78 como horizonte máximo.
Dentro de la aparente bipolaridad de clase que hoy se da en el nacionalismo vasco y de cara al nuevo curso presupuestario y concurso electoral, deberían repensarlo cada polo por su parte, y, o reubicarse o enraizarse en su posición, pasar al primero o anclarse en el tercer escalón... la prueba del algodón que nos sacaría definitivamente de dudas sobre lo aparente o no de la lucha de clases.
En Navarra tenemos el espejo del trabajo a favor del cambio político a través de la democracia económica. Los catalanes ya tienen trazada su ruta y otean su horizonte; también los vascos, pero ¿porque tenemos que hacerlo igual? Preferible aprender unos de otros en la diferencia sin volver la mirada atrás.
Ellos caminan, nosotros escalamos. El objetivo es avanzar y despegar o desapegarnos de lo que durante 82 años nos viene lastrando e impide ser y dar de si como comunidad de progreso que tenemos impresa en nuestra genética cívico-política. Salir del corsé constitucional impuesto por quienes desde esa rebeldía regresiva, anhelan el pasado, y solo se mueven a que nada cambie, para desafecto de las nuevas generaciones y en contradicción con la llamada a respirar para sentir esa nueva conciencia que ha venido para quedarse y también la anunciaba el mitólogo Joseph Campbell: »Deberás soltar la vida que tenías planeada para poder recibir la vida que te está esperando».