Josu Imanol Unanue Astoreka
Persona viviendo con el VIH/Sida

Los datos de la realidad del Sida y de la lucha

«Somos casi cuarenta millones de personas constatadas viviendo con el VIH/Sida», afirma el autor, que repasa la evolución y las realidades multifacéticas de la pandemia, así como la labor del activismo de lucha contra el Sida que ha contribuido a visibilizar y a normalizar la problemática y temáticas relacionadas. Considera que es labor del activismo luchar por la igualdad de posibilidades para«vivir o morir dignamente» con el Sida y corresponde a la sociedad reconocer esa labor necesaria para parar la enfermedad. En el Día Mundial contra el Sida, concluye enviando «un beso y un abrazo» a los que «vivimos» con el VIH/Sida y a «nuestros compañeros» que se fueron.

Según datos publicados en el informe anual de 2012, publicado por UNAIDS en septiembre del presente año, la pandemia silenciada por la sociedad por alguna causa extraña, ha causado más de 2.300.000 nuevas infecciones, de ellas 260.000 en menores de 15 años.

Las mismas cifras hablan de 1.600.000 fallecidos, de los cuales 210.000 son menores, y se citan  más de 35.300.000 personas que vivimos con el VIH/Sida.

Los datos cuantifican en más de 25.000.000 de personas afectadas en el África subsahariana, casi 4.000.000 en Asia, 1.500.000 en América Latina, 1.300.000 en el este de Europa y otro tanto en Norte América. Cifras que se van reduciendo en otras zonas «menos» afectadas del planeta, entre las cuales estamos, por supuesto, Europa y, cómo no, Euskal Herria.

Estamos hablando de 6.300 nuevas infecciones diarias, de ellas 700 diarias en menores de 15 años, en el periodo citado, que evidentemente se acumulan a las ya existentes anteriormente, algo por lo que nadie se debería alarmar ni hacer estudios complicados. Somos casi 40.000.000 constatados.


De la multitud de datos que se desempolvan en estas fechas, cada uno saca sus conclusiones egoístas, viéndose del colectivo más o menos afectado que si este colectivo es más o menos culpable de la propagación, etc. Puesto que los datos sin contraste de un «especialista» son fácilmente manipulables, ni yo mismo, viviendo con el VIH/Sida, he aprendido aun a interpretarlos.

Y esta manipulación se desprende, generalmente del error de considerarse ajeno a la pandemia o con riesgo diferente, pero lo cierto es que nadie está libre de la posibilidad, y esto no es un juego de ruleta donde podemos pensar que la bala toca al menos afortunado.

Del Sida, y tras decenas de años, podemos decir que poco se ha aprendido y mucho errado; por ello, las cifras que ahora se citarán coincidiendo con el Día Internacional de lalucha contra el Sida, nos sorprenden, como si anteriormente al no citarlas no hubieran existido. Aun carecemos del valor suficiente  para tratar el tema con la seriedad que merece.

Tal vez los activistas hayamos errado en alguna labor en la prevención o información, pero es más que evidente que en todos los años de esfuerzo, y por más lucha que se haya hecho, hay gente que no quiere saber nada del tema en cuestión. Son esos los posibles transmisores de errores que nos preocupan, la población más difícil de concienciar para el cambio.


Y nos preocupa porque curiosamente hemos sido las personas que vivimos con el VIh/Sida quienes olvidándonos de nuestro estado hemos trabajado para «cuidar a los sanos», hemos enviado mensajes de alivio y consuelo para tranquilizar a una sociedad incapaz de dar los pasos mínimos que algunos empezamos a dar en las décadas de los 80 y 90, dando la cara o poniendo rostro a una enfermedad anónima, silenciosa y a la vez mortal, más en aquella época, si cabe, porque la mortalidad palpable en todas las localidades era imposible negarla. Con la resistencia al mensaje del activismo, hubo una facilidad para que el virus fuera enfermedad relacionada y la enfermedad localizada fuera posteriormente una pandemia.

Por tanto, los esfuerzos de muchos compañeros de lucha en una sociedad que una vez más repetía las claves de rechazo, discriminación, ignorancia ante la nueva situación creada fue en buena parte en vano.

Fue la misma situación que en otras épocas de la historia se repitieron, fue la peste, la lepra, la tuberculosis... tantas y tantas situaciones que ahora parecen estar olvidadas pero que cada cierto tiempo se repiten, no en vano se llamó a la pandemia «el cáncer rosa», «la peste del siglo XX», «la enfermedad de los marginados», «el castigo divino»... Aunque nos pese, todavía hay gente que cree que algunos nos merecemos esto, pero el tiempo moderno nos invita a ser cautos en las opiniones.

Sí, se perdió más tiempo por parte de la sociedad en denominar la afección o relacionarla con colectivos determinados que en buscar una lucha eficaz. Curiosamente tuvimos desde el principio las medidas de prevención para controlarla y no las pusimos en marcha y perdimos el tiempo en debates eternos de ineficacia.

A su vez, el activismo de lucha contra el Sida ha permitido en buena medida que los temas que se consideran relacionados se trataran con normalidad en pequeños círculos de gente concienciada, en el nuevo periodo de auge de la pandemia. Sexualidad, legalizacion de las drogas, testamento vital, cuidados paliativos, investigación, tratamientos... incluso el clasismo y el racismo, fueron tratados allá por 1991 en una V Conferencia mundial de personas viviendo con el VIH/Sida, con total normalidad y entre iguales. Era la misma fecha en la que la población general aun insistía en pedir datos y saber quienes éramos los portadores. Así, la sociedad en general estaba preocupada por buscar el origen del virus, si la procedencia era humana o «animal», como si en ello nos fuera la vida.

Eran momentos de máxima confusión por la propagación rápida del Sida, momentos claves perdidos para poner en marcha la prevención universal, repito, las medidas preventivas que ya se conocían y que los activistas intentábamos explicar a la ciudadanía, olvidándonos incluso de nuestra propia salud.


Salud que irreparablemente en muchos hizo mella. Otros, por suerte y gracias a los pasos previos, vivimos con mejor calidad y con esperanza en el mundo occidental, no así en el llamado «mundo en eterno desarrollo» adonde nuestros conocimientos y medios no llegan nunca o llegan tarde. Si pregunta alguien a los activistas ¿por qué?, nosotros lo tenemos claro, es el nulo interés por transmitir conocimientos, medios, recursos para los mismos de siempre… el mismo nulo interés que les aboca a la desesperación a millones de personas que no pueden comer o beber agua diariamente.

Por tanto, es labor del activismo luchar por la igualdad de posibilidades para vivir o morir dignamente con el Sida, pero es también ahora el momento para que la sociedad en general reconozca la labor del activismo y su necesidad para parar la pandemia de una vez, y que apueste por ello.

En el Día Mundial de Lucha contra el Sida, un abrazo a todos los activistas, un beso y un abrazo a los que vivimos con el VIH/Sida y a nuestros compañeros que se fueron.

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