Igor Meltxor
Escritor, investigador y analista político

La sonrisa de Rafa

El pasado jueves salía de cárcel el último encausado por el caso Bateragune. La imagen de Rafa Díez soltando las bolsas con las pertenencias que le han acompañado estos últimos 6 años, para poder levantar los brazos y blandiendo una sonrisa que derrochaba energía y optimismo, no era sino la imagen de la derrota de un Estado anclado en el inmovilismo y la venganza. He aquí su derrota.

Valle Inclán hablaba de la realidad española de la época de lo que él mismo calificó como el Esperpento, y que calificaba como ridícula, absurda y como una deformación grotesca de Europa. Poco o nada ha cambiado la situación respecto al independentismo vasco.

Con Bateragune había que descabezar aquella apuesta por la paz, y de paso crear un escenario de confrontación interna y desconcierto. Todo un esperpéntico montaje que requería de las marionetas de la toga. Esos adalides de la justicia tuerta que se miraban en los espejos cóncavos del Callejón del Gato, convirtiéndose en figuras risibles a ojos de Valle Inclán, pasando a ser caricaturas de sí mismo. Espejos en los que se miraron Garzón y Murillo. El primero ejerció de Torrente al servicio del Gobierno de turno y la jueza estrellada se ofreció voluntariosa como actriz principal de lo bufo, lo grotesco y lo absurdo. Lástima que detrás de este esperpento, siempre se escondan situaciones dramáticas.

Rafa, al igual que otros, ha sufrido el esperpento judicial y político, en sus propias carnes, pagando hasta el último día la condena impuesta por un Estado que ha demostrado su sed de venganza con el ex secretario general del sindicato LAB. Tampoco ha ayudado en estos años la actitud de algunos mandatarios más cercanos, como el lehendakari de todos y de todas, menos de los que él margina, quien demostraría su bajeza moral y escasa sensibilidad el día que se acercó a la fabrica de Michelin en Lasarte para conmemorar los 50 años de la empresa. Aquel día, Urkullu recordó al director Luis Abaitua secuestrado en 1979 por ETA, y no tuvo ningún recuerdo para Rafa Diez, antiguo trabajador de Michelín, y que en ese momento se encontraba privado de libertad en la cárcel del Dueso en Santoña. Meses más tarde, el lehendakari de la convivencia y la reconciliación de capilla, se negaba a recoger en Azpeitia,el informe anual de Etxerat sobre la situación de las presas, con el agravio añadido de que el interlocutor en aquel día era el propio hijo de Rafa. Ha triunfado la justicia del esperpento, la falta de sensibilidad y el desprecio, algo impensable en un Estado digno y decente.

Ahora queda mirar hacia adelante. La sonrisa y la energía demostrada por Rafa a la salida de la cárcel, derrocha optimismo y compromiso, y vislumbra la claridad de ideas de un estratega nato que sabe que en esto hay que utilizar las luces largas y actuar con paciencia estratégica. Unas luces que tienen que alumbrar el camino para lograr el objetivo de crear una Euskal Herria como una nación con voluntad de constituirse en un Estado que sea referente por su modelo social, democrático y solidario.

En frente, un Estado corrupto, sin credibilidad y apoyado por la burguesía vasca heredera de Sota que echa amarras en el puerto sin mar de Madrid, mientras Catalunya navega en solitario y con rumbo fijo a la República Catalana.

La sonrisa de Rafa ha dejado claro que no es fácil doblegar la dignidad y el compromiso por mucho empeño que pongan. Ni Rafa, ni sus familiares, han mostrado signos de venganza o reproche alguno, hacia a aquellos que han tratado de destruir sus vidas por todos los medios posibles. Y no lo han hecho, porque como dijo no hace mucho Arnaldo Otegi: «nosotros no somos como ellos. Si fuéramos como ellos, ya nos habrían ganado». He aquí su esperpento. He aquí su derrota.

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