René Behoteguy Chávez

Podemos gestionar la miseria

El fracaso electoral de Unidos Podemos el 26 J permite sacar algunas conclusiones, la primera tiene que ver con el carácter eminentemente conservador, religioso y tradicionalista de un sector muy grande y determinante de la sociedad española.

Un sector que aún no se ha sacudido el franquismo y, con tal de evitar cualquier posibilidad de cambio, es capaz de tragar ruedas de molino y votar por aquellos y aquellas que, con el cinismo más grande les han congelado pensiones, deteriorado su acceso a la sanidad pública, dejado sin futuro laboral a sus hijos e hijas y nietos y nietas y robado abierta y descaradamente desde sus cargos en los poderes institucionales. Es interesante de analizar que, históricamente la derecha ha contrapuesto, ante el discurso social de la izquierda, la defensa de unos supuestos valores morales que hoy se da el lujo, de despreciar con el mayor de los cinismos, sin que esto le cause pérdida de apoyo entre un electorado cuyo borreguísimo le lleva a asumir como normal que le roben y engañen en virtud de su simple y llano miedo al futuro.

Por el contrario las supuestas fuerzas del «cambio», tampoco han sido capaces de generar un polo de poder alternativo. la errática estrategia de Unidos Podemos que, en lugar de tratar de configurar un discurso alternativo y de cambio ha oscilado y basculado hacia posiciones cada vez más conservadoras, ha optado por mimetizarse con el discurso gastado y aburrido del PSOE que, por un lado no moviliza ninguna ilusión y por otro la historia misma se ha encargado de desahuciar. En este sentido, y esta es una apreciación personal, Podemos ha leído mal y superficialmente las tres fuentes fundamentales de las que emana su discurso, tanto a Gramsci y su lectura de la hegemonía cultural y la construcción del sentido común, como a los procesos latinoamericanos y sus apuestas por la transformación que incluyen ámbitos electorales, y finalmente y por si fuera poco, tampoco han acertado a leer con corrección ‘Juego de Tronos’ de G.RR. Martin.

En lo que tiene que ver con el filósofo marxista italiano, Podemos patina al no entender, o no querer entender que, cuando Gramsci habla de construir una hegemonía cultural, básicamente se refiere a que la dominación de clase no solamente se sustenta en el monopolio de la violencia que, a través del Estado, detenta la clase burguesa dominante sobre las clases explotadas, sino también y eso es lo más grave y evidente en la actualidad, en el haber logrado que dichas clases oprimidas acepten e inclusive justifiquen su opresión, a través de la alienación emanada de los discursos de la iglesia y los medios de comunicación que han incidido en que el “sentido común” de la sociedad sea conservador de lo ya establecido. Es así que Gramsci sitúa la necesidad de generar un nuevo discurso contrahegemónico que dispute este sentido común y lo transforme hacia posiciones favorables a los intereses históricos de las clases trabajadoras. Podemos, por el contrario, a pesar de que tanto Iglesias como Errejón, usan y abusan del lenguaje «gramsciano», han hecho lo contrario. Es decir, en lugar de buscar que las clases explotadas del Estado español tomen mayor conciencia y se muevan hacia un sentido común revolucionario o al menos mínimamente transformador, han acomodado su discurso paulatinamente y cada vez más al sentido común conservador dominante en la sociedad española. Renunciando a las críticas contra la monarquía, abandonando cualquier atisbo de crítica al capitalismo, aceptando los «compromisos» estatales con la OTAN, el Euro y la Unión Europea de los/as banqueros/as, callando primero para luego sumarse a la campaña mediática contra los gobiernos progresistas en América Latina y asumiendo finalmente los postulados deslavazados de la socialdemocracia española haciendo de Zapatero su modelo y luz guía para el camino, todo ello ante una sociedad que, mayoritariamente, y no sin algo de razón sitúa a ZP, el PSOE y a la traicionera socialdemocracia castiza como uno de los principales responsables de su empobrecimiento y desempleo y, de ninguna manera como posible solución a sus problemas.

Podemos tampoco ha sabido leer correctamente lo sucedido en América Latina a partir de las luchas contra el neoliberalismo y la irrupción de gobiernos de izquierda en la región. Si bien es verdad que todos ellos a excepción de Cuba, han triunfado y llegado al poder utilizando vías electorales e institucionales, no es menos cierto que, si se ha llegado a construir un «bloque histórico» capaz de disputar el poder y aglutinar a grandes mayorías que den triunfos electorales de más del 50% de los votos, esto ha sido producto de años de construcción de movimiento social y popular y lucha en las calles, de enfrentar al poder en huelgas, barricadas y movilizaciones. Es decir que, el «poder popular» acumulado se ha construido en la lucha en las calles y centros de trabajo, espacio que hoy infantilmente y falto de cualquier perspectiva histórica desprecia Pablo Iglesias cuando dice aquello de «esa idiotez que decíamos cuando éramos de extrema izquierda de que las cosas se cambian en la calle y no en las instituciones es mentira».

La realidad prueba todo lo contrario de lo que dice Iglesias, ningún cambio se ha producido por vía puramente electoral e institucional, ni la jornada de 8 horas, producto de una huelga y movilización, ni la instauración de la democracia liberal siquiera que fue producto de la Revolución Francesa, ni menos las luchas de la clase obrera, que se materializaron en las revoluciones, mexicana, rusa, boliviana, cubana, china o nicaragürense. Ni las luchas de liberación nacional, de Bolivar a Ho Chi Min, todas producto de la lucha armada y la movilización popular. Tampoco los procesos de América Latina, no habría existido un Chávez sin un Caracazo, ni un Evo sin la Guerra del Gas. Si me apuras, tampoco sería alcaldesa Ada Colau sin los desahucios parados por la PAH. En síntesis, la vía electoral e institucional, puede complementar la lucha en la calle, jamás sustituirla.

Finalmente Podemos, a pesar de que muchos de sus dirigentes han perpetrado un pomposo libro analizando las implicancias políticas del libro de George R. Martin, ‘Canción de hielo y fuego’ más conocido por su serie de televisión Juego de Tronos, tampoco parece que hayan estado muy finos a la hora de analizarla. Porque cuando la Khaleesi Daenerys Targaryen decide tomar por asalto el Trono de Hierro, lo hace desde dos posiciones fundamentales, la primera es que la fuerza básica para este emprendimiento, no puede partir de las Casas ya establecidas en Poniente, ni de pactos con ellas, ni tan siquiera basa sus fuerzas en las personas leales a dichas Casas. Eso es lógico porque como bien le explica la Khaleesi a Tyrion Lannister, ella busca un cambio real de las estructuras de poder, o en sus palabras: «No voy a detener la Rueda, voy a romper la Rueda». La segunda y en consonancia con la primera es que para ello, si bien posteriormente busca alianzas tácticas, su ejército está constituido fundamentalmente por los/as esclavos/as liberados/as y los hombres libres de las llanuras, o sea los Dothrakkis, es decir, logra ilusionar y moviliza a los/as verdaderos/as excluidos/as del sistema, quienes por necesidad sociohistórica son los/as verdaderos/as interesados/as en un cambio de fondo.

Unidos Podemos, por el contrario, se ha entrampado al renunciar a movilizar a los segmentos sociales más golpeados y excluidos por la crisis, a ese cercano al 40% de personas que no votan ni creen en nadie, porque nada ni nadie les resuelve nada. Por el contrario ha intentado, tal vez debido al subyacente clasismo de sus dirigentes, disputarle el espacio político al PSOE, ir a la caza de sus votantes en una dinámica que le ha dado rédito en tanto entrar en las instituciones y tener un grupo parlamentario importante pero que , a la vez, impide cualquier cambio social de fondo al hacer que toda dinámica de cambio pase por pactar con un partido supuestamente “socialista” que ha demostrado históricamente su cada vez mayor vínculo con los poderes económicos establecidos. Es así que Iglesias, al contrario de la Khaleesi, se ha puesto en una posición que le garantiza ser parte de la corte a la vez que le impide tomar el Trono de Hierro o que, si en su momento se sentara en él, sería como Tommen Baratheon o Alexis Tsipras, una figura decorativa en manos de un poder mucho mayor, llámese Casa Lannister-Troika o su representante Cersei Merkel.

Es así que Iglesias es antihistórico y demuestra, por si quedaban duda alguna, ser simplemente una batería de recambio del sistema ante el agotamiento del PSOE que ni siquiera lo sustituye, sino que lo equilibra, así como Ciudadanos es lo mismo para el PP. Ningún cambio vendrá de ninguno de los cuatro pero, además, y esto es lo más grave, consciente o inconscientemente está llamando a la desmovilización, cuando es más necesario que nunca, ser capaces de responder con movilización y lucha a la nueva oleada de recortes sociales y laborales que se nos impondrá desde Europa, gobierne quien gobierne.

Ante este panorama en que Podemos ha claudicado y se muestra como una opción más para gestionar nuestra miseria, y ante la evidencia palpable del predominio conservador en la España profunda, la esperanza parece estar en las naciones sin Estado que como Euskal Herria o Cataluña pueden plantear procesos de ruptura con la institucionalidad monárquica española y plantearse desde la fortaleza de sus izquierdas nacionales procesos de soberanía nacional y social que pasan también por que estas izquierdas, entiendan que el camino electoral e institucional es solamente uno más de los escenarios de lucha y ni siquiera el más importante, y por tanto, no renuncien a procesos gestados en la lucha social y de calle. Asimismo en otras naciones como Canarias o Galicia en que ha resultado vencedor, nada menos que el Partido Popular, habrá que reconstruir polos de izquierda soberanista capaces de discursos de liberación social y nacional, que dejen de mimetizarse con las propuestas vagas y difusas de la nueva socialdemocracia española y construyan planteamientos autocentrados en su propia realidad. Solamente así, un proceso de ruptura profundo puede remover las estructuras heredadas del franquismo y que la transición de finales de los 70 se ha encargado de fosilizar.

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