Antxon Lafont Mendizabal
Peatón

Olentzero, Papá Noel y Reyes Magos

«La función del mito en la sociedad, como componente del pensamiento social, la resume Levi Strauss proponiendo que «el mito es un lenguaje», al que podríamos añadir su capacidad de desarrollar la actividad mental del ser humano.»

Etnólogos, historiadores de las religiones, arqueólogos, filósofos, lingüistas, psicólogos, teólogos y nosotros peatones, lectores o no, nos interesamos a los mitos e incluso nos dejamos fascinar por relatos y por cuentos que con el tiempo acaban siendo ennoblecidos como mitos. Con los mitos inventamos nuestra realidad que asumimos con la responsabilidad que inspiró a Jung dando al ser humano el título de «segundo creador».


Los mitos emanan de los laboratorios de I+D+i de las mentes calenturientas que escogen la libertad para huir del aburrimiento de la realidad, sosa y altiva por mucho que busquemos a formatarla. Conviene admirar, de paso, el ingenio y la pericia de nuestros antepasados que también hoy nos transportan a la otra realidad, la que parece ser que no existe.


La función del mito en la sociedad, como componente del pensamiento social, la resume Levi Strauss proponiendo que «el mito es un lenguaje», al que podríamos añadir su capacidad de desarrollar la actividad mental del ser humano. El pensamiento mítico nos conduce a la abstracción en la que nos perderíamos, como en un agujero negro, sin nuestra genialidad de abordar los conceptos que vivimos en clave de metodología filosófica. Schelling, después de Vico, consideró la mitología con seriedad filosófica y no como un conjunto de leyendas «para retrasados e inmaduros».


Los mitos tienen la virtud de ayudarnos a vencer las angustias vividas por nuestros propios medios. La analogía con la actitud del ser humano ante las revelaciones religiosas parece evidente. En cualquier caso, el misterio está invitado a nuestra mesa.


Los mitos son vehiculados por tradición oral cuya permanencia se debe, como lo afirma R. Jakobson, al hecho que para entrar en la oralidad un mito debe ser aceptado por el grupo al que está destinado. El mito no necesita demostrar existencias, no incita a la dialéctica que pueda oponer conceptos. Esa es la tarea del filósofo que ya en su fase post socrática abjuró de ellos. Aristóteles  rompió con Platón, su maestro, y con sus mitos, caverna comprendida. Los mitos y las creencias frecuentan las mismas avenidas desde que el Renacimiento acabó con las mitologías. El ser humano contemporáneo vive en un «cosmos desordenado, caótico y desacralizado».


Durante estos días vivimos amarrados a los mitos que hemos creado, Olentzero, Papá Noel y Reyes Magos.


El origen de Olentzero sería anterior a la cristianización de Nafarroa. Su primera referencia en los Fueros Navarros es del s. XVII como Onenzaro en la conmemoración del solsticio de invierno. El personaje símbolo del tiempo pasado es quemado significando la ruptura con el «tiempo viejo». Leyendas convierten por arte de magia a Olentzero, denominación guipuzcoana, en el anunciador del nacimiento de Jesús. En Iparralde se estableció así el vínculo religioso-profano con Papá Noel. La versión tradicional representa a Olentzero sucio, fumando en pipa y borrachillo, personaje solitario dedicado a hacer carbón vegetal. Por necesidades sociológicas se emparejó a Olentzero con Mari Domingi para evitar supuestos sexismos de querencia machista. El ridículo, que tanto se propaga, llegó en los últimos años a Iruña, como no, cuyo Ayuntamiento asimiló la comitiva de Olentzero a una manifestación política y exigió que se depositase una solicitud para la comitiva, en la Delegación del Gobierno. Recordamos las proezas de la guardia civil vandalizando «el muñeco» en la Plaza de Areso, lo que provocó que dos agentes de aquel cuerpo fueran expedientados.


Papa Noel es otra leyenda derivada del culto a San Nikolas, obispo del s.IV, que también se refiere al solsticio de invierno y que conmemora el final de una vida y el comienzo de otra practicando ritos de fecundidad, los charivaris, que asustan evocando el espíritu de los muertos, como es el caso, de diciembre a marzo de la Mascarada suletina. Progresivamente la fiesta se orientó hacia los niños. Papá Noel utilizó el gorro-bonete rojo en lugar de la mitra episcopal. En el s. XIX, Clement Clark, pastor protestante escribió un cuento de Navidad que otorgó a Papá Noel sus cartas vitalicias de nobleza por su generosidad hacia los niños distribuyendo los juguetes que vehiculaba en su trineo. En 1931 la firma Coca Cola difundió la imagen de Papá Noel incitando a beber Coca Cola en invierno. La publicidad duró 35 años. Papá Noel entre los francófonos y Santa Claus entre los anglófonos son también los rehenes del marketing.


Quedan los Reyes Magos y su majestuosa aparición. La función social es, en países de habla hispana, la misma que la de sus «colegas» antes citados. Remarcaremos que los personajes de leyendas de origen profano, Olentzero y Papá Noel, son de apariencia plebeya, modesta e incluso menesterosa. Las figuras de apólogos religiosos, como los Reyes Magos, son pudientes e incluso opulentas.


Como colofón de los relatos que en estos días se transforman en mitos, existe una leyenda rusa que pretende que Papá Noel podría ser el 4º Rey Mago que desde hace 2.000 años desistió en su búsqueda del niño Jesús, optando por obsequiar a los niños que encuentra en su camino.
Estos días, Ximun Haran, uno de los «Justos» del abertzalismo moderno de Iparralde, se ha incorporado a los personajes de leyenda de esa Tierra de Misión.


Levi Strauss nos ayuda a extraer una lección del mundo de los mitos y de las leyendas: «sentimos la necesidad de creer, por poco que sea, en la generosidad sin control, en la amabilidad sin reserva mental, en un breve período de paréntesis del temor, de la envidia y de la amargura». Es la receta de solidaridad sin pre pago, que podemos desear.
Urte berri on!

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