René Behoteguy Chávez

"Simpathy for the Devil"

Estuve pensando en el título de esta genial canción de los Rolling Stones en relación a la reciente intervención de Arnaldo Otegi en un encuentro con la militancia de Bildu en Gasteiz. Finalmente yo, que vivo hace poco menos de 8 meses en Euskal Herria, he recibido de los medios de comunicación estatales españoles una imagen de Otegi parecida al señor de las tinieblas.

En todo caso, hablando del diablo, valdría la pena matizar, finalmente si uno se basa en la fuente primordial, es decir la Biblia, el diablo es un señor cuyas grandes maldades consisten en: haberse rebelado contra la dictadura absolutista de Jehová, haber invitado a Eva a probar del fruto del conocimiento y haber intentado que Jesús coma, beba y acabe con un ayuno en el desierto que lo estaba consumiendo. En cambio, por otra parte, tenemos a un Dios Jehová, representante de la bondad y el amor que, entre otras cosas, provocó un genocidio y un ecocidio sin precedentes inundando todo el planeta, pulverizó dos ciudades enteras y a todos sus habitantes por no aceptar sus rígidas y anticuadas normas sociales, generó siete plagas y un infanticidio masivo en Egipto y, demostrando un ego desmedido además de severas perturbaciones mentales, decidió probar la lealtad a su más amante seguidor ordenándole asesinar a su propio hijo. Con estos antecedentes cuesta comprender que la gente le tema tanto al diablo y venere aún hoy a ese dios tan sanguinario. Probablemente la razón esté en el poder detentado por Jehová y el control de su enorme aparato de propaganda llamado algo así como Iglesia y de los medios de comunicación para darle mala prensa a Lucifer y, a la vez justificar sus crímenes.

Tal vez de ahí nos viene la tradición de justificar los crímenes de los poderosos y satanizar a quienes se oponen a ellos. En eso pensaba mientras escuchaba al demonio vasco Otegi hablar de justicia y paz para su pueblo, demostrando que los años en la cárcel no le han generado rencor, pero tampoco le han hecho claudicar de su ansia de libertad y de devolverle el derecho a decidir su destino a su país y su gente.

Porque, aunque la retórica barata de la derecha nacional católica españolista y sus medios de incomunicación insistan en lo contrario, hay que recordar que Otegi se ha pasado los últimos años en la cárcel nada más ni nada menos que por intentar reconstruir una opción política que permita buscar una salida política pacífica al conflicto histórico de su tierra. Es decir que ha pagado con cárcel su opción por una paz que, al parecer incomoda y molesta a ciertos sectores ultraconservadores que prefieren mantener latente un discurso de miedo y criminalización contra los y las independentistas de izquierda vascos y vascas, que oculte y desvíe el debate del diluvio de paro en que nos han sumido, de la pobreza creciente y la exclusión social, de los recortes salvajes en educación y sanidad y en fin, de una gestión de la crisis económica orientada a beneficiar a los/as más ricos/as en base a cargarle la factura del despropósito capitalista a las espaldas trabajadoras.

También me llamó mucho la atención la enorme diferencia entre la imagen del independentismo vasco de izquierda que proyectan los medios españoles y la realidad. Finalmente, si nos guiamos por el discurso oficial sería de imaginar que las y los abertzales son verdaderos demonios sedientos de sangre y con disposición a arrasarlo todo a su paso. Por el contrario, yo lo que he visto desde que vivo aquí es a miles de personas muy diversas, jóvenes y ancianos y anciana, parejas con niños y niñas, mujeres y hombres que día a día participan en luchas nobles y justas, les he visto salir a la calle masivamente contra la precariedad laboral, contra el patriarcado y la falta de equidad de género, en defensa del medio ambiente, reclamando el derecho de las familias a tener cercanía con sus familiares presos y presas y en solidaridad con inmigrantes, refugiados refugiadas y con otros pueblos del mundo. He podido percibir una red de movilización social fuerte, con tensión y discusión interna, justamente producto de ser un movimiento amplio y diverso, muy lejana a los estereotipos que difunde el poder y sus medios.

En todo caso, si los «diablos malvados» son así como Otegi y los suyos, y por el contrario los «buenos y justos» son estos señores que hacen del supuesto Estado de Derecho un pretexto para reprimir la disidencia y empobrecer a las grandes mayorías, pues que quieren que les diga, yo declaro como la voz ronca de Mik Jagger “My Simpathy for the Devil”.

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