Antxon Lafont Mendizabal
Peatón

'Blessed day'

En agosto, sosiego en la medida de lo posible en este país. Contaré una historieta en la que la realidad tonteó con la entelequia. Aquel bendito día asistí a una conferencia dispensada por un avispado economista que exponía, con pasmosa y centelleante elocuencia, conceptos desarrollados en lenguaje in propio de lobos de la ciencia (?) económica actual. El ponente daba la impresión de repetir, con dotes de brillante histrión, el contenido del último cursillo por él recibido sobre economía empresarial teórica y presentada por un profesional de pretendida experiencia realmente vivida.

En el entreacto de la función crucé opiniones con algunos asistentes curtidos por su veteranía empresarial y me percaté que muchos de ellos tomaban a broma el hecho de que no comprendieran parte del vocabulario utilizado por el conferenciante del que alguno de nosotros sospechó, con perversidad, que tampoco él captara el real significado de los vocablos anglo-americanizados que utilizó.

Nos sorprendimos al escuchar incisos en lengua francesa solo utilizados cuando el disertador cometía disgresiones de carácter cultural. Cualquier concepto trasmitido se revestía de formas harvardianas. Esos reflejos ya adquiridos hacían pensar en el talento lingüístico de rockeros que, a cualquier edad cantan letras imitando idiomas cuyo significado ignoran. En una canción brillante, Komunikazioa-Inkomunikazioa del álbum “Lekeitio 5”, Mikel Laboa, médico psiquiatra de formación, expone con humor y perplejidad «el fenómeno de la complejidad del trato» refrescado, en este caso, por «brisas dadaístas».


Consecuencias de lo antes expuesto? Si en una conferencia o seminario no utilizas «neolenguajes» auto-catalógate como provinciano encenegado, sobre todo si tu auditorio te entiende. Si te comprenden a la primera, ¿qué queda por decir? En cambio si ofreces discursos salpimentados de huraños hermetismos provocarás con seguridad la curiosidad del algún crítico fisgón capaz de aventurar hipotéticas interpretaciones que harán hablar del inescrutable orador. «¿Me explico?» Se reproduce esa situación en reuniones caracterizadas por la pericia de asistentes virtuosos en enrevesar la deseada claridad de presentación de un tema, por sencillo que sea, «gracias» al afán de exponerlo a la última moda oratoria. Hace ya tiempo que «financiación colectiva» suena a rancio y descalifica al orador si no habla de crowdfunding; este ejemplo no es más que un detallito de lo soportado.

¡Qué reuniones y conferencias aquellas en las que, por no citar más que un solo ejemplo, Carlos Santamaría exponía cualquier tema por él tratado con brillante y sencilla expresión dando así prueba de su activante inteligencia! La verdad, en cambio, al salir de las «reuniones de labia» es que no se sabe qué pensar. A estas alturas de mi vida, por lo menos que me garanticen aire acondicionado y butacas cómodas cómplices de un eventual adormilamiento transitorio. ¿Como no considerar lo expuesto como natural si nuestro entorno nos incita a adoptar formas de superficialidad sin cesar renovadas?


Pasado el esfuerzo que supuso el intento de asimilación del cursillo antes expuesto, me acordé unos días de stillness durante los que me dejé despistar en nuestro Basque Country. Empecé por recibir un mensaje poco novedoso pero expresado en lengua inteligible gracias al fénomeno de Pentecostés abertzale por el que los dioses nos obsequiaron permitiéndonos hablar en «lenguas». Así supe que I am Basque. Bordeando la ría, de Bilbao of course, tuve la ocasión de asistir al entrenamiento del equipo de foot-ball local, el Sestao River.

Siguiendo mi incoherente andanza me detuve en el Bilbao Exhibition Centre donde me encontré con personas, seguramente extranjeras, que daban la impresión de saber lo que decían cuando, con naturalidad, se expresaban en la lengua de Shakespeare o en la de Reagan. Antes, al pasar por Getxo, me enteré que se había creado el Agirre Lehendakari Centre dedicado a la memoria de una persona que tuve el placer de conocer en mi remota vida de estudiante parisino. ¡Gran hombre, la verdad sea dicha de paso!

Poco después, me hablarían del Deusto Entrepreneurship Centre, del Deusto Push y de la CCID Start up Competition. No debo olvidar las actividades exitosas del Euskal Encounter y de sus Open Games. Supe de la iniciativa Pintxo Developper cuyo origen se debe a las primeras «quedadas» entre interesados por los videojuegos que tenían lugar en bares con pintxo-pote. Me informaron que a pesar de los recortes, se mantienen becas Global Training en un programa de movilidad destinado a jóvenes universitarios vascos y que se fomentan también operaciones divulgativas  como el Global Innovation Day.

Más atraído por el rugby que por el foot-ball, me enteré que Seven, selección vasca de rugby a siete, participaría bajo el nombre de Basque Country 7 en un torneo de Amsterdam. Sobre el tema medio ambiental me aseguraron que convenía conocer el Basque Centre for Climate Change de la UPV.

Kutxabank sigue, parece ser de cerca, ese tipo de iniciativas en las que no puede faltar el Basque Culinary Center cuya denominación está inspirada, seguramente, por las delicias de la gastronomía anglosajona que algunos de los que la hemos vivido no hemos sabido quizás apreciar a su justo valor. Permítanme un inciso sobre la doble denominación center-centre que los anglófilos admiten.

Yo que realizaba progresos en los intentos de recuperación de un euskera no practicado por avatares de la vida, excusa deficiente lo confieso, resulta que la lengua de mi país incorpora denominaciones de una lengua más norteamericana que inglesa a la que quizás se acabará dando más impulso que a la nuestra por razones mercantiles parece ser. Habrá que ir preparándonos a expresiones en mandarín si el mercado emergente hace de nuestra vieja Europa, ya parecida a una USA cada vez más ajada, un dócil suministrador a low cost.

Algún psicolanalista interpretará el fenómeno que corre el riesgo de transformar «el Día del Euskera» en «Euskera Day», gracias a actuaciones de algunos pseudo intelectuales «ilustrados». ¿No afirmaba Arthur C. Clarke que un intelectual es la persona cuya formación supera su inteligencia? Recibimos frecuentemente la dosis de conformidad con Clarke. Sin intentar maridajes forzados entre temas, se me ocurre que estos días nos aportaron el botón de muestra con la declaración enrevesada de corte marcial de «intelectuales» sobre Catalunya. Vaya brigada en la que brilla lo mejorcito de la élite intelectual de la piel de toro. La respuesta clara de Sádaba en estas columnas restablece el crédito a la sencilla inteligencia (pleonasmo).


La cultura y el saber hacer de los vascos merecen más reconocimiento de nuestra lengua. Que se nos conozca por nuestra originalidad cultural no arrendada y por progresos conseguidos en todos los dominios, antes y ahora, que algunos vecinos peninsulares pretenden hoy todavía obviar.

Las denominaciones en «norteamericano» ya no se propagan en Francia o en Alemania con el frenesí aquí practicado, por algunas personas, pocas felizmente pero bien «situadas», que dicen conocer lenguas extranjeras afirmando que «Yes es si, no es no, y lo demás como en castellano». Enough please. Por ahora observamos pocos ejemplos como los citados pero cuidado con tendencias un día incontrolables. Tres generaciones bastarían para postergar primero y extinguir después nuestro idioma como nacionalismos de Estado vecinos lo intentan.

Tampoco se trata de pasar de Sebago a Abarka pero, sí, sencillamente, de ser naturales. Cuidado con el tropismo que nos conduce insensiblemente hacia una lengua dominante porque así desaparecerá nuestra lengua as quick as a wink. Conviene aprender, realmente aprender y no solo imitar, varias lenguas, no solo una, para conservar la nuestra.

Siento no poder escribir estas líneas en mi lengua principal, pero lo hago por lo menos en una de las tres lenguas de nuestro territorio, Euskal Herria.

Cuando acabé mi periplo, me metí en un bar de Getaria y pedí, un vaso de txakolí, de «relaxing txakolí» como lo precisó con guasa el tabernari. The End.

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