Larraitz Ugarte
Abogada

Escapar de lo simbólico para pasar a lo efectivo

La simbología es importante. Para la cohesión de una comunidad, para fortalecer el sentimiento nacional, para soñar… Pero también una dosis de realismo y de ser consciente que de la España del 78 no se va nadie si no es a ostias

Mis primeras líneas esta vez quieren ser para felicitar a GARA, NAIZ y a la abogada de la familia de Iñigo Cabacas por la sentencia obtenida ante la demanda interpuesta por el ertzaina “Ugarteko”. Los abogados, que al final acabamos viendo la justicia con un cierto cinismo y no nos creemos lo de la justicia independiente ni la propia justicia como concepto absoluto, a veces nos vemos sorprendidos porque un juez vea de manera tan clara lo que la ciudadanía ve. Me alegro mucho. Espero que los padres de Iñigo puedan ver algún día resarcido todo el daño que se les ha producido con la pérdida de su hijo y la posterior actitud vil, oscurantista y e irresponsable de instancias que no deberían actuar de esa manera.

Dicho lo cual, quisiera centrarme en el momento político actual. Mientras en Catalunya se decide si es investido el único president legítimo o si por el contrario se juega al simbolismo, en la CAPV ha llegado la hora de dejar de marear la perdiz y hacer propuestas.   Igual que el resto de partidos, EH Bildu ya ha puesto encima de la mesa la suya: una propuesta práctica, con ánimo de acordar y con el claro objetivo de hacer avances reales en la soberanía de este país. Me gusta, y mucho, la propuesta.

Salvando las evidentes distancias y a sabiendas de que es más fácil opinar que pensar y ejecutar, y sobre todo acertar, me voy a permitir realizar una serie de reflexiones que creo pueden ayudar sobre todo a hacernos las preguntas correctas, que creo es la mejor manera de empezar a acertar.

Todas asistimos estupefactas a las dificultades con las que se está encontrando el pueblo catalán para avanzar hacia la consecución de un estado independiente. Parecía que todo iba bien hasta el 1 de octubre cuando a partir de ahí todo ha sido improvisación por la parte independentista mientras que el estado español se ha visto fortalecido con una mayor cohesión españolista (algún viaje debido a la dispersión me ha hecho ver más banderas españolas que nunca en los balcones). Quizá confiaron en que las vías pacíficas iban a llevar al estado a sentarse y dialogar… ¿Era todo un amago, una ficción, un acto simbólico para hacer sentarse a Rajoy y negociar un nuevo estado en Europa?

Creo que la actitud represiva del Estado español ha desnudado una serie de taras del independentismo catalán: la no voluntad de sufrimiento y la falta de plan, y en especial la promesa realizada a la ciudadanía para que el procés sea tan unilateral como el día 1 de octubre si no era posible la vía bilateral que de momento parece incumplida. Porque en efecto, hay todo un pueblo al que se le prometió que se seguiría hacia adelante, pero ahora todo ha quedado, y tiene posibilidades de quedar en saco roto. Para mí no vale argumentar que no se ha llegado a un 50%, cuando se ha rebasado de sobra ese porcentaje entre la gente que ha participado en las peores condiciones. No me sirve que se diga que hay que ser inteligente como si no avanzar lo fuera y hacerlo un acto de locura e inconsciencia. Me ha decepcionado profundamente ERC al plantear que la línea roja es el código penal español. ¿De verdad pensaba que esto no iba a pasar? ¿Pensaban que el Estado iba a ser razonable y democrático, que con que te asista la razón y tengas un pueblo detrás era suficiente? ¿Y ahora? Si no se puede cabrear al Estado, qué les queda? ¿Acatar todo, bordear la ley sin infringirla? Uno, ¿quién dice que bordearla no va a traer las mismas consecuencias? Y dos, ¿a dónde se avanza bordeando algo sin franquearlo? Sinceramente, creo que no se puede jugar a un independentismo simbólico. No creo que esto tenga recorrido y creo que esto no deja de ser algo táctico. Táctica sin estrategia, fracaso seguro. No sé cómo acabará esta fase de constitución del Govern pero yo en esto estoy con Puigdemont. Si es president tendrá que serlo. No sé si se puede ser president desde la lejanía, pero desde el simbolismo seguro que no. Además es humillante.

Todo este embrollo no ayuda para nada a las independentistas de este país. En cierto modo, el debate de fondo sigue siendo el mismo. O simbolismo o efectividad, no pragmatismo o utopía, no nos engañe, Sr. Lehendakari. Conjugar la legalidad vigente y la consecución de una nueva entidad jurídica donde las relaciones con el Estado no sean de sometimiento y de cierta teatralidad bilateral es inviable. Todo lo que no le gusta al unionismo español, a la unidad de España es inviable jurídicamente. En este escenario la tesitura es clara: o esperamos una eternidad para ver si España se democratiza o se va a tener que saltar la legalidad vigente. O paz legal y sometida o confrontación democrática hacia la consecución de un estado libre. Desde un punto de vista independentista ninguna es apetecible, ya lo sabemos, pero cuando antes asumamos que esas son las opciones y que no existen terceras vías antes llegaremos a los objetivos deseados.

La ponencia de Autogobierno y la actitud del lehendakari, así como lo que está pasando en Catalunya, nos pueden llevar a pensar que con triquiñuelas, jurídicas, argucias legales, definiciones más o menos bonitas y discursos coherentes podemos sortear al Estado y llegar allá donde queramos. Pero sinceramente creo que la izquierda independentista no puede caer en ese más que patente peligro. No lo está haciendo, pero debe ser consciente, debemos ser conscientes, de que ese peligro está ahí y si se sucumbe no lleva a ninguna parte.

Con esto no quiero decir que no debamos estar en lo táctico, en lo político o institucional. Soy una defensora de la lucha institucional, no hay que desperdiciar ámbitos de combate ideológico y político. Y creo que hay que jugar a este juego del autogobierno. El parlamento vasco nos ofrece un marco de diálogo donde nosotras ponemos los que consideramos los principios básicos que necesita esta sociedad para avanzar como pueblo. No podemos decir que por ser insuficiente no nos interesa. Sería regalar a los sectores no independentistas la legitimidad obtenida en las urnas que no es poca.

Pero no debemos olvidar que nuestros retos más importantes a futuro están en otra parte. En primer lugar, necesitamos un cambio de correlación de fuerzas. Cualquier proyecto independentista, que antes o después va a tener que ir a una confrontación con el Estado necesita un amplio acuerdo político y una base social importante, aspectos ambos con los que a día de hoy no contamos. En segundo lugar, trabajar con la ciudadanía para que entienda que no somos un estado independiente, que es a lo que juega Urkullu. Todo el proceso de recentralización del Estado nos va a ayudar a ello. Finalmente, tratar de dotarnos de estructuras de estado en lo económico, jurídico, a nivel de infraestructuras… Tenemos todo un territorio y una estrategia confederal para diseñar y pensar qué país queremos construir. Esos son los tres grandes retos que tenemos entre manos y de los que los avatares táctico-periodísticos no deben desviarnos.

La simbología es importante. Para la cohesión de una comunidad, para fortalecer el sentimiento nacional, para soñar. Pero la consecución de un estado libre, asociado o independiente (esto también hay que recordárselo al PNV) requiere más que el simbolismo. Requiere a una parte muy importante del pueblo, unas buenas relaciones internacionales, un control del territorio y de las finanzas, unas estructuras de estado… Pero también una dosis de realismo y de ser consciente que de la España del 78 no se va nadie si no es a ostias.

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