Iñaki Urdanibia

Manos sucias, ¿conciencia limpia?

Hace falta estómago, con semejante bagaje, para reclamar a una de las partes, a modo de mantra que se ha de cumplir un suelo ético, suelo ético que por lo visto no se ha de aplicar al subsuelo de las cloacas, que van de cuartelillos o cuartelazos, a los ambientes del hampa, pasando por los despachos oficiales desde los que se planificaban tales métodos.

No es que vaya a hablar de la homónima obra de teatro de Jean-Paul Sartre, sino de algo mucho más prosaico y sangrante, en que parece darse una unión entre manos sucias y conciencia limpia. Estos días han salido a la luz algunas declaraciones, digamos que confidenciales, intercambiadas entre quien fuera jefe del Cesid, Emilio Alonso Manglano y quien fuera ministro de Interior, Antoni Asunción, de uno de los gobiernos del PSOE, encabezado por el ínclito Felipe Gonzalez, a mí equis (X). En el intercambio entre ambos, se desliza la información de que el envío de cartas-bomba, a finales de los años ochenta, dirigidas a personas de la izquierda abertzale, una de las cuales finalizó con la vida de un cartero en Errenteria, eran responsabilidad del entonces ministro José Luis Corcuera, conocido como el electricista de La Naval y aficionado a derribar a patadas las puertas, elevado a ley, en comandita con el a la sazón gobernador civil de Gipuzkoa Ramón Goñi Tirapu y el poderoso mandamás del siniestro cuartel de Intxaurrondo, que era centro de torturas salvajes, además de distribuidor de tráficos varios (tabaco, drogas y prostitución), Enrique Rodríguez Galindo. Ya antes Roldán se había, con despecho, despachado sobre el tema... Los implicados no saben, no contestan, y mienten: ya entonces el ocultamiento corrió a cargo, por supuesto, del PSOE y el silencio del PNV, que en aquel tiempo era dirigido por Xabier Arzallus, gobernando Ardanza con Jáuregui como vicelehendakari, y el inefable Atutxa echando flores al tosco Corcuera; eran tiempos del Pacto de Ajuria Enea. La culpa de la muerte del cartero y del resto de bombas-carta, como de costumbre, se atribuyeron a ETA, la prensa, por supuesto, siguió el mismo camino.
    
Si se parte de que el uso de la violencia estuvo mal, como día sí y otro también exige que se admita el obsesionado Urkullu, mirando solamente para un lado, ciertamente la mirada debería aplicarse en dos direcciones: por una parte, a quienes practicaron la lucha armada y por otra, a quienes respondieron con la llamada lucha anti-terrorista, legal e ilegal. No es cosa de entrar en un macabro hit-parade acerca de quién sale ganador o perdedor en esta carrera de la muerte; si me atrevo a señalar, no obstante, que si los miembros de ETA empleaban la violencia, no resulta extraño ya que siempre se les ha definido, al menos desde los ámbitos oficiales y sus corifeos, como delincuentes, asesinos sin más; la respuesta del Estado y la violencia empleada no puede, ni debe ignorarse ni minimizarse, más si en cuenta se tiene que ha sobrepasado sistemáticamente su propia ley (tortura, detenciones indiscriminadas, siguiendo la teoría del juez super-star con vocación de novelista de que todo es ETA, que supuso el cierre de herrikos, de periódicos, radios, etc.); si esto estuvo mal, peor estuvo la puesta en marcha del terrorismo de Estado con sus grupos, en especial el GAL al que antes habían abierto camino otros grupos, compuesto de mercenarios, policías, militares y ministros dedicados a matar, con el claro propósito de amedrentar a los luchadores y a sus supuestos colaboradores... todo ello promovido y financiado por instancias oficiales y con dinero público. Así quienes deberían ser ejemplo de comportamientos intachables y ejemplares, pasaron a delinquir, convirtiéndose de delincuentes del Estado, y ante ello lo que no cabe es decir a mí X, como quien dice a mi plin. Acerca de esta segunda forma de violencia estatal o para-estatal poco se habla, poco se condena y poco se exige la aceptación de que estuvo mal; es más en el momento de los hechos y de los escasos procesos judiciales con condena, los declarados culpables fueron homenajeados por la plana mayor del Estado, el super-general de Intxaurrondo fue condecorado, los beneméritos implicados en flagrantes casos de torturas y malos trataos fueron igualmente condecorados... ¿quién no recuerda los aplausos del jefe del Estado y toda la peña psoecialista en la puerta de la prisión de Guadalajara cuando all´entraban los condenados Barrionuevo y Vera? No queda ahí la cosa, ya que posteriormente alguno de ellos, y hasta el propio X, justificó sus acciones y hasta se campaneó de ellas. Ya socialistas respetables, recuerdo al señor Rubial, dando ideas de cómo acabar con ETA, que suponían medios extra-legales... y en el momento de los hechos, aplausos, o miradas para otro lado como las de Jáuregui, don Ramón, más preocupado por trepar que por denunciar los hechos, de los que algo debería saber, vamos digo yo. ¿Y después? Todo dios, desde Idoia Mendia a Denis González Itxaso, exigiendo a ETA, que hace años que dejó de existir, y a su entorno que condenen la violencia, en cuanto a su violencia, la de los suyos, un silencio sepulcral, el mismo silencio que el de los Ortuzar, Urkullu y toda la copla que únicamente miran para un lado, haciendo y presentando planes para el futuro luminoso, Udaberri 2024, en el que las tintas se cargan en las exigencias para una de las partes, ignorando las tropelías de la otra, de la que vellis nollis se convierten en cómplices por omisión al menos.

En estos últimos tiempos la puesta en marcha de un fastuoso centro de la Memoria en Gasteiz, a bombo y platillo, con presencia regia en su inauguración, presencia que iba acompañada de la presencia del lehendakari, es una descarada muestra del intento por imponer un relato acerca del pasado que mire únicamente para un lado, olvidándose u ocultando del otro, de la sistemática violencia policial, del superfinanciado terrorismo de Estado legal e ilegal... no cortándose ni un pelo a la hora de recordar a torturadores de libro como Melitón Manzanas, entre cuyos méritos además de torturar sin piedad a los detenidos, estaba el honor de haber colaborado con la Gestapo, o a algún siniestro financiador de los grupos incontrolados, bien controlado milimétricamente desde la jefatura del estado... ambos víctimas de la violencia terrorista, luego víctimas de primera; otras víctimas de ellos o de personajes de su pelaje, pelillos a la mar.

Hace falta estómago, con semejante bagaje, para reclamar a una de las partes, a modo de mantra que se ha de cumplir un suelo ético, suelo ético que por lo visto no se ha de aplicar al subsuelo de las cloacas, que van de cuartelillos o cuartelazos, a los ambientes del hampa, pasando por los despachos oficiales desde los que se planificaban tales métodos... acerca de lo que nada hay que decir, ya que adoptan la pose de quien dice llamarse andana y dice a mí plin, que para la ocasión podría ser a mí X y cierra España.

P.S.: Hoy de todas estas cosas nadie habla. Los medios de (in)comunicación responden a la voz de sus amos, y solamente algunos diarios de ámbito vasco airean tales asuntos. Los demás guardan un silencio sepulcral, o se hacen los locos... ni Luis Roldán, ni Alonso Manglano, ni los informes de la CIA, ni la vox populi que por acá daba por sentado la responsabilidad de la guerra sucia (si es que hay alguna limpia) dando inmediata respuesta a la incógnita X, ni la madre que parió a paneque, son dignos de tener en cuenta. La culpa es de ETA, entonces y ahora, a pesar de no existir.

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