Iulen Lizaso Aldalur

Horizontes lejanos

¿Qué patrón de comparación y-o arquetipo de admiración seguimos, para que naciendo de un mismo origen estelar, los mismos talentos y mismo propósito de vida, a través de hechos de dolor, vamos empobreciendo día a día nuestra conciencia existencial, cuando ellos sin mayor esfuerzo fueron capaces de multiplicarla y seguir siendo?

Sèvres es una ciudad situada a orillas del Sena y que linda con la parte izquierda al sur de París. Los que nos aplicábamos en los estudios mas por miedo al palo y castigo que por vocación, aún mantenemos impresa en la mente de que en esa ciudad se halla el Museo de Pesas y Medidas con los patrones inmutables de nuestro Sistema Métrico Decimal guardados en vitrinas

A pesar de que en global las comparaciones resultan odiosas, es una definición universal que aprendí de niño y hoy serviría para ponernos nota a partir de juzgarnos ante «patrones» y-o arquetipos en los diferentes ámbitos de nuestra vida: «Medir es comparar una cosa con otra que tomamos como unidad».

Hoy la riqueza económica por habitante de cada país y región lo marca el PIB, y la riqueza formativa en el ámbito docente a partir del informe PISA, que establece una calificación de mejor a peor, pero solo en aquellas materias que la OCDE estima relevantes para el progreso de las sociedades occidentales.

Dentro de esta entropía global que vivimos, ciencia y tecnología están cada vez más al servicio de elites poderosas que mantienen su estatus a base de extraer riquezas al planeta hasta su extenuación, y esclavizar y reprimir a semejantes que reclaman mesura y participar de un reparto mas equitativo. «Un gran valor para la sociedad no es siempre de gran valor para el mercado», mantra de excelencia neoliberal, cuyas consecuencias hoy amenazan la paz mundial.

La anterior humanidad que pobló la Tierra a diferencia de la de hoy, entendía el respeto a la vida y lo vivo como valor de excelencia, razón por la que nos dejaron el planeta tal como lo tomaron a su llegada. Así procede preguntarnos: ¿qué patrón de comparación y-o arquetipo de admiración seguimos, para que naciendo de un mismo origen estelar, los mismos talentos y mismo propósito de vida, a través de hechos de dolor, vamos empobreciendo día a día nuestra conciencia existencial, cuando ellos sin mayor esfuerzo fueron capaces de multiplicarla y seguir siendo?... lo tuvimos y lo matamos; es la pérdida de ese eslabón, lo que impide enlazar nuestra atmósfera individual con la atmósfera original del espacio estelar... y seguir siendo.

Si la conciencia es la ciencia del alma, me reafirmo con lo que asegura Rudolf Steiner en sus tratados de antroposofía con savia de espiritualidad cristiana: «La conciencia es el centro de la existencia»... madre de toda existencia.

La escritora madrileña Manuela Hernán Matesanz asegura: «Tu atmósfera es la pensante y no tú». Si la conciencia se nutre de nuestros pensamientos, por olvidadiza que sea la memoria, guarda hechos de violencia y guerra que se repiten, «paridos» por pensamientos tomados de nuestra atmósfera individual.

Steiner destaca de los atlantes su memoria desarrollada, diferenciada en que en esta humanidad se da el desarrollo del pensamiento y todo lo vinculado con él. ¿De que naturaleza y en base a que hechos hemos añadido a nuestra atmósfera original tanta información de choque para convertirla en fuente de mal y olvido de nuestra conciencia... cuando somos hijos de ese origen de bien?

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