Jorge Bayón

Psicópatas

Psicópatas. Cuando pensamos en un psicópata nos imaginamos un hombre, que vive solo y que se dedica a asesinar a personas cuantas más mejor, siguiendo un modus operandi, puede ser por el color del pelo, por la orientación sexual, porque están en un sitio determinado en un momento determinado… y luego dejan una marca, una firma para que se sepan que son ellos. Esto es más o menos lo que se piensa que es un psicópata. Eso es lo que el cine nos ha enseñado.

Un psicópata esta muy lejos, está en otro país, o en una gran ciudad. Es algo más o menos raro.
Sin embargo, un psicópata no es nada más que una persona que carece de empatía, una persona que es incapaz de entender que los otros tienen sentimientos, que sufren o se alegran. Un psicópata no es un enfermo, la psicopatía no se “cura” como se cura una enfermedad mental, la psicopatía es un trastorno de la personalidad en la que el sujeto muestra una despreocupación por los sentimientos de los demás, por las normas y obligaciones sociales, que no posee, o la posee en bajo nivel la tolerancia a la frustración, que es incapaz de sentir culpa. Es más, culpa al resto de lo que pasa ofreciendo historias que se saca de la chistera y que pasan por ser racionales. Un psicópata es narcisista al máximo, solo preocupado en sí mismo, y que, además, ostenta una gran capacidad de adaptación a través de la imitación ya que carece de emociones.
Comento todo esto porque a raíz de lo que está pasando en estos últimos meses pienso que la era de la psicopatía se puede estar instalando en nuestras sociedades.

Sin duda, siempre ha habido psicópatas, sin embargo a tenor de lo que está pasando en Palestina considero que tenemos elementos suficientes para decir que estamos gobernados por psicópatas, que a su vez se sustentan en unas bases también psicopatizadas.

Y con esto no me refiero a Netanyahu o a Biden o a Von der Leyen o cualquiera de los jerifaltes de la política internacional, los cuales doy por descontado que lo son, pues de lo contrario no podrían hacer lo que hacen y luego, no solo dormir tranquilamente por la noche, sino que están deseando que llegue la mañana siguiente para seguir apretando el botón. No.

Me refiero a todos los dirigentes políticos que pudiendo hacer algo, aunque sea poco, no lo hacen, o aun peor se dedican a justificarlo y a buscar explicaciones racionales a situaciones que no lo son en absoluto. Me refiero a los Sánchez, Ayuso, Feijoo, Pradales, Aburto, y a cualquier concejal del pueblo más pequeño que nos podamos imaginar y que se dedica a justificar y racionalizar por qué está pasando lo que está pasando, o que mira a otro lado porque no le importa absolutamente nada. Bueno, sí, le molesta que haya gente tan pesada con el tema. Mejor dejar hacer.

Me refiero a los que dicen que hay que tirar una bomba nuclear sobre gente que duerme en una tienda de campaña. Me refiero a los que reclaman que hay que matar a todas las niñas y niños palestinos porque un día serán mayores y querrán vengarse de haberles matado a sus padres y hermanos. ¡Con qué derecho! ¿No?

Me refiero a los que usan la falacia de decir que en los países árabes te matarían por ser gay o transexual, para, a renglón seguido, justificar violar a niños, niñas, mujeres y hombres y pasarles luego un tanque por encima.

Me refiero a tanta y tanta gente a la que le importa una mierda lo que les pase a los palestinos, pero también a cualquiera que no sean ellos mismos.

Me refiero a esas personas que pasan por este mundo con el único fin de ser ellos, supongo, que felices (si es que saben lo que es eso) y que están dispuestos a pisar a cualquiera que pueda haber en su camino y que le suponga tener que entender que no viven solos. A esos a los que lo único que les importa es su ombligo y que ven con buenos ojos y alientan y jalean y apoyan y justifican a aquellos que como ellos pero con más poder se dedican a descuartizar personas, pueblos, historias y cualquier cosa que se pueda interponer en el camino que se han marcado hacia su propia satisfacción personal, porque en el fondo, y no tan en el fondo, si pudieran serían como ellos.

Me refiero a todas esas madres y padres que no son capaces de decirles no a sus hijas e hijos y los crían pensando que todo es posible, que se merecen todo, que son el centro del universo, que son los elegidos, los tocados por la mano de un Dios que los ha puesto aquí para que los demás satisfagan todos sus deseos, sin pararse ni un segundo a pensar que los demás también son personas, y que al no haber tenido nunca ningún límite son incapaces de vivir en una sociedad de iguales porque si uno se cree único todos los demás son diferentes, y están por debajo, y son inferiores, y no importa nada si les molesta lo que se les dice, si sufren con lo que se les hace, si lloran con lo que ven.

Que es exactamente lo mismo que piensan los sionistas de cualquiera que no sea judío sionista, es decir, que no son elegidos de Dios y que por lo tanto dan igual, son inferiores, empleables y prescindibles, no valen nada, son mierda que hay que barrer.

Los psicópatas se han extendido por el llamado mundo occidental como una mancha de aceite, es transversal a la clase social porque todo el mundo quiere ser rico, y quiere tener lo que tiene el vecino y un poco más, porque cada vez menos aceptamos un no, porque cada vez más solo aceptamos nuestro criterio; porque siempre son los demás los que se tienen que adaptar a nuestros deseos y da igual que sea un migrante o alguien nuevo en el trabajo. Nadie se adapta, ni quiere hacerlo pero exige que los demás lo hagan a su gusto.

Nos hemos individualizado hasta tal punto que solo reconocemos al otro en la medida en que reconocemos que no hay otro, que solo estamos nosotros.

Aceptamos que el otro diga «yo», en paralelo, solo porque yo digo «yo» y solo durante el tiempo que transcurra hasta que coincidamos en una dicotomía en la que el otro se haya convertido en un «no-yo», y entonces materia y antimateria, y entonces destrucción.

Estamos dejando de reflejarnos en el espejo del alma del otro, en sus ojos. Ya no le vemos llorar, ni reír, ni sufrir, ni alegrarse, ni enfadarse, ni pasar frío, ni hambre, ni dolor, ni miedo. No vemos nada porque cuando uno se cree único, tocado, inefable, por encima de todos los demás, desdibuja su realidad y se borra todo lo personal, lo emocional. Y, entonces, se vuelve todo material, comprable, vendible, fungible, prescindible. Hasta uno mismo.

Y así la lucha de Palestina, es la lucha de todas las personas que queremos no ser únicas, que queremos no estar solas en el mundo y que nos negamos a aceptar que el vacío intelectual, político, social ocupe el espacio que no le corresponde. Es la lucha de los que pensamos que el mundo puede ser un lugar mejor, sin creer que eso sea una utopía.

Es la lucha de los que seguimos viendo los reflejos en el ojo del otro.

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