Félix Placer Ugarte
Teólogo

Euskal Herria digital

Vivimos en un mundo tecnológico que nos hace dependientes de una inmensa red de conexiones de la que no podemos prescindir en nuestras relaciones sociales, laborales, en el aprendizaje, en la información y comunicación; toda nuestra vida está condicionada por artefactos técnicos que en cada momento utilizamos. Las llamadas técnicas de la información y comunicación (TIC) son prácticamente imprescindibles para la vida diaria y ofertas de todo tipo ocupan nuestro tiempo con un consumo creciente, ampliado y facilitado con tecnologías digitales: desde la diversión (videojuegos), la cultura de masas (TV), acceso ilimitado a libros (ebooks), información sin fronteras (internet), comunicación inmediata (teléfono móvil, WhatsApp), hasta conocimientos por la Inteligencia Artificial (IA) y sus algoritmos.

No hay duda de que este desarrollo tecnológico ha puesto a nuestra disposición muchas posibilidades y más tiempo libre. Pero ese tiempo ha sido llenado precisamente por las TIC y sus múltiples artefactos que invaden la sociedad, nuestra intimidad y relaciones; hoy la IA es capaz de elaborar conocimientos, decidir e interactuar con humanos (chatGPT). En este contexto, ser libre significa entonces poseer más información, acumular datos (big data), estar informado al momento, relacionarse en redes, consumir virtualmente sin límites. La tecnología es la clave de la libertad que tiene su precio: la dependencia.

Esta dependencia está alimentada y controlada por lo que Cédric Biogini llama Capitalismo digital que va más allá y llega también a trasmitir una mentalidad uniforme, un lenguaje y pensamiento únicos que, como interesa al capitalismo cognitivo, hace desear su oferta consumista y comportarse individual y socialmente según sus proyectos y objetivos programados y controlados por potentes algoritmos. En consecuencia, del «homo sapiens» pasamos al «homo tecnologicus» que consume, piensa y actúa según el paradigma tecnocrático.

Las grandes potencias mundiales y, por supuesto, todas las corporaciones y plataformas informáticas luchan por la hegemonía tecnológica. La clave del dominio mundial está en el desarrollo tecnológico. USA y China, con intereses divergentes, son hoy sus principales protagonistas, porque quien avance más en este campo ejercerá su imperio sobre el mundo. Por tanto, están invirtiendo ingentes sumas de capital para hacerse con el control de la IA. A su vez, las grandes plataformas informáticas están desarrollando una poderosa tecnología con una avanzada IA, hoy ya generativa (IAG), guiados y controlados por intereses capitalistas neoliberales.

En consecuencia, estamos entrando en una carrera «imparable» (Yuval Noal Harari), donde el sentido nos es dado por el consumo digital. La «neophilia» (el amor por la novedad) es el criterio donde todo se hace asequible virtualmente. Hemos llegado a la «aldea global», prevista por Marshal McLuhan, por medio de la comunicación inmediata y mundial de todo tipo de información donde todo está (aparentemente) en nuestro teclado digital controlado por la IA de las grandes corporaciones (GAFAM).

En este mundo cada vez más desintegrado y dividido por enfrentamientos entre personas, pueblos y con la naturaleza, la IA puede o bien ahondar la división, desigualdad y contaminación o bien contribuir a la relación, a la integración y al cuidado. El fabuloso mundo web ha creado redes ilimitadas que ponen en relación culturas, informaciones, conocimientos, adquisiciones y, sobre todo, personas y pueblos antes desconocidos e incomunicados. Puede contribuir con su información a hacernos sensibles ante situaciones de injusticia y marginación, facilitar un mundo más conectado y solidario que será humanizador cuando se guíe por criterios éticos, ecológicos, sociales que relacionan la vida humana, con la naturaleza y logran un equilibrio sostenible bio-eco-tecnológico.

Euskal Herria, como todos los pueblos de la tierra, está inmersa en este proceso tecnológico del que no puede prescindir, si quiere seguir el acelerado ritmo de crecimiento en el ranking mundial. ¿Con qué consecuencias y futuro?

No hay duda de que las nuevas tecnologías, en especial la IA, están teniendo ya una incidencia e influencia que afectan a nuestra identidad y cultura propias, a los valores y sentimientos que nos caracterizan y diferencian. En determinados casos y sectores sociales han erosionado y diluido la conciencia vasca y su autoafirmación identitaria. Sin embargo, creo, no han suprimido lo nuclear y básico de nuestros rasgos referenciales. más bien se puede comprobar que en las actuales experiencias y contextos, las diversas expresiones del sentimiento cultural vasco, su identidad profunda, han adquirido una creciente consistencia.

El desafío está en afirmarlas y reforzarlas. La IAG puede ser un instrumento eficaz en la medida en que se programe con algoritmos que la potencien según criterios de la conciencia de Pueblo Vasco. Y en este caso estamos ante un problema político de gran alcance y compromiso. Si la tecnología avanzada se promueve y desarrolla aquí con objetivos basados en un capitalismo digital que valora tan solo el rendimiento y la competitividad, nuestra identidad y características vascas irán perdiéndose en un mundo uniforme ante la imposición de un pensamiento único globalizado donde la producción y consumo anula culturas, lenguas, tierras y pueblos generando un mundo dirigido y controlado por el poder computador inteligente. Carente de criterios éticos, trata de reducir la tierra vasca y al pueblo que la habita a un gran mercado sin conciencia, donde todo se compra y se vende para beneficios capitalistas, anulando sus riquezas humanistas, su conciencia identitaria y su pensamiento creativo. Terminará por perder el significado de su nombre para reducirse a ser una Euskal Herria digital, artificial, sin conciencia, sometida al capitalismo cognitivo.

Por tanto, urge redescubrir y afirmar nuestras diferencias lo cual no significa separación o aislamiento; menos aún negación del progreso científico. La imprescindible identidad vasca en un mundo tecnológico necesita para afirmarse, relaciones y diálogo auténticos con otros pueblos, culturas y ciencias, identidades y espiritualidades, desde el mutuo respeto, interconocimiento, comprensión y progreso solidario, en la pluralidad.

Las decisiones políticas, continuistas o innovadoras, de esta nueva legislatura en el desarrollo tecnológico y, en especial, en la IAG, va a ser decisivas para la afirmación autodeterminada y soberana de Euskal Herria.

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