René Behoteguy Chávez

Catalunya la indómita, el Estado autoritario y los cómplices miserables

El pueblo catalán no ha tenido otra alternativa que plantearse una vía unilateral que se ve reflejada en la convocatoria al referéndum del 1 de octubre. Es obvio que cualquiera preferiría una consulta pactada como en Escocia o Canadá, pero quienes le achacan el no haber llegado a ningún pacto a los independentistas catalanes, parecen olvidar que el acervo autoritario franquista del Estado español y su Gobierno han demostrado no tener ni cintura ni intención de resolver el tema de manera consensuada.

1. Catalunya la indómita

El 19 de julio de 1936 los obreros y obreras de Barcelona, con las armas en la mano y el corazón rebosante de dignidad y amor por la libertad, derrotaron la insurrección fascista e iniciaron uno de los procesos revolucionarios más apasionantes del siglo XX, sustituyendo en la práctica al poder establecido por el Comité Central de Milicias Antifascistas de Catalunya liderizado por la CNT pero con participación de todas las fuerzas antifascistas y que inicio un proceso de colectivización de la producción en las principales industrias de la ciudad, iniciaron también la creación de milicias populares que marcharon expandiendo la revolución con la colectivización de las tierras rumbo al Frente de Aragón en la lógica, de llevar al mismo tiempo la guerra contra los franquistas y la revolución social.

Todos y todas sabemos el dramático final de la revolución catalana, y que si bien, en cierta medida contribuyeron a su derrota las divergencias internas entre las fuerzas revolucionarias, es evidente que fue la vota fascista de Franco que con apoyo de Hitler y Mussolini derrotó a la II República y con ella a las fuerzas revolucionarias catalanas.

La épica de la revolución catalana, permite observar algunas características fundamentales del diferencial histórico de Catalunya respecto al Estado español que son útiles para entender lo que sucede hoy en la nación catalana. Un primer punto es el entrelazamiento entre planteamientos soberanistas y de autodeterminación con el deseo de construirse como una sociedad basada en la justicia social, otro aspecto fundamental es la enorme capacidad del movimiento popular de base en Catalunya para desbordar lo político institucional y marcarle la hoja de ruta llevándolo a posiciones de ruptura. Finalmente podemos observar también el enorme miedo que esta potencia creadora genera en las élites económicas y políticas que no dudaron entonces ni dudan ahora en aplacar la fuerza libertaria del pueblo catalán con la mayor de las violencias.

Hoy que la indómita Catalunya desafía y rompe por las costuras el corset constitucional creado por el pacto entre fascistas y traidores que fue la transición de finales de los 70, si bien el actual procés no es comparable ni en objetivos ni en actores con lo sucedido el 36, si que se puede rastrear el mismo espíritu indomable ya que lo que hoy se sueña en Catalunya articula, como entonces, el derecho de autodeterminación y soberanía con el proyecto de una Catalunya republicana y socialmente avanzada, asimismo queda claro que, a partir de la Diada de 2012 las organizaciones sociales como el Ómnium Cultural y Asamblea Nacional Catalana y, finalmente el pueblo trabajador catalán movilizado han sido capaces de desbordar e imponer agenda a los partidos nacionalistas tradicionales representantes de la mediana burguesía catalana (Antes Convergència y hoy el PDeCAT) que antes manifestaban sentirse «cómodos en España» y hoy practican actos de desobediencia civil que dejan más que en evidencia a la domesticada y legalista izquierda españolista.

Además también puede verse con claridad como, con el avance del procés, las posiciones basculan cada vez más hacia la izquierda con un enorme peso de la Esquerra Republicana y una cada vez mayor fuerza y capacidad interpeladora de las CUP, quienes con mayor claridad representan la herencia de la Catalunya rebelde. Finalmente es también remarcable la clara sintonía entre la gran burguesía catalana y la derecha española en su afán de cortar por medio de la violencia y el autoritarismo este proceso popular, porque entienden y, en esto no se equivocan, que una república catalana nacería bajo una correlación de fuerzas mucho menos favorable para los intereses del gran capital que la actual comunidad autónoma sujeta a los designios del conservador Reino de España.

2. El estado autoritario

Sería muy ingenuo sorprendernos ante la reacción del Estado español, ante la lucha del pueblo catalán. El Reino de España, desde sus orígenes basa su construcción en el dominio y la conquista de otros pueblos, es tal vez por ello que el problema territorial nunca ha podido resolverse y ante la reacción soberana de los pueblos, la lógica estatal ha sido siempre la de combinar represión con pactos con las élites de las diferentes naciones bajo su dominio.

Es así que la dictadura franquista intentó con extrema violencia borrar todo vestigio de autogobierno, además de la lengua y cultura catalana como ya había intentado hacerlo Felipe V sin lograrlo a pesar de la dura represión.

Por eso tras la muerte del dictador, los herederos del franquismo diseñaron su transición «democrática» en complicidad con aquellos que, a cambio de acceder al reparto de lo público, aceptaron traicionar sus principios renunciando a sus señas de identidad y aceptando una constitución que blindaba un estado monárquico capitalista con economía de mercado y manteniendo los privilegios de las élites económicas, la iglesia y, unas fuerzas armadas y policiales, que mantienen la lógica represiva de la dictadura. Cerrando en falso tanto el debate sobre la democratización económica. como el de las naciones oprimidas dentro del estado cuyo estado de las «autonomías» responde más a los intereses particulares y al reparto grosero de la riqueza con las élites catalana, vasca o canaria que, a los deseos de libertad, justicia y autodeterminación exigidos por los pueblos.

Queda claro que, a esta altura el edificio de la transición y la constitución que lo sostiene hacen aguas y se resquebrajan por todas partes, la crisis del capitalismo y su gestión por el Partido Popular tendente a que toda la factura de la misma sea pagada por las clases trabajadoras, protegiendo a los banqueros y grandes empresarios mientras miles de familias se iban al paro o perdían sus viviendas, la estela de una corrupción sistémica que lejos de ser un problema simplemente de algunas personas parece ser la forma habitual en que funciona la política en el Estado, y la cerrazón autoritaria a la hora de negociar impugnado inclusive el Estatuto de Autonomía aprobado por Catalunya en 2006, han ido acelerando un proceso en que, para un pueblo como el catalán, en el que menos de un 10% vota por el Partido Popular sea cada vez más intolerable aceptar la imposición de sus políticas.

No obstante es bueno recalcar que, al contrario de lo que dicen los medios manipulados de comunicación, Catalunya lleva años intentando pactar un referéndum con el Estado en que sea el pueblo quien decida su futuro, frente a ello la respuesta del Partido Popular ha sido atrincherarse detrás de una interpretación rígida e inamovible de la legalidad constitucional para evitar dar un solo paso hacia la resolución del conflicto. resulta irónico que se invoque la constitución para decirle no al referéndum, y no se haya tenido en cuenta su artículo 47 referido al derecho a una vivienda digna para evitar, por ejemplo, los miles de desahucios que han ejecutado los banqueros. O negarse a discutir cambios en el texto constitucional cuando, por otra parte y sin consultarle a nadie, el PSOE y el PP han reformado el artículo 135 para poner el pago de la deuda por encima de los derechos de las personas. Ante esto el pueblo catalán no ha tenido otra alternativa que plantearse una vía unilateral que se ve reflejada en la convocatoria al referéndum del 1 de octubre. Es obvio que cualquiera preferiría una consulta pactada como en Escocia o Canadá, pero quienes le achacan el no haber llegado a ningún pacto a los independentistas catalanes, parecen olvidar que el acervo autoritario franquista del Estado español y su Gobierno han demostrado no tener ni cintura ni intención de resolver el tema de manera consensuada.

Es por eso que, las detenciones de dirigentes y funcionarios catalanes, la incautación carteles referidos a la consultas del 1-O, el prohibir charlas como la de Anna Gabriel en Vitoria o el congelamiento de las cuentas de la Generalitat, no son más que las lógicas acciones de un régimen para el cual la democracia no es más que una careta que se retira en cuanto esta pone en riesgo el status quo y que lleva la represión y el autoritarismo en los mismos genes, ante lo cual se diga lo que se diga los pueblos tienen derecho a autodeterminarse aún contraviniendo las normas injustamente impuestas por el poder.

3. Los cómplices miserables

Hay algunos cómplices obvios del Partido Popular en su campaña de agresión contra el pueblo de Catalunya, los principales obviamente están en un Poder Judicial cuya presunta independencia a esta altura no se la creería ni el más ingenuo, ese mismo que con tanta laxitud investiga los verdaderos desfalcos de las arcas públicas perpetrados por el partido de gobierno y la Casa Real, es el primero en apuntarse con la mayor rapidez a emitir disposiciones contra el derecho a decidir del pueblo catalán.

Obviamente merece una mención especial el rol miserable de los medios de comunicación masivos, todos ellos cercanos al poder y que, cuidando de mantener matices intrascendentes en su línea editorial, se han dado a la tarea de convencer a sus audiencias que lo «dictatorial» es que una mayoría parlamentaria le devuelva al pueblo la potestad de decidir a través de un referéndum y que lo «democrático» es impedirlo por el uso de la fuerza. El uso del lenguaje engañoso ha llegado a niveles tan absurdos que llegan al ridículo como hablar de «apología del referéndum» o de «referéndum autoritario».

También era obvia la complicidad del PSOE, finalmente son quienes han hecho posible, y esto no deberíamos olvidarlo, un segundo gobierno de Rajoy, lo cual solamente suma una más a su larga lista de traiciones a la clase trabajadora.

Pero donde parece estar el punto de inflexión es en la posición rastrera y de pura conveniencia que han asumido el PNV por una parte y Coalición Canaria y su gemelo Nueva Canarias por otra, todos ellos apostando, en un momento en que el Partido Popular y con él el régimen del 78 hacen aguas, a jugar al nacionalismo domesticado y, a cambio de migajas, sostener al Gobierno y sus presupuestos aún a costa de la propia dignidad y traicionando los derechos históricos de Catalunya y, con ella, cerrándole las puertas a las aspiraciones de sus propios pueblos.

Es claro que el Estado haciendo aguas, difícilmente soportaría que se le abra un nuevo frente de batalla por ejemplo en la combativa Euskal Herria, de allí la importancia para el españolismo más rancio de la posición sumisa asumida por el PNV, esperemos que el pueblo vasco tome apunte de esta traición.

Finalmente, a pesar de la intoxicación mediática y de la indefinida y ambigua actitud de la izquierda política española, los trabajadores y las trabajadoras de los distintos territorios del Estado, deberían entender que la indómita Catalunya está abriendo una profunda grieta en el régimen caduco y que si hacemos fuerza y apoyamos su digna lucha, por esa brecha puede comenzar a asomarse un torrente de libertad y justicia capaz de barrer con la monarquía, la corrupción y las élites oligárquicas que nos oprimen, por eso y por compromiso solidario con el derecho inalienable de los pueblos a determinar su propio destino, hoy toca estar sin vacilaciones ni dobles discursos a favor del 1-O y decir alto y claro Visca Catalunya Lliure.

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