Posición suicida
Por las cosas que escribo, ya se habrá advertido que mis conocimientos del mundo de la economía no son pocos, sino nulos. Por tanto, ni que decir tiene que mi proposición tiene poco o nada que ver con la prima de riesgo, la deuda soberana, el rescate y todo eso, aunque, dado el efecto mariposa que tiene todo en este mundo, quién sabe hasta qué ámbitos puede alcanzar mi ofrecimiento, el cual me gustaría que fuese directamente a instalarse en el oído medio del ministro de Economía.
Ya es sabido que al ministro Guindos le cuesta hablar de forma clara y directa. De ahí que se refugie una y otra vez en eufemismos de nulo valor literario pero, al parecer, de gran eficacia comunicativa, pues para entenderlos es necesario comentarlos una y otra vez. Algunos atribuyen el origen de su confuso verbo a su mala índole lingüística y personal, pero se equivocan.
Guindos es, a pesar de su apariencia tosca y ceñuda, un hombre sensible, muy sensible. Hasta ha sido capaz en estos tiempos de comprar a su hija un chalet de no sé cuántos millones de euros. Muchos replicarán que eso lo hacen todos los padres bien nacidos con sus respectivas hijas. Si es así, retiro lo dicho, y digamos que si Guindos se refugia en eufemismos no lo es por imposibilidad radical de hablar claro y directo, sino porque sabe que, al hacerlo así, no sólo favorece la vanidad de sus comentaristas críticos, sino que, sobre todo, evita a la gente sufrir antes de tiempo; es decir, antes de que le llegue la aplicación práctica de lo que tan oscuramente está diciendo.
En realidad, lo que a Guindos le gustaría hacer para salir de la crisis es hablar con claridad absoluta y proclamar que el modo más fácil de conseguirlo sería que tanto los parados y los jubilados, que tantos quebraderos están dando a la marcha normal de una economía boyante, no se lo pensaran tanto, que no fueran tan egoístas y que empezaran a aplicar en sus vidas, que no valen ni un euro dada sus onerosas circunstancias, soluciones radicales, como, por ejemplo, colgarse de un guindo o de un cerezo que, para los efectos de la colgadura, sería lo mismo.
El favor que harían a esta decrépita España sería mayúsculo. Tanto que el Gobierno estaría dispuesto a erigirles gratis un monolito de mármol esculpiendo en él todos y cada uno de los nombres que un día decidieron ofrecer voluntariamente sus vidas por España, con la leyenda en letras auríferas: «Murieron voluntariamente para sacar a España de una crisis que no crearon. El sistema capitalista jamás los olvidará. In Memoriam».
Aunque, en un principio, el número de decesos sería exagerado, solo sería un problema para los cementerios que, en principio, no darían abasto para tanto cuerpo inerte. Pero sería una cuestión menor, teniendo en cuenta la solución encontrada a tan arduo problema general.
El quid de esta propuesta ya dije dónde radicaba. Primero, en que el ministro la reciba. Y, en segundo lugar, en encontrar el eufemismo adecuado para referirse a ella. En cuanto se lo halle, seguro que tarda un suspiro de mariposa en hacerla pública y ofrecerla al lumpen proletariado de este país.
Quizás, el maestro Wert, que no se anda con tanta purrusalda metafórica, pudiera ayudarle a salir de este entuerto lingüístico.