Osasuna: la memoria es salud
A día de hoy, recuperar sus nombres, conocer sus vidas y sus ideas, denunciar su sufrimiento, es no solo un ejercicio de justicia, de memoria democrática, sino también, haciendo honor al propio nombre del Club, un ejercicio de salud
Un grupo de amigos que practicaban el «moderno deporte del fútbol» decidieron dar impulso a un nuevo proyecto. Unir fuerzas entorno a un nuevo equipo. Se reunieron en el Café Kutz para decidir, entre otra cosas, quiénes serían los directivos, cómo se iban a llamar, el uniforme que iban a vestir y contra quién jugarían. Así nació Osasuna, un 24 de octubre de 1920. Su primer partido, contra un destacamento militar, terminó en empate a uno.
Quince años después, ascendieron a primera. Noviembre de 1935, la liga echó a rodar por primera vez en el viejo San Juan, el más pequeño de todos los estadios de primera, con capacidad para 3.000 espectadores. Pronto se convirtió en un fortín y en todo un espectáculo (4-1, 4-0, 6-0, 6-1, 6-3…). Cada equipo visitante se marchaba de vuelta a casa con una goleada. Había nacido una estrella local: Julián Vergara. Finalizó la liga a un solo tanto del pichichi en las botas de Lángara. Sin embargo, toda esta fuerza demostrada en casa, se transforma en debilidad en el campo visitante, cuando cada salida se saldaba con una derrota. El descenso se consumó en abril de 1936, finalizando así el breve paso por la máxima categoría.
Tres meses más tarde se produjo el golpe militar contra la República, seguida de una fortísima represión en un territorio sin frente de guerra. Solo en Pamplona 298 vecinos y 2 vecinas fueron asesinados. Entre ellos, cuatro personas estrechamente vinculadas a Osasuna: Ramón Bengaray, Natalio Cayuela, Fortunato Aguirre y Eladio Zilbeti.
Eladio Zilbeti y Fortunato Aguirre, ambos nacionalistas vascos, pertenecían al grupo de amigos que fundaron Osasuna. A Eladio se le atribuye la idea del nombre Osasuna, fue secretario y era portero de la Sportiva (embrión de Osasuna). Fortunato, que en julio del 36 era alcalde de Estella, había pertenecido a la directiva de Osasuna y a su vuelta a su ciudad natal fundó el Izarra. Natalio Cayuela, fue presidente de Osasuna durante nueveaños y, bajo su mandato, el club alcanzó la Primera División por vez primera. Había sido jugador del Pamplona-Iruña FC, secretario de la Audiencia de Pamplona y pertenecía a Izquierda Republicana (IR). Ramón Bengaray, que fue miembro durante varios años de la Junta de Osasuna, había pasado de ser sindicalista a empresario. También formaba parte de IR y fue el primer candidato del Frente Popular.
No fueron los únicos represaliados. El entrenador Emilio Urdíroz fue encarcelado junto con sus tres hermanos, Andrés, Rafael y Filomeno, este último finalmente fusilado. Los directivos Francisco Indave, Federico Rosas y Carmelo Monzón también sufrieron cautiverio, este último durante seis años en prisión. El masajista Vicente Rey pudo huir a zona republicana, pero en el exilio fue encerrado en el campo de Gurs, en Francia.
Entre los jugadores, Txomin Meaurio permaneció seis años preso en el penal del Monte Ezkaba, siendo también encarcelados Juanín Bilbao y Julián Tell Pérez. Al exilio, por otra parte, tuvieron que escapar Eduardo Aizpún, primer presidente del club, y el expresidente Augusto Vizcarra, mientras que Humbelino Urmeneta, diseñador del escudo de Osasuna, fue encarcelado y multado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas.
La represión se extendió en algunos casos, asimismo, a familiares de miembros del Club, como la familia del famoso extremo izquierdo, Catachú, cuyo padre y tres hermanas fueron detenidos junto a otras 25 personas más, entre las que estaba el pintor y concejal Javier Ciga, en una redada en el bar de su familia. En ese ambiente de amenazas y terror, estando en peligro la vida propia y la de la familia, algunos se vieron obligados a cambiar de bando, traicionando así sus ideales.
A la nómina de represaliados en Navarra habremos de sumar el jugador Andrés Jaso, que había vestido la elástica osasunista y que, tras pasar por varios clubes, llega a Gijón en 1935 para jugar en el Sporting. Falleció en 1937 por un bombardeo de aviación (Legión Condor) en Asturias, y hoy en día continúa desaparecido, al igual que dos hermanos suyos.
Terminada la guerra, Osasuna, como tantas empresas e instituciones, quedó en manos de los vencedores, siendo nombrado presidente uno de los principales conspiradores e impulsores del golpe, Antonio Lizarza. Mientras tanto, quienes habían sido asesinados o represaliados por impulsar diferentes proyectos políticos y sociales, fueron borrados de la historia del club.
A día de hoy, recuperar sus nombres, conocer sus vidas y sus ideas, denunciar su sufrimiento, es no solo un ejercicio de justicia, de memoria democrática, sino también, haciendo honor al propio nombre del Club, un ejercicio de salud. Por ello, en las celebraciones del centenario, la memoria de aquellos directivos, jugadores y colaboradores de Osasuna merece ser reivindicada. Podría hacerse con un simple pero enormemente simbólico gesto: que los familiares de aquellas personas represaliadas realizasen el saque de honor de un partido.