Feltrinelli, el revolucionario incómodo
Este 14 de marzo se cumplieron 53 años de la muerte de Giangiacomo Feltrinelli, empresario, editor, político y hombre de acción, una persona poliédrica cuya trayectoria ha sido siempre incómoda para la izquierda europea. Siendo muy joven, se unió a las fuerzas regulares italianas para combatir al fascismo y ya en 1945 se afilió al Partido Comunista Italiano (PCI) que entonces lideraba Palmiro Togliatti. Sus diferencias con el partido, sobre todo por su dependencia de las directrices marcadas desde Moscú, le hicieron alejarse de forma paulatina de la formación, hasta abandonarla en 1959. Mientras tanto seguía ejerciendo de editor de libros en Feltrinelli Edizione, la empresa que él mismo había fundado en 1955. Hay que decir que Giangiacomo procedía de una familia adinerada, cuya fortuna se empezó a amasar a principios del siglo XIX. Su padre Carlo había sido un destacado financiero italiano que contaba con intereses en diversas sociedades industriales e inmobiliarias, y hasta con su propia Banca Feltrinelli.
Sin embargo, Giangiacomo observó, ya desde muy joven, la existencia de dos clases sociales, una pudiente que vivía en la abundancia, la burguesa, y otra que vivía con dificultades, la proletaria. Desde el minuto uno se decantó, pese a sus orígenes burgueses, por esta segunda. Aún con sus contradicciones, fue fiel a la clase oprimida hasta el último día de su vida.
Los sesenta fueron años en los que la rebeldía y las ideas revolucionarias prosperaron en medio mundo. Ahí estaba el Vietcong de Ho Chi Minh, la Cuba de Fidel y Che Guevara, las activas guerrillas latinoamericanas y africanas o la OLP palestina. Feltrinelli contactó con algunos de los principales protagonistas de estos movimientos revolucionarios, como es el caso de sus largas conversaciones con Castro o sus relaciones con el movimiento tupamaro, unos contactos que le hicieron evolucionar en sus posiciones políticas y en su manera de afrontar la lucha por el socialismo.
El golpe de los coroneles en Grecia en abril de 1967, y sobre todo el atentado fascista de diciembre de 1969 contra la sede de la Banca Nazionale dell'Agricoltura de la Piazza Fontana de Milán, que causó 17 muertos y 88 heridos, le hizo sospechar de un posible golpe de Estado fascista en Italia, con la implicación de la CIA y la OTAN, y de la necesidad de hacerle frente con las armas en la mano. Algunos periódicos relacionaron a Feltrinelli, persona muy conocida en Italia, con ese atentado, pese a que todo indica que fue perpetrado por un grupo neofascista encabezado por Franco Freda.
Feltrinelli conocía a muchos de los protagonistas de la izquierda revolucionaria italiana como Renato Curcio, Toni Negri, Alberto Franceschini, Orestes Scalzone o el antiguo partisano Giambattista Lazagna, con quienes debatió sobre dar prioridad o no a la lucha armada frente al anquilosamiento del viejo PCI y la ofensiva de la derecha reaccionaria. De hecho, en la primavera de 1970 ya estaban actuando en Milán, Génova y Trento los Grupos de Acción Partisana (GAP), que encabezaba el propio Feltrinelli.
El 14 de marzo de 1972, un comando de los GAP coloca un artefacto explosivo en una torre de alta tensión de Segreate, cerca de Milán, con el objetivo de producir un gran apagón en toda el área metropolitana de la ciudad. Al parecer, un fallo en el temporizador hace explotar antes de tiempo la bomba, que acaba abruptamente con la vida del editor y revolucionario milanés, que la manipulaba.
53 años después de su muerte, sigue llamándonos la atención que una persona que tenía la vida resuelta como heredero de una gran fortuna y que presidía una prestigiosa y exitosa editorial de izquierdas, diese un paso tan comprometido que le llevase en última instancia a perder su vida.
¿Fue Feltrinelli un aventurero, o simplemente un revolucionario coherente con sus ideas? Pese a su trayectoria radical en los últimos años de su vida, él seguía teniendo amigos en las altas esferas del PCI, el gran partido comunista de Bordiga y Gramsci, que llevó al extremo su pragmatismo y acabó engullido por el sistema, optando por autodisolverse en 1991. En el año 2016 se produciría un intento de refundación con escaso éxito.
Probablemente vivimos en otro contexto sociopolítico, mucho más encorsetado, en el que las apuestas radicales de personas como Feltrinelli no tienen ninguna posibilidad de prosperar en lo que conocemos por Occidente. A día de hoy el campo de juego entre capitalismo y socialismo está acotado entre la opción (ultra)liberal y la socialdemócrata y no ha lugar a otras alternativas, y mucho menos a la escogida en último término por el editor milanés. Los lectores interesados en su figura pueden consultar su biografía escrita por su hijo Carlo: “Senior Service” (Anagrama).
En todo caso, es necesario situar la apuesta radical de Feltrinelli en el contexto de una Italia en efervescencia con la irrupción, en torno al año 1970, de numerosos grupos de izquierda revolucionaria, tanto marxistas como anarquistas, entre los que destacaban las Brigate Rosse. Colectivos que acompañaban la lucha armada como tal con acciones contundentes en la calle y en las fábricas, tratando de combatir a la derecha más extremadamente reaccionaria. Como todos ellos, Feltrinelli habría intentado responder de manera tan coherente como audaz, a la pregunta fundamental que se hicieron en su momento tanto Nikolai Chernyshevski como el propio Vladímir I. Lenin: ¿qué hacer? Si acertó o no en su apuesta, la historia le juzgará.