Jon Hernández y Xabier Pombo
Miembros de Ezker Anitza-IU

La Ley que Euskadi no necesita

El proyecto de Ley de Transición Energética y Cambio Climático aprobado el pasado jueves en el Parlamento Vasco por el Gobierno de PNV y PSOE, con el innecesario apoyo de EH Bildu, peca a nuestro modo de ver de la autosuficiencia y el autobombo propios del Gobierno Vasco, ajeno y alejado de las necesidades reales de Euskadi.

Cuando hablamos de transición energética, no podemos abstraernos de cuáles son los elementos qué hacen necesaria esta transición: una crisis climática, energética y crisis de materias primas.

Estas crisis que tienen distintas denominaciones tienen un elemento común en su origen: el modelo capitalista hiperextractivista, hiperconsumidor y que no tiene en cuenta los límites reales del planeta. Esta afirmación no es nuestra, hoy es el IPCC (El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) de la ONU el que, en su último informe sobre cambio climático, ha declarado que el capitalismo es incompatible con la vida del ser humano en el planeta.

Esto parece ser obviado a lo largo de la ley recién aprobada. Más bien da la sensación de que pretende hacer un mero cambio de energías fósiles a energías limpias, sin valorar en ningún momento ni las necesidades reales del territorio, ni las capacidades reales de producir, tanto estas energías, como las infraestructuras necesarias para llevarlas a cabo.

Queremos hacer hincapié en que el cambio de unas energías fósiles a energías limpias requiere, no solo de espacios dónde instalarlas, sino también de materias primas altamente escasas en este momento. También querríamos poner sobre la mesa que, debido a que vivimos en un planeta finito, estás materias primas necesarias no se regenerarán, sino que se gastarán y que, por mucho que utilicemos procesos de economía circular, estas materias primas acabarán siendo inservibles, lo que nos sitúa ante un debate sobre si tenemos la legitimidad de esquilmar todas las materias primas del planeta para enfrentarnos a una crisis que ha generado el modelo capitalista.

Por lo tanto, el presente proyecto de ley peca de algo esencial que es el estudio de las necesidades reales de consumo energético que vamos a tener en un futuro, y para conocer las mismas deberíamos de tener claro a qué futuro nos referimos.

Es completamente irreal hoy en día pensar en que en un futuro a medio y largo plazo no va a requerir ningún cambio de modelo sistémico, no podemos seguir pensando en un futuro en el que seguimos produciendo de más para consumir de más sin pensar, ya que todo lo que producimos está consumiendo materias primas que van a ser esenciales, tanto para nosotros como para las generaciones venideras.

No prever ahora qué elementos son esenciales para la vida del ser humano y qué elementos son prescindibles, es no reconocer lo que la crisis climática nos está diciendo: que el modelo no funciona y se necesita otro alternativo.

No estamos pidiendo volver a las cavernas, ni mucho menos, pero sí realizar una planificación real de lo que precisamos como sociedad, qué empresas son necesarias y cuáles no para el sostenimiento de la vida. Solo una vez clarificado este elemento podremos pasar a la segunda parte, cuánta energía necesitamos y cómo y dónde se genera la misma.

Sin haber hecho un estudio de cuánta energía utilizan nuestras empresas, nuestros pueblos y ciudades o la ciudadanía en sus domicilios, nos hemos empleado en generar energía limpia, eso sí, sin reducción de la energía fósil, por lo tanto, acabamos sumando e incrementando el consumo energético total.

Es preciso hacer una clara detección del consumo actual por sectores, y plantearnos cuánto debemos reducir ese consumo, todo lo que esté por debajo de un 45% mínimo es hacernos trampas para un futuro. Y una vez decidido cuánto consumiremos, deberemos decidir cómo lo producimos.

A nuestro modo de entender, esta Ley está pensado en un modelo irreal y continuista donde empresas del oligopólico generan la mayoría de la energía y las personas usuarias les pagamos el negocio.

La Ley renuncia a abrir camino a un modelo completamente alternativo, donde exista una empresa pública de energía, (ya que nadie debería hacer negocio con lo que es esencial para la vida de las personas), y deberían fomentarse generaciones de energía descentralizada, propiedad de la ciudadanía o de los municipios. Este modelo alternativo no existe en la Ley, que solo pretende ser continuista con el modelo del oligopolio energético.

Confundir la energía pública con la energía generada por una empresa pública, pero noruega, como ha hecho EH Bildu, es no entender que se necesita lo público para defender los intereses de las personas del país.

Confundir la capacidad de pactar para demostrar que se es capaz de gobernar, olvidando de que lo importante es el contenido que lo que se pacta, hace que esta Ley no sea la que necesita Euskadi, y además salga apoyada por una mayoría innecesaria.

Probablemente, el PNV se frote las manos con el resultado, pero cuando nuestros campos y nuestros montes se destinen a la energía sin ningún control a consecuencia de esta Ley y su desarrollo, ¿veremos a algunos de los que han aprobado la Ley encabezando las protestas?

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