Dar la espalda
La palabra «espalda» ha dado origen a muchos refranes. Uno de ellos es «dar la espalda», con el significado de desairar, ignorar, desatender, despreciar, incluso, humillar. Y otros muchos más. Aunque reconozco que en el artículo al que me referiré, publicado en "Diario de Noticias" y en el periódico de Cordovilla, firmado por Elma Saiz, no aparecía la expresión «dar la espalda» como sinónimo de los significados indicados. Hablaba de los plantones que ha dado la actual alcaldesa en el poco tiempo que lleva al frente del municipio pamplonés a ciertas instituciones, colectivos, concejales, incluido, el Gobierno de Navarra. En su opinión, no los ha tenido en cuenta para nada. Peor aún. Los ha despreciado olímpicamente. Como digo, les ha dado la espalda.
En este contexto, aseguraba la portavoz socialista del municipio que le ha parecido oportuno exponer sus «ideas en relación a las primeras actuaciones de la alcaldesa, la Sra. Ibarrola». En realidad, más que ideas, lo que ha hecho Elma Saiz en relación con esas actuaciones de alcaldía ha sido elaborar «un cuaderno de quejas» recordando en él las veces que la regidora de UPN ha «dado la espalda» aparte de la ciudadanía.
Especifiquemos esos lamentos. Según Saiz, la alcaldesa ha dado la espalda a los distintos acuerdos y solicitud del Pleno pidiéndole que no iniciara las obras de la Plaza de la Cruz; ha dado la espalda, en el caso de Ripagaina, al Gobierno de Navarra, a los grupos municipales y al vecindario; ha dado la espalda al vecindario de san Jorge por el asunto de la rotonda; en estos sanfermines, al negarse a convocar la mesa General de sanfermines ha dado la espalda a distintos colectivos y al Gobierno de Navarra; y, finalmente, ha dado la espalda al colectivo de la LGTBI ocultando «a traición» su bandera. La conclusión de Elma Saiz no puede ser más coherente con estas premisas, sosteniendo que «la alcaldesa actual de Pamplona sigue sin aceptar que Pamplona es una ciudad plural en la que por encima de sus intereses partidistas debe buscarse constantemente el bien común».
No queda sino aplaudir la afirmación contundente de que Pamplona «es una ciudad plural». Digno de elogio tal descubrimiento. Respecto a lo de trabajar por la ciudad «al margen de intereses partidistas» y la búsqueda incesante del «bien común», dejémoslo estar. Más bien se trata de una petición de principio que rara vez satisfacen los partidos.
Lo que me pregunto es si el PSN acepta que Pamplona y el resto de Navarra participa del reconocimiento de esa pluralidad en materia confesional y religiosa; es decir, si esa deseada pluralidad la hace extensiva al respeto hacia las manifestaciones religiosas que conviven en esta comunidad autónoma, sea en la ciudad de Pamplona y en el resto de las ciudades y pueblos de ella. Según la Constitución, España, por tanto Navarra, es territorio aconfesional, no diré laico por respetar el texto del artículo art. 16.3 de la Constitución Española: «Ninguna confesión tendrá carácter estatal», lo que significa que el Estado y sus instituciones públicas no deben profesar ninguna religión, ni apoyarla, ni enaltecerla, ni hacer manifestaciones a favor de ella con exclusividad manifiesta, consciente y voluntaria.
El Ayuntamiento es una institución pública del Estado, por lo que sus concejales son representantes públicos de la aconfesionalidad del Estado, les guste o no. En materia religiosa no representan a nadie. Porque no es competencia del Ayuntamiento hacerlo, pues el municipio es, constitucionalmente hablando, aconfesional. Si es aconfesional y tira piedras contra su propio tejado manifestándose públicamente a favor de una determinada confesión religiosa, es que se encuentra en una grave contradicción y comete agravio comparativo. En ocasiones, pretende superar este arguyendo la falacia de que, si representa políticamente a la ciudad, también, lo hace en los términos religiosos aludidos. Pero no es así. Porque, si representa políticamente la ciudad, eso significa que también representa al Estado y, si este es aconfesional en materia religiosa, la conclusión cae por su propio peso. Si soy aconfesional, no puedo representar a nadie, que es la única manera de respetar a todos, incluidos a los ateos, agnósticos, etc.
Sustituir esa aconfesionalidad por las creencias religiosas personales, como hacen muchos políticos que no se han enterado, o no quieren enterarse, que viven en un Estado aconfesional y al que representan, es sencillamente una usurpación ideológica.
Dicha usurpación se justifica aludiendo a unas creencias religiosas exclusivas y excluyentes o, en su lugar, exigiendo respeto a las tradiciones religiosas de la ciudad. Pero los ediles de un ayuntamiento, cuando asisten a misas, procesiones y liturgias religiosas varias, como así lo ha hecho Elma Saiz en los últimos sanfermines, lo que hacen es dar la espalda a la ciudadanía en esta materia, que, si por algo se caracteriza, lo es por ser una pluralidad bien pronunciada.
Lo que significa que la portavoz socialista en el Ayuntamiento de Pamplona, que tan acertadamente sostiene que Pamplona es una ciudad plural, ha «dado la espalda» a la ciudadanía que no comulga con la religión que ameniza dichas procesiones, misas y liturgias católicas durante los sanfermines. Ha dado la espalda a la ciudadanía que no es católica y que tampoco profesa ninguna religión.
Gran parte de los alcaldes y ediles de esta comunidad foral siguen conculcando el artículo 16.3 de la Constitución, dando la espalda a la aconfesionalidad del Estado. Si Pamplona es «una ciudad plural», habrá que ir pensando de qué forma y manera ha llegado la hora de no dar la espalda a esa ciudad plural en materia religiosa. Pues parece olvidarse, Elma Saiz no la menciona en su artículo, que la pluralidad no solamente existe en materia política, sino, también en materia de creencias y no creencias religiosas de la ciudadanía.
No estoy pidiendo la desaparición de esas performances religiosas católicas que tan abrasivamente se siguen manteniendo en este país con la participación anticonstitucional de los políticos, cuando dicen que representan, eso dicen, en cuerpo de ciudad a los ciudadanos. Porque los ediles, cuando dicen que representan a los ciudadanos, incluyen a todos los ciudadanos, incluso a quienes no creen. Y, si es así, menudo marrón democrático. Y si, en buena lógica, solo representas a unos ciudadanos que profesan la misma religión que tú –lo que también estaría por ver–, eso significa que no estás siendo respetuoso con esa pluralidad ciudadana.
En fin. Si la Iglesia quiere hacer procesiones y misas en sanfermines, hágalas y costéelas con su peculio particular. Pida el permiso correspondiente a la autoridad competente y adelante con los faroles, sus palios y estandartes. Si los políticos quieren asistir a ellas, háganlo. Eso, sí, a título individual. Seguro que, si tanto aman al santo, lo harán con igual felicidad. Y a Dios le dará, también, lo mismo. Actuar de ese modo es la única manera de no dar la espalda a la pluralidad religiosa de la ciudadanía, que en esta materia, como en el resto de las aludidas por Elma Saiz, merece un respeto. Si no es así, ¿para qué está la Constitución como garante de esa pluralidad? ¿Solo para darle la espalda? Pues para semejante viaje no era necesario semejantes alforjas y jumento.