Antonio Alvarez-Solís
Periodista

Sra. Colau, me diga

Sigamos con su frecuente expresión de «referéndum, pero con garantías». Ante todo ¿quién ha de dar esas garantías? Madrid, que es quien tiene la Constitución por el mango y el mango también, no quiere siquiera hablar del asunto.

Sra. Colau: es usted mi terror filológico tanto en catalán como en castellano. Sus afirmaciones siempre tienen un carácter borroso, retornante, múltiple. Hace usted como los canarios, que alargan la gaita en la jaula cuando pican la campanita para regalarse con el sonido. Llevo una temporada escuchándole la garambaina o birimbola de que acepta un referéndum, «pero con garantías». Suena a serio, mas el «pero» en política es una especie de sedación muy próxima a la anestesia. Y las «garantías» sin concretar aún encierran más peligro. He buscado el significado de garantía en el diccionario de la RAE y me dice que «garantía es la acción y efecto de afianzar lo estipulado». Ojo, se habla de lo estipulado ¿Ha estipulado usted algo que no sepamos, Sra. Colau? Por su parte María Moliner define garantía como «seguridad proporcionada por alguien o algo de que ocurrirá cierta cosa» ¿Quién es el alguien? ¿Qué encierra esa «cierta cosa»? He consultado también mi diccionario catalán que me aclara que garantía es garantìa, lo que debe facilitarle mucho sus conversaciones con los mandos de Madrid o Madrit, al no haber más que una contraria inclinación del acento. Curiosamente este vocablo de garantía está vecino a la palabra «ganyola», que expresa mueca, esguince, mohín. Pero esto es una pura casualidad. Podría ser que lo que dice usted dice la libertad catalana fuera no más que mueca o mohín. Pasemos página.

Sigamos con su frecuente expresión de «referéndum, pero con garantías». Ante todo ¿quién ha de dar esas garantías? Madrid, que es quien tiene la Constitución por el mango y el mango también, no quiere siquiera hablar del asunto. Y a Catalunya, dado el estado inconexo de la cuestión en Madrid, sólo le queda el recurso de garantizar su levantamiento en la calle, poniendo el resto sobre la mesa, cosa que acontece, aclaremos, en todas las revoluciones cuando se habla de ganar la independencia, sobre todo por parte del país más próspero y armado de emoción frente a un dominador mucho menos desarrollado que atranca la puerta con el «no» cerrado y cerril como es el caso de España ¿Es esa, la garantía del levantamiento, la que usted necesita, Sra. Colau? ¿La del levantamiento? Pues dígalo con política llaneza, ya que la tiene bien a mano. La sencillez constituye la llave del entendimiento.

Tengo la impresión, y le hablo con todo respeto, que eso de exigir algo, como las garantías que no hay manera de instrumentar, recuerda de alguna manera el ostentoso lavatorio de manos de Poncio Pilatos, que no sabía qué hacer con Cristo, ya que era asunto que podía indisponerle con el César y con el Sanedrín; esto es, en su caso, con el Sr. Rajoy y con ciertos nacionalistas, como sucede también en Euskal Herria con el PNV, que ha convertido en programa su tarjeta de visita. En realidad pactar al fin un referéndum con Madrid, por la única vía que Madrid admite, es como hacer sopa con cubitos. Hay que dar por supuesto que el caldo lleva ternera, que lleva hierbas, que contiene la grasa debida… Es lo que podríamos llamar la cocina exprés de Macrom, que es hacer una Francia sin apenas franceses, cosa que recuerda el viejo oficio transeúnte del sustanciero, que pasaba por los hogares campesinos de Castilla con un hueso de jamón atado a una cuerda y lo mojaba en el agua del cocido para darle sustancia de acuerdo con el tiempo abonado. Me acojo a esta imagen porque ya la he visto a usted, como el sustanciero, abrazada a la alcaldesa de Madrid para proclamar que el futuro político está en los ayuntamientos y no en los estados. He de recordarle que yo también soy partidario de reducir el ámbito del poder para ponerlo en manos de la ciudadanía, pero una cosa es reducir ese ámbito –lo catalán a Catalunya– y, otra, declarar por segunda vez la independencia de Cartagena. Ser alcaldesa de Barcelona viste lo suyo, pero no sucede eso, ni en brillo ni en poder cuando se gobierna el Ayuntamiento de Almatret, pongamos por caso de hermosa, pero pequeña población ¿Cree usted que si fuera alcaldesa de Almatret la estrecharía contra su pecho la regidora picassiana de Madrid o Madrit para hacer los cocidos que hace? El poder ha de ser abarcable por la calle, pero necesita disponer de las calles suficientes para tener poder. Solamente el Señor disponía de un poder absoluto en un pesebre y recién nacido y no hizo uso de ese poder, mas qué haría usted, Sra. Colau, en un pesebre a juzgar por lo que sugiere. Eso es justamente lo que trata de evitar el Sr. Rajoy, el pesebre, que es a lo que se reduciría España si llegara a quedarse sin Catalunya o Euskal Herria. O sin Galiza. Todo tiene su medida.

Yo creo que ha llegado la hora de hablar con seriedad política en esta península. Catalunya tiene un problema histórico: que no se encuentra bien en España por múltiples razones, entre ellas su forma de vivir en colectividad, haber nacido en la orilla de un mar repleto de cultura milenaria y haber entrado en el capitalismo comercial e industrial a su debido tiempo. Y Catalunya quiere ser dueña real de esa historia. Mientras las masas catalanas entonan “El Segadors” yo me voy a mis adentros en busca de Serrat para adivinar con él “El Mediterráneo” que es donde realmente mi corazón encontró mi alma, que huía de hombres armados en los monumentos de piedra y hierro, de obispos lúgubres con el dedo extendido hacia el pecado, de generales picando espuelas sobre el tocón de granito, con los reyes de los mantos de bronce… Y canté muchas veces esa letra que me llena de amor ameno hacia el pecador inocente capaz de todo y hacia el loco descalzo, grano de arena en la playa: «Quizá porque mi niñez / sigue jugando en tu playa / y escondido tras las cañas / duerme mi primer amor / llevo tu luz y tu olor / por donde quiera que vaya». Sra.Colau ¿no le basta esta garantía para levantar la bandera del referéndum con la estrella solitaria? Oiga, oiga: «A fuerza de desventuras / tu alma es profunda y oscura. / A tus atardeceres rojos / se acostumbraron mis ojos / como el recodo al camino. / Y te acercas y te vas / después de besar mi aldea / jugando con la marea. / Te vas pensando en volver / Eres como una mujer / perfumadita de brea» ¿Ve usted, Sra. Colau, como no se puede poner fronteras constitucionales al alma ni pedir garantías vaporosas al referéndum? Yo pienso así porque nací a la luz en el Mediterráneo. Y como el Noi «Si un día para mi mal / viene a buscarme la parca/ empujad al mar mi barca / con un levante otoñal / y dejad que el temporal/desguace sus alas blancas. / Y a mi enterradme sin duelo / entre la playa y el cielo». Porque yo también nací en el Mediterráneo y no acabo de entender lo de las garantías. No entiendo nada, repito, de garantías necesarias para obtener la libertad a no ser que recurra a la poesía, ese inexcusable traductor simultaneo del radical lenguaje de las almas. Por eso, Sra. Colau, ante su confusa frase sobre su adhesión al referéndum hube de recurrir al hermoso romance cidiano de Manuel Machado: «En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada. / Calla la niña y llora sin gemido… / Un sollozo infantil cruza la escuadra / de feroces guerreros / y una voz inflexible grita ¡En marcha! / El ciego sol, la sed y la fatiga. / Por la terrible estepa castellana / al desierto con doce de los suyos / –polvo, sudor y hierro–, el Cid cabalga».

¡Qué opinarán de todo esto los doce magistrados del Constitucional! Dos almas, dos pueblos, dos libertades. Cómo condenar a uno por lo que disfruta el otro con tanto aplauso. Si los dominadores hacen gala de su democracia cómo negarla al vecino con reiterada brutalidad. Sra. Colau, la historia siempre requiere superar la duda. Mediante, y ahora sí, las garantías que se reclaman que adivinamos por fin: la igualdad y la libertad.

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