Raúl Zibechi
Periodista

Imposible comprender China con ojos occidentales

El periódico oficialista Global Times, que recoge las opiniones del Partido Comunista de China, publicó un largo artículo en el que asegura que el país asiático «desafía el discurso de que una nación fuerte debe ser hegemónica» (Global Times, 15/09/2924). El editorial recuerda que el 1º de octubre se conmemoró el 75 aniversario de la fundación de la República Popular y que en ese lapso «China se ha transformado de un país pobre y atrasado en una sociedad moderadamente próspera», pero además «se encuentra entre las principales potencias económicas del mundo y es el mayor país manufacturero, de comercio de bienes y de reserva de divisas del mundo».

Luego de repasar los logros del país, Global Times sostiene que el papel de China en el mundo ha llevado a numerosos analistas y políticos occidentales a sostener que cuando una nación se vuelve poderosa, «sus demandas aumentan inevitablemente, lo que lo lleva a ejercer la hegemonía en el extranjero para obtener beneficios excesivos».

De forma muy clara y tajante afirma que China no tiene ninguna razón de peso para repetir la historia colonial de Occidente, o sea la búsqueda de la hegemonía imponiéndose a otras naciones. El diario cita al presidente Xi Jinping, quien señaló que «nunca tomaremos el camino trillado del saqueo colonial o el camino equivocado de buscar la hegemonía cuando uno se vuelve fuerte».

Toma ejemplos de la historia y la cultura chinas para concluir –citando a Wang Yiwei, profesor de la Universidad Renmin de China en Beijing–, que «China ha buscado constantemente el compromiso diplomático y el comercio en lugar de la agresión y la expansión». Aunque ha tenido conflictos importantes con países limítrofes (como Vietnam y la URSS, entre otros), lo cierto es que no ha optado por expandirse invadiendo otras naciones.

Por el contrario, Global Times sostiene que China ha sufrido invasiones y fue víctima del colonialismo: «China ha soportado un sufrimiento significativo por el colonialismo y el hegemonismo. Estas experiencias han dejado una marca indeleble en la psique china, fomentando una profunda simpatía por otros grupos que enfrentan la explotación y la opresión».

Es habitual que las potencias hegemónicas piensen que los adversarios se comportarán de modo similar. Occidente expandió su dominación a base de guerras coloniales, colonizando el planeta con violencia e imponiendo su cultura como la única verdadera. La conquista de América por España supuso la aniquilación de los pueblos indígenas que sufrieron un colapso demográfico impresionante. Además, los conquistadores impidieron a los pueblos celebrar sus rituales, hablar sus lenguas y mantener sus tradiciones, siempre en nombre de una civilización que se considera superior.

La esclavitud y la piratería a gran escala realizadas por Occidente están en la base de la consolidación del capitalismo como sistema-mundo. No es, sin embargo, el caso de los países del llamado Sur global, ni de China, que son la porción del planeta que ha sufrido opresión colonial. ¿Por qué razón repetirían los mismos modos que rechazan y que fragilizaron sus sociedades?

Si repasamos cómo llegaron los países europeos a convertirse en colonizadores, veremos que primero lo hicieron dentro de sus fronteras (como la Reconquista en España que llevó a la expulsión de la población musulmana), para luego expandirse a la conquista de otras regiones del mundo, a través de la violencia.

China es un buen ejemplo que contradice esta historia. Fue invadida tres veces en un siglo: dos veces por Inglaterra y Francia en las «guerras del opio», y luego por Japón con apoyo occidental en 1931. Cuando China pudo expandirse a través de la conquista de otros países, no lo hizo. Global Times pone como ejemplo a Zheng He, navegante de la dinastía Ming (1368-1644), que dirigió una poderosa flota a través de los océanos Pacífico e Índico, pero no ocupó territorios.

En el período del ascenso de Gran Bretaña como potencia mundial, conquistó tantos países que podía decirse que el sol nunca se ponía en el imperio. En el período del ascenso de Estados Unidos fueron atacadas o invadidas casi todas las naciones del Caribe, Centroamérica y México, además de haber impulsado golpes de Estado en la mayor parte de Sudamérica.

Creer que los pueblos oprimidos se comportarán igual que los colonizadores, es una actitud colonial, por más que en algunas ocasiones eso pueda suceder. En general, los dominadores defienden sus intereses y no tienen la menor intención de ponerse en la piel de los dominados.

A través del gigantesco proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, China busca conectar el país con Asia y el resto del mundo, y ganar influencia económica y política a nivel global. Es un proyecto económico y comercial, no militar, que está siendo respondido con proteccionismo y guerras por Occidente para bloquear las rutas comerciales que recorre.

No pretendo eludir el hecho de que China implementa formas de control de la población como el «crédito social» que busca regular el comportamiento de las personas, castigando la disidencia y restringiendo libertades a través de un rígido control digital, como pudo observarse durante la pandemia de Covid. Es evidente que en China la población carece de libertades elementales y que el control estatal y del partido alcanzan a todos las personas en todos los rincones del país.

Sin embargo, China no intenta expandir su «modelo», como hacen los países occidentales, juzgando quiénes respetan los derechos humanos y quiénes no lo hacen. No interfiere en los modos de gobierno y en las decisiones de cada nación, respetando la soberanía de cada una, lo cual en ocasiones lleva al Dragón a apoyar regímenes autoritarios y despóticos.

Es la primera vez en tres siglos que emerge una potencia global no occidental, capaz de modificar la relación de fuerzas a escala global, hecho que agudiza el racismo de quienes creen que la población blanca debe ser hegemónica, aunque sea minoritaria.

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