Europa llega hasta los Urales
No recuerdo a quién leí que el principal objetivo de los EEUU en Europa era evitar a toda costa la alianza entre la UE y Rusia. Y no cabe duda de que lo están consiguiendo: sin barreras naturales importantes, la desconfianza mutua se ha ido tejiendo artificialmente. Para ello, ha sido fundamental el seguidismo servil, durante décadas y OTAN mediante, de los designios del amigo (?) americano, que han colocado a Europa como cabeza visible de la coalición atlántica, y han inducido en sus sociedades un miedo al ruso que parecía ya perdido en los libros de historia de la Guerra Fría. Paranoia vintage, lo llama Raimundo Fitero. Y de repente, en el colmo de la hipocresía y el cinismo, el gran gurú antirruso prescinde de Europa para trapichear con su compadre del este. No es una paradoja, sino una tomadura de pelo en toda regla, a Europa se la han jugado. Se está dando una crisis geopolítica brutal, con escenarios novedosos, impensables hace un lustro, y múltiples actores buscando ansiosamente su lugar en el nuevo orden, que implican un replanteamiento integral de las estrategias a nivel mundial y en numerosas direcciones. Si los instigadores recurrentes del enfrentamiento con Rusia han roto la baraja y abierto un canal de diálogo con ella, ¿por qué no hace lo mismo Europa? ¿A nadie se le ocurre explorar un acercamiento estratégico a Moscú, que la economía y la propia geografía están pidiendo a gritos? Europa es Europa desde Fisterra hasta los Urales. ¿No parece lo más adecuado conformar una alianza natural de todo el continente, un bloque compacto y autosuficiente, con sus valores por bandera, que se presente en situación de igualdad junto a los colosos de otros continentes?
Aun reconociendo las deficiencias democráticas y expansionistas del actual estado ruso, ¿qué lo diferencia de la Hungría de Orban, la Italia de Meloni o la Polonia que ha jugado con Pablo González? ¿Por qué no podemos mantener relaciones con ella, si lo hacemos con Arabia Saudí o la propia patria de Trump? Por no hablar de Israel... Independientemente de la coyuntura política que atañe a los diferentes protagonistas, nada nos separa del pueblo ruso, ni de ningún otro de cualquier rincón del planeta. Nos urge un liderazgo valiente, dialogante, solidario y consciente de los problemas que afectan directamente a la propia existencia de la humanidad; pacifista, ecologista, igualitarista e internacionalista, que prefiriendo la diplomacia frente al belicismo como camino para la paz y la convivencia, luche contra el militarismo, el productivismo y el fascismo de etiqueta en todas sus manifestaciones.
Desgraciadamente, es la peor carencia en el peor de los momentos. ¿Estamos aún a tiempo de clonar a Pepe Mujika?
P.D. La película "Que vienen los rusos" (1966) de Norman Jewison puede ser una simpática opción vintage para cualquier tarde lluviosa.