Nueva política
Busquemos la estructura de una «Euskal Errepublika» que gestione una sociedad en un territorio que tenga derecho a decidir sola en lo que le concierne.
Como seres humanos, comprendemos las fases de la historia de la humanidad como perlas del collar del tiempo. A menudo intentamos enlazarlas entre ellas, pero llegamos a épocas en las que el entorno borra analogías y cambia brutalmente mientras seguimos con modelos de gestión «dépassés».
Desde Locke y Montesquieu «tres siglos nos contemplan» durante nuestra evolución, hoy abúlica. Todo cambia alrededor, y el humano sigue con estructuras políticas con las que la sociedad civil está cada vez más en desacuerdo. Las tasas de abstención en consultas públicas muestran primero desacuerdo y alcanzan, hoy, el desprecio a los partidos políticos, lo que supone un peligro para la democracia real.
Innovaciones materiales han marcado etapas históricas. Fue el caso de las primeras expresiones escritas del sentir, de su imprenta, del primer viaje a América, de la creación de la clase media por la Revolución Francesa, revolución burguesa, que venía a añadirse a la «clase alta» del poder y a la «clase baja», la que creaba el valor añadido para la clase del poder. Desde esta última renovación los problemas en Europa se arreglaban por medio de conflictos confusos que acababan solucionándose con matrimonios dinásticos entre familias de los contendientes.
De aquellos tiempos conocemos valores de lo que era «nuestra Europa», el resto o nos interesaba por usurpación homologada por las cruces que el invasor clavaba en las playas de desembarco conquistador, o lo ignorábamos como carente de importancia.
Hoy, los muros de lo local se han derribado (parafraseando a Miguel Targa) y toda historia, incluso banal, adquiere universalidad desde su preñez; la noción de identidad es variable. El territorio, suelo más identidad, resulta de las transformaciones debidas a circulaciones de personas y de culturas; sólo perduran algunos signos característicos de historias fundadoras. Es así como el ser occidental sigue creando primero el marco estructural y va utilizando sus detalles mientras que el ser oriental explora detalles y crea después el marco que los contenga, reteniendo los detalles prácticos. El conflicto Ucrania-Rusia (ex nación patrona de la inmensa URSS) y la «reconquista» de la isla Perejil, toda proporción guardada, son pruebas evidentes de reacción de países occidentales que tuvieron y ya no tienen.
¿Y en Euskal Herria? Hay cambios evidentes, lentos pero reales, en el interior de Iparralde y en Nafarroa, donde circula aire fresco que nos hace pensar que la mal juzgada utopía, la autonomía inconcebible sin derecho a realizar, es realizable. Una Euskal Errepublika está ya a nuestro alcance si lo deseamos sin dudar y forzamos el respeto a la declaración de 1948 de los Derechos Humanos, firmados por Estados como Francia y España y que sería el texto de la constitución de la Euskal Errepublika.
«No es necesario esperar para emprender ni acertar para perseverar», observación atribuida (también) a Guillermo de Orange-Nassau, que en el siglo XVI independizó los Países Bajos septentrionales en guerra compleja contra Felipe II. El sol empezaba a ponerse en el imperio español.
Aportemos, como pueblo, sugerencias que distingan a nuestra Euskal Errepublika de la banalidad irreverente de las estructuras políticas agobiantes, mal llamadas democráticas. El valor de una democracia no se juzga solo por la posibilidad de votar, sino por el ambiente manipulado en que se vota, en el cuándo, para qué, para quién, etc.
Conviene preguntarse cómo se difumina el poder del pueblo. Con todos mis respetos debidos (?) a Locke y a Montesquieu (siglos XVII-XVIII), este último expresado en su obra “Sobre el espíritu de las leyes” y visto lo visto, los tres poderes legislativo, ejecutivo y judicial, conducen a conflictos desvergonzados como los ofrecidos estos días en el yermo Parlamento español.
Solo el legislativo representa el poder del pueblo, el ejecutivo y el judicial no pueden atribuirse poder siendo los subcontratados por el legislativo para ejecutar sus decisiones. que quede claro que el legislativo es un poder emanado directamente del pueblo, y el ejecutivo y el judicial sólo deben de ser funciones bajo el control del poder. se evita así que los encargados de la función de ejecución, gobierno y justicia, pretendan interferir en las decisiones del legislativo, único poder legitimado por el poder.
Para la función de ejecución los partidos políticos no son indispensables. estos principios deberían ser enseñados a toda edad, porque se trata de la diferencia esencial entre poder y función.
Nuestra sociedad humana envejece y conviene prepararse a ello. Entre el año 2020 y el previsto 2040 el porcentaje de habitantes de edad inferior a 15 años pasaría de 16% de los habitantes a 14% en Europa, de 21% a 18% en Rusia, de 27% a 21% en India, de 17% a 14% en China, de 42% a 36% en África Subsahariana.
El Gobernante tiene que ser conocido por el votante. La enseñanza, concepto esencial de una sociedad, debe seguir viva y extenderse durante toda la vida de un individuo, la calidad de sus componentes alumnos, profesores, familias, Estado, siendo controlada y evaluada con seriedad.
Los fondos públicos reservados exclusivamente a actividades hechas públicas deben ser objeto de control severo en el caso de la salud, enseñanza (hasta la mayoría de edad), tratamiento y suministro de agua, suelo municipal, temas vitales que serán públicos sin impedir su privatización en cuyo caso no recibirían fondo público alguno.
En resumen, busquemos la estructura de una Euskal Errepublika que gestione una sociedad en un territorio que tenga derecho a decidir sola en lo que le concierne directamente, pero naturalmente con el propósito de colaborar con otros territorios en caso de necesidad.
En su época parecían utópicos los proyectos de Colón y Elkano. También estas líneas se inscriben en una utopía realizable sobre la que tendríamos ya que presentar sugerencias que abran debate.