Juan de Gaztelu

Horizonte peligroso

El pasado domingo a la noche en prime time tuve la ocasión de visionar un programa especial sobre la catástrofe de la Comunitat valenciana que me dejó atónito y que me invita a compartir estas reflexiones.

El programa en cuestión es dirigido por un prestigioso presentador vitoriano que en dos décadas ha protagonizado una carrera fulgurante como comunicador. Así, de tratar temas paranormales ha dado el salto a comentarista de la actualidad. Para esta nueva función, se ha rodeado de un elenco de personas afamadas en las nuevas redes sociales que cuentan con un número importante de seguidores. Entre ellos, destacan militares, policías, psiquiatras, representantes de la «verdadera» clase obrera, y demás «expertos» de clara tendencia conspiranoica y negacionista, lo que promete unas audiencias extraordinarias.

No obstante, lo fundamental a mi juicio no es el número de espectadores, sino el tipo de opiniones que se vierten y que pueden generar tendencia. Teniéndose por abanderados de la libertad, estos colaboradores aprovechan cualquier circunstancia para difundir un mensaje populista y retrógrado. En esta ocasión, el desastre habido en Valencia les ha valido como pretexto para enarbolar el discurso de la antipolítica más rancia, muy alejado de cualquier ensayo libertario. De este modo, la descoordinación de las instituciones españolas, tanto estatales como autonómicas, en la gestión del desastre y que ha ocasionado un perjuicio mayor, es aprovechado para proponer soluciones de corte claramente autoritario. Así, apuestan abiertamente por un poder político centralizado y de mando único donde los militares y los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado tengan una mayor autonomía de actuación, que incluso llegue a rebasar el marco constitucional español. Humildemente, pienso que esto difiere enormemente del concepto de libertad, retorciéndolo tanto que acaba siendo una palabra vacía de contenido.

Como buenos populistas, ante críticas como la que aquí presento, dirán que ellos son la voz del pueblo, los que recogen su clamor... y que, por lo tanto, están por encima de cualquier objeción que menosprecian hasta la extenuación, puesto que estas, según su hilo argumental, provienen del establishment, la intelectualidad o del poder hegemónico que les quiere silenciar.

Muy al contrario, las líneas precedentes representan mi único pensamiento y no pretenden censurar, pero sí poner en guardia a la sociedad frente a generadores de opinión que inoculan en las personas ideas poco democráticas y que se benefician del dolor y la indignación para avanzar en sus propósitos espurios. Ya pasó en la década de los treinta del pasado siglo. Aprendamos de la Historia y todo irá mejor.

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