Jose María Perez Bustero

Mamando lo que somos

En estos meses de verano, es notoria en las tierras vascas la presencia de personas llegadas desde otros lugares. Probablemente les atrae el conjunto de montañas, valles, playas, llanadas que van hacia el río Ebro.

Desde luego no imaginan el proceso que ha tenido este país vasco navarro a lo largo de los tiempos. Los romanos llegaron 218 años antes de Cristo con su impacto en las lenguas y costumbres; siete siglos después entraron los visigodos, el año 711 los pueblos musulmanes. Cabe asimismo citar las agresiones de los monarcas castellanos en tierras vascas a lo largo del siglo XII, y la conquista de Navarra por el Duque de Alba el año 1512

Con esos hechos delante, se comprende que entre la gente estuviera viva la convicción de ser los verdaderos propietarios de los suelos que intentaban robarles. Así un siglo y otro. En el XIX tomaron parte en las llamadas guerras carlistas, exigiendo vivir libres de los gobiernos centrales. En todo caso, a pesar de perderlas, siguió activa entre la gente la apetencia de autogestión; a principios del siglo XX se formuló como objetivo en las tierras vascas la independencia del gobierno central. Y se propuso el euskera como elemento distintivo de la vida colectiva.

También se consolidó otro hecho importante, menos citado en los textos habituales: la autoestima de la mujer. Desde luego seguía vigente el llamado «Código de Napoleón», del año 1804, que promovía los conceptos de libertad, igualdad, fraternidad, pero que en modo alguno incluía a las mujeres como beneficiarias. Y seguían supeditadas a los maridos.

Sin embargo, no vivían estáticas en aquella situación. Cuando en el siglo XVIII sobrevino en Europa la que llaman revolución industrial que originó amplias transformaciones económicas, culturales y tecnológicas las mujeres no aceptaban el sistema que las mantenía encajadas en casa, sumisas a los hombres, y apartadas de las grandes decisiones sociopolíticas.

En ese camino forjaron un movimiento feminista que supuso el retoque en la mentalidad machista. Con esa actitud, el 8 de marzo de 1910 se proclamó el «día de la mujer trabajadora». Hay que subrayar, sin embargo, que dicho apelativo se refería a las que trabajaban en empresas, sin mencionar a las mujeres envueltas en sus quehaceres domésticos.

En todo caso, además de trabajar, parir y educar, las mujeres dieron una nueva organización a la sociedad, modificando en parte la actitud de los hombres. Y empujaron a una vecindad generada en el trabajo, costumbres, relación. Cabe indicar que los hombres se beneficiaban de aquella convivencia que ahora veían al detalle y en más profundidad.

Ese proceso, por otra parte, nos pone sobre la mesa un doble tema: que un porcentaje de vascos se habían ido instalando en partes lejanas, pero que asimismo eran numerosas las gentes venidas de fuera a vivir en las tierras vascas. Y además de aportar conciencia de su procedencia, aportaban diferentes sensibilidades. Desde luego la gente debía tratarlos como socios, colindantes, personas que interpelaban de manera directa o indirecta. Eran ya parte de la sociedad y país vasco-navarra.

En todo caso, teniendo en cuenta esa serie de circunstancias, quedaba una tarea que debemos proseguir y completar: construir una cohesión vasca. Tenemos una geografía que nos aleja unos de otros, y asimismo orígenes y procesos desiguales. A veces nos duele chocar con la complejidad de este pueblo nuestro. Pero debemos asumir que todos somos «nosotros». Y que la cuestión no es «donde naces, sino donde paces».

Una propuesta más: promover una relación de amistad y vecindad con las demás tierras y gentes peninsulares.

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