Euskadi Next 21-26, la nueva ideología del capitalismo vasco
El capitalismo verde y digital es fundamentalmente ideología, cuyo cometido consiste en justificar una desesperada huida hacia delante de las élites económicas y políticas vascas a costa de los recursos de todos y todas
Un fantasma recorre las instancias oficiales y los consejos de administración de las grandes empresas en Europa: el capitalismo verde y digital. Su rastro, aun con retraso, también se ha hecho evidente entre las élites políticas y económicas de la CAV, quienes se aferran a él con uñas y dientes, en un momento de profunda crisis. De este modo, mientras una creciente precariedad y desasosiego inunda a las mayorías populares, no hay tertulia, comparecencia institucional o anuncio corporativo que se precie que no haga referencia a las bondades de cubrir la economía vasca con un manto verde y digital.
Tal es así que este pareciera el antídoto milagroso capaz de solucionar todos los males a los que nos enfrentamos, sin conflicto ni contradicción alguna. Se combinaría así la generación de crecimiento sostenido y empleo, la digitalización de la matriz productiva, la cohesión territorial, la justicia social, el desarrollo de cuidados inclusivos de calidad, la transición energética y la lucha contra el cambio climático. Para avanzar en este horizonte, además, la herramienta principal no sería la austeridad, sino el impulso institucional de ambiciosos planes de inversión pública, dentro de los cuales destaca Euskadi Next 21-26 como derivada del programa europeo de recuperación. En definitiva, una cuadratura del círculo en toda regla y, encima, aplicando un supuesto giro político que rompe con el dogma neoliberal. ¿Quién da más?
Nadie. Por eso, ante la propuesta de pociones mágicas, mejor pensar y actuar con cautela. ¿Es viable el horizonte que nos ofrecen? ¿Asistimos a un giro político de calado, que asume por tanto los aprendizajes derivados de la pandemia? ¿El relato del capitalismo verde y digital permitirá avanzar en una vigencia más sólida de los derechos sociales y del planeta, o bien se trata de un nuevo acto de fe que justifica la concentración de recursos públicos en ciertas manos? ¿Es, en definitiva, un escenario realista o pura ideología?
Para responder a estas preguntas con rigor, es preciso atravesar el escudo propagandístico que ampara a este imaginario, profundizando en la naturaleza de los planes e iniciativas que lo aterrizan. Esta ha sido precisamente la pretensión de la plataforma Euskal Herriak kapitalari Planto con la publicación de la guía Fondos Europeos de Recuperación. Una huida hacia adelante verde y digital, ejercicio de disección de los objetivos reales, prioridades, protagonistas y condicionalidades de Euskadi Next 21-26 como punta de lanza de este nuevo fenómeno.
Ejercicio ni mucho menos sencillo, dado el secretismo y la opacidad que están caracterizando todo el proceso a escala continental, estatal y autonómica. Tal es así que un año después de la aprobación oficial del programa europeo de recuperación, solo se están empezando a liberar los primeros pagos a los países, y aún no se conoce uno solo de los proyectos que se implementarán, tampoco en la CAV. Únicamente hemos tenido acceso público, de manera muy genérica, a las 277 iniciativas priorizadas por el ejecutivo vasco para su posterior aprobación en el marco del plan España puede. Selección en la que en ningún momento la ciudadanía y los agentes sociales vascos hemos podido participar, ni en su primera versión de diciembre de 2020, ni en la actualización de mayo del presente año. En todo caso, pese a la falta de concreción y transparencia en Euskadi Next 21-26, su contenido sí nos ofrece algunas pistas. Destacamos a continuación cuatro señas de identidad que definen su naturaleza, ayudándonos en consecuencia a responder a las preguntas expuestas con anterioridad.
En primer lugar, podemos afirmar que el objetivo real del proceso no es ni la recuperación ni la transformación económica, sino la adaptación de las empresas vascas internacionalizadas a los mercados globales. Pese a que el marco general habla de recuperación, los fondos esperados no van dirigidos a los sectores más castigados por la pandemia. No encontraremos en Euskadi Next 21-26 un apoyo prioritario a la atención primaria, las residencias, las condiciones laborales de las cuidadoras como trabajadoras esenciales, la contratación de profesorado, o la mitigación de la situación crítica de baserritarras, comercio de proximidad y pequeñas empresas, por poner solo unos ejemplos. Al contrario, su mensaje es muy claro: «La prioridad es la transformación y la resiliencia. A través de ellas llegará la recuperación y no viceversa». El lema institucional de «Las personas, primero», por tanto, ya tal, el business as usual en pura esencia.
Pero además, aunque se hable de transformación, esta no es tampoco la meta perseguida. En este sentido, no se alteran en lo más mínimo los parámetros económicos clásicos que incluso la Consejera Tapia llegó a poner en cuestión, aún tímidamente, en marzo de 2020. Se sigue apostando así por los mercados globales como referencia, pese a la extrema vulnerabilidad mostrada durante la pandemia y a su ineficiencia ecológica; por fortalecer la propiedad, control y gestión privada del tejido productivo, cuando lo público y lo comunitario han sido quienes han sostenido realmente nuestras vidas; por obviar la desvalorización de los trabajos que se han evidenciado como esenciales; y por negar la evidencia de contradicciones flagrantes entre crecimiento económico y sostenibilidad, entre empleo digno y digitalización, entre igualdad y fortalecimiento de las grandes empresas, incluso la evidente tensión entre lo verde y lo digital. Estos parámetros no solo no se revisan sino que, al contrario, se refuerzan.
En definitiva, cuando separamos el grano de la paja, el halo de recuperación y transformación queda reducido a una transferencia de fondos públicos a manos privadas para tratar de adaptarse y conquistar nichos de mercado en las oportunidades que ofrecería la «nueva economía verde y digital». Una economía, es importante tenerlo claro, que opera en un contexto más que incierto, marcado por una crisis sistémica profunda (que la pandemia ha acelerado, no creado), sin visos de incrementos notables y generalizados de productividad que inicien una nueva onda expansiva; acechado por un colapso ecológico cada día más notorio (cambio climático, agotamiento de materiales y energía fósil, pérdida de biodiversidad, etc.), que solo una profunda transformación económica podría mitigar, y liderado en sus mercados más dinámicos por empresas chinas y de EEUU, mientras las europeas parten de un notable rezago.
Esta prioridad por la adaptación empresarial verde y digital se concreta en la segunda idea-fuerza de Euskadi Next 21-26: los proyectos de vocación internacional, especialmente los megaproyectos, son las principales herramientas planificadas para capturar nichos de mercado y maximizar ganancias corporativas. De las 277 iniciativas propuestas, 92 alcanzan la categoría de proyectos estratégicos (denominados PERTE, acumulando más del 63% de los 18.286 millones presupuestados entre fondos públicos y privados), y están definidos bajo patrones muy claros de escalado industrial y búsqueda de mercados internacionales.
Realizando un ejercicio de síntesis, tres podrían ser las líneas complementarias en las que se insertan dichos proyectos, confiriendo una identidad determinada al plan: nichos de mercado verde y digital (corredor vasco de hidrógeno, parques eólicos terrestres y marítimos, digitalización, 5G, servicios de salud y cuidados, centros inteligentes de todo tipo, etc.); viejos proyectos desarrollistas bajo un nuevo halo innovador (grandes infraestructuras, como el Guggenheim en Urdaibai); y el rescate a grandes empresas en sectores en crisis acentuada (transición hacia el automóvil eléctrico en el caso de la automoción, avance hacia nuevos productos en el sector aeronáutico, modernización y digitalización de la agroindustria, impulso a la construcción en base a megaproyectos y regeneración de suelos y edificios, reciclaje del sector de la energía fósil vía hidrógeno, etc.). Se combina de este modo nueva y vieja economía, pero barnizada esta última de verde moderno.
En todo caso, todos estos proyectos estratégicos comparten una serie de patrones comunes, que nos ayudan a concretar aún más claramente la naturaleza del proceso: uno, la meta que persiguen es, fundamentalmente y en primera instancia, la obtención de ganancia empresarial, no la solución de problemas detectados en la sociedad vasca (premisa válida incluso para el componente de salud y cuidados); dos, su éxito es, cuando menos, incierto, tanto por el contexto global y continental antes señalado, como por lo arriesgado de las apuestas realizadas (por poner solo dos ejemplos, recordemos la difícil viabilidad de la generalización del automóvil particular eléctrico, o las limitaciones termodinámicas y económicas para obtener las metas estipuladas en hidrógeno verde, hoy el 0,1% del total generado en Europa); tres, las condicionalidades específicas de carácter ecológico, social y/o laboral apenas existen para estos PERTE, al contrario, gozan de cierta desregulación normativa justificada por su carácter urgente; y cuatro, su priorización no responde a un ejercicio democrático de planificación, sino a los intereses privados de las grandes empresas que los impulsan.
Esta última es precisamente la tercera idea-fuerza de Euskadi Next 21-26: las empresas trasnacionales son sus verdaderas protagonistas. Detrás de cada megaproyecto propuesto hay una o varias grandes corporaciones, en alianza con start ups tecnológicas. De este modo Iberdrola, Petronor, Sener, Ferrovial, ACS, Mercedes Benz, Irizar, Euskaltel, Gestamp, CAF, Idom, Nortegas, CIE Automotive, etc., son los nombres que se repiten y hegemonizan el documento, en cuya redacción la consultora PriceWaterhouseCoopers ha tenido un rol muy relevante (recordemos, una de las entidades sancionadas como parte del Cartel del Norte, orquestado para el amaño de contratos menores y licitaciones).
Se consolida así la figura de la alianza público-privada, mediante la cual las empresas mantienen el control, propiedad y gestión de los proyectos que sirven a sus propias estrategias, pero mitigan su riesgo al contar con una fuente inversión de fondos públicos, fondos que ya en sí mismos son fuente de capitalización corporativa.
Por último, la cuarta idea-fuerza que identificamos en Euskadi Next 21-26 es la apuesta por una gestión directa de los fondos europeos, fundamentalmente de los proyectos estratégicos. Frente al modelo de gobernanza vertical y centralista pergeñado para la gestión de estos, el ejecutivo vasco aboga por protagonizar una parte de los PERTE y sus alianzas público-privadas correspondientes. Propone así una nueva clasificación, distinguiendo PERTE de carácter estatal (29) y PERTE autonómicos (63), cuya dinamización recaería en las instituciones de la CAV. Esta crítica al sistema de gestión no se traslada, sin embargo, a la reversión de la nula participación social, ni al desarrollo de una co-gobernanza a escala local.
En definitiva, y pese a la opacidad del proceso, podemos concluir que la identidad de Euskadi Next 21-26 consiste en el rescate y apoyo a las grandes empresas que operan en la CAV, para el impulso de megaproyectos que permitan una hipotética captura de nichos globales de mercado en la nueva economía verde y digital (también en sus viejas periferias barnizadas), en base a alianzas público-privadas dinamizadas directamente por las instituciones vascas, que ponen al servicio de las corporaciones una ingente cantidad de fondos públicos (solo en fondos europeos, se espera obtener unos 6.400 millones), cuyas pérdidas serán socializadas si las iniciativas no alcanzan sus inciertos objetivos.
Esta identidad centrada en el crecimiento económico, los megaproyectos, y lo público al servicio de lo corporativo no es, además, exclusiva de Euskadi Next 21-26, sino que extiende su manto al conjunto de planes de calado que en estos momentos se impulsan de manera estratégica, como el Basque New Deal o la Transformación digital de Euskadi 2025. Es, por tanto, la concreción real de un relato hegemónico de capitalismo verde y digital que viene para quedarse y que, volviendo a las preguntas iniciales que abrían el artículo, ni garantizan un escenario más propicio para la vigencia de los derechos sociales y del planeta, ni significan un giro político frente al neoliberalismo.
En este sentido, el «capitalismo verde y digital realmente existente» nos mete en un triángulo de las Bermudas conformado en su primer vértice por la incertidumbre respecto a las inversiones previstas (algunas de ellas probables burbujas que todos y todas tendremos que pagar, como ya hemos señalado previamente), el segundo por las reformas laboral, fiscal y de pensiones que impone Europa vía semestre europeo para el acceso a los fondos, mientras que el tercer vértice que cierra el triángulo estaría compuesto por el incremento exponencial de la deuda pública, que no hace sino avivar posibles nuevos estallidos futuros y engordar a medio plazo unas políticas de austeridad sin precedentes, cuando se active de nuevo el Pacto de crecimiento y estabilidad, previsto para 2023. Parece claro por tanto quién gana y quien pierde en esta travesía.
Máxime si a esto le sumamos la muy dudosa capacidad de la economía global de poner en marcha una nueva onda expansivas de crecimiento, así como las crecientes contradicciones antes citadas entre crecimiento y sostenibilidad, entre lo verde y lo digital, entre digitalización y empleo de calidad, entre megaempresas corporativas y libertad, entre capital y vida, en definitiva.
La conclusión es clara: el capitalismo verde y digital es fundamentalmente ideología, cuyo cometido consiste en justificar una desesperada huida hacia delante de las élites económicas y políticas vascas a costa de los recursos de todos y todas en un momento especialmente crítico. Eso no significa por supuesto que no haya que dar la batalla por la transición ecológica, la transformación de la matriz económica, y la justicia social, así como un profundo debate democrático sobre la digitalización. Al contrario, es fundamental que aprovechemos la mayor concienciación social sobre estos temas para posicionar un marco alternativo de avance en este sentido, antagónico al que pretende hacernos pasar por ese triángulo de las Bermudas. Un marco que cuestione la premisa del crecimiento económico, que reduzca el poder de los mercados y las grandes empresas en favor de la clase trabajadora, que prime lo común a lo privado, que priorice los circuitos cortos y la proximidad y que entienda la naturaleza no como un nicho de negocio, sino como parte consustancial de la trama de la vida. Nos jugamos mucho en ello.