Antxon Lafont Mendizabal
Peatón

De hoy y de mañana… por la mañana

La política no es el arte de lo posible, sino que depende de nosotros hacer posible lo imposible

El ambiente de elecciones excita los instintos de los evangelizadores de las diferentes biblias políticas. Todos, sin excepción, anuncian su intención de desmarcarse de sus contrincantes políticos «haciendo otra política», pero vuelven indefectiblemente a reflejos inmutables.

Prueba de la intención de «hacer política de otra manera» nos las da el partido hegemonista de la CAV, al que tanto hemos debido en el pasado, en un alarde de tolerancia o por lo menos de búsqueda de consenso, proclamando que «hay que elegir entre ser de izquierdas o ser abertzale». Su partido aliado cumple la mitad de la exigencia porque no es abertzale, pero tampoco de izquierdas. La transparencia del propósito es resaltable: «ex abundantia enim cordis os loquitur».

La nueva forma de hacer política consistiría en fomentar debates basados en el principio que en un manifiesto político «platicado» por un partido, todo lo expresado no tiene por qué ser sistemáticamente rechazado. Hay puntos que pueden ser consensuados por todos, o por algunos, y otros rechazados, sin que acuerdos parciales puedan ser diabolizados. Los Estados sin altura política consideran los consensos como efectos de la falta de hombría en el sentido más irrisorio de la palabra. Esa tara machista conduce a la nefasta bravuconería política fácil y frecuentemente víctima de un gatillazo político sin posibilidades de re-arranque. Todo lo que no incumbe a la médula estructural de una opción política debería poder ser consensuada. Hagamos, en todo caso, la diferencia entre los dirigentes profesionales que viven de la política y los militantes de cualquier partido que hacen a aquellos vivir de éste. Siguiendo en la senda de la nueva manera de hacer política, el tema «puerta a puerta e incineradora» ha desvelado el desenlace esperado. Todo lo que concierne la construcción y la explotación de la incineradora ha sido confiado por los poderes políticos ad hoc al mundo privado que además recibirá, durante por lo menos 30 años, una «subvención pública». ¿Tan poca confianza tienen los responsables políticos en su capacidad de obtención de créditos y en la calidad de la gestión por funcionarios públicos? El final es digno del penúltimo capítulo de la serie que podría titularse “Algunos partidos políticos y su concepto de la gestión honesta de la cosa pública”. No desesperemos en la tarea de sanear la política por iniciativas de origen civil. Son indispensables los militantes que actúen a favor menos de un partido que de una causa solidaria.

El efecto producido por el libro de Stephane Hessel “Indignaos” parece haberse, en parte, disuelto ya en la enjundia turbia del consumismo. Peatón, si no encuentras posibilidad de actuar colectivamente según tu ética, hazlo tú solo públicamente incluso de la manera más aparentemente insignificante. Una sonrisa a un marginado, a un necesitado, inmigrante o no, le abre el paso a la luz en un cielo nublado. La política no es el arte de lo posible, sino que depende de nosotros hacer posible lo imposible.

Esas líneas de moralina son quizá fáciles de escribir, pero espero que no hagan daño a nadie. Obrar según nuestra ética no tiene nada que ver, a menudo, con una manera de actuar según la moral. La ética es un «asunto» de cada individuo que a veces se ve obligado a insertarlo en la moral. La moral es un «asunto» de la sociedad cuyos criterios, bien o mal, bueno o malo, son de estructura hemipléjica. El «estás conmigo o contra mí» es el aviso de gran parte de la sociedad política que soportamos. Los criterios de la moral los determina «el que puede» desde su trono y lo impone en la cultura de la sociedad que gobierna, laica o religiosamente.

Hacer política de otra manera» sería atreverse a cambiar modelos de convivencia elaborando los que exigen una responsabilidad que pueda crear una ética de convicción, nueva cultura de solidaridad. Si la sociedad política no nos ayuda en esa mutación, esa utopía realizable se desvanecerá desgraciadamente para varias generaciones venideras más. Nos pedirán cuentas si nuestro futuro soberano se nos escapa de las manos. Si dejamos la tarea para mañana por la mañana será a veces demasiado tarde. Nuestra savia es la cultura. Orwell presente en un punto del frente de Aragón de enero a mayo de 1937 escribió que el día que el santo y seña fue «Cultura» la respuesta debía ser «Progreso». «No hay pequeños gestos de Resistencia, solo hay Resistencia. Ese es el fruto de la determinación del Ser», (Gabi Mouesca).

Gracias a GARA por la manera de haber respetado, sin reservas, el espíritu y la forma de mis artículos. Peatón, quizá de vez en cuando me asome a tu ventana. Ausardia eta… beti arte.

Search