Antxon Lafont Mendizabal

Tiempo de turbiones

Entre Escocia y Ebro, la desaborida Europa tendrá que sobrellevar, tan bien como mal, expresiones de madurez política desconocidas hasta esta fecha.

 Porque la comunicación circula con más amplitud, a pesar de repetidas tentativas de manipulación dirigidas groseramente por primeras batutas mediáticas, o vaya usted a saber por qué, las muestras de proclamación identitaria, aunque demasiado circunspectas e incluso apocadas vuelven a la superficie social. Dos citas harán Historia o se limitarán a la circulación de historias por callejones estrechos y yermos.
Escocia y Catalunya emplazan a sus habitantes empadronados a pronunciarse sobre su concepto de emancipación en fecha ya determinada para los escoceses. En cualquier caso tanto los votantes del «sí» independen-tista como sus oponentes responden según los grados de libertad de que disponen, deparados por la calidad cultural que los Estados atinentes han fraguado en su Historia.
En el caso de Escocia, miembro  administrativo de la Gran Bretaña, en ningún momento se evidencia el mínimo atisbo de traba al derecho a decidir del peatón escocés. En el caso de Catalunya, miembro administrativo del Estado que conocemos, en ningún momento se difuminó la obstrucción estatal al derecho a decidir, recientemente deificado según la estimación de un aciago pastor en mal de rebaño.
Aquellos que restan importancia a la renovación permanente de la Historia, acostumbrados como están a sólo valorar las historias, optan por actuar como colaboracionistas de un poder que adula a  intelectuales y políticos de coyuntura a los que es ya inconveniente pedir que practiquen el matiz, no en un santiamén sino en un plazo razonable más de conciencia que de reflexión.

Curiosa la particularidad del poder político español que se las da de liberal relegando al peatón a la condición de partiquino. El liberal bebe la ambrosía marxista. Compañero de fatigas, el partido autodenominado socialista y autocalificado de izquierdas se escaquea y sugiere curas a base de esparadrapos en patas de palo y de federalismos no precisados. ¿Y la Confederación? Solo les interesa el poder centralizado con traílla corta.
Un criterio parece preocupante, en los dos casos tratados, hasta el punto de ser el único que se nos expone: la pela o la libra. Escocia  tendría que crear, en caso de emancipación, su propia moneda y por lo tanto buscarse paridad con otras monedas «limitando la libertad fiscal» afirma un periodista imparcial «of course» dialogando con un exasesor del ministro británico para Escocia. Este contesta objetivamente como técnico pero se ve acuciado por el periodista español que orienta las preguntas hacia los aspectos eventualmente negativos que Escocia conocería en caso de voto mayoritario a favor de la independencia. A cada pregunta el exasesor responde sin caer en catastrofismos que el periodista se empeña, por imposición, en resaltar. Triste «interview» que muestra el nivel cultural bajo el que nos vemos soterrados. También el, parece ser, periódico más leído del Estado nos ofrece, desde hace meses, una serie de artículos, dignos de la propaganda más procaz, abriendo sus columnas, casi exclusivamente (más del 90%) a los adversarios de la emancipación catalana, y reservando el 10% restante a articulistas indecisos en general pre-orientados. Al caso Pujol tinta y tinta como es normal pero de ahí a calificar la situación de bananera parece insólito viniendo de plumas cuyo silencio sobre el bananerismo practicado en partidos españoles puros de oliva ha sido atronador.
Como lo antes expuesto, el criterio económico no sólo se veía citado al frente de la reivindicación antisoberanista sino que era el único citado. Pero también, sobre este criterio, se ocultan informes que pudieran acallar a las casandras. Es el caso del informe del Consell Assesor per a la Transició Nacional de agosto de 2014. El informe precisa que el saldo fiscal sería favorable a la Catalunya soberana. ¿Por qué no figura este informe en la prensa antes citada de manera a enriquecer el debate nece-sario sobre un tema que por ahora proponen al peatón lambda con un intimidante «trágalo»?

Éramos ya muchos cuando, al grito angustioso de «no nos abandonéis que estamos aquí» aparecen los llamados «pedantes» que cobijados bajo el ala protectora de un premio Nobel atraviesan el desierto en el que se ven relegados firmando un pregón de tono  castrense, digno de los años 40 del siglo ya pasado, amenazando de tas-tas en el culito al que desobedezca a Madrid. La cultura de la piel de toro, vaya.
Sobre Catalunya el argumento esgrimido por los neo-cultos insiste sobre la soledad que conocería una Catalunya soberana expulsada de la Unión Europea y por ende condenada a la miseria. Las rectificaciones a esta falacia aportadas por personalidades capacitadas de la Unión no han generado debate contradictorio ¿Quién cree realmente que los dirigentes de la Unión Europea acepten sin pestañear la salida de colectivos de la dimensión económica y cultural de Escocia y Catalunya? En la UE, no se pueden permitir ese lujo que sólo defiende el poder de Rajoy aficionado a los platos de lentejas de Merkel «ilustradas» por las promesas de empleo para amigotes del español y a las butifarras pommes frites ofrecidas por un devaluado Valls.
Sin firma del economista de turno, se leía en el «periódico más leído» un editorial en cuyo título se afirmaba que «la fortaleza económica exhibida por Mas solo es posible en el marco  social y político de España». ¡Ahí queda eso! Pero ¿qué España, la del derrumbe de sus exportaciones, la del paro récord en la Unión Europea, a pesar de pretendidos brotes, la del fracaso cívico de la enseñanza, la del descala-bro del régimen sanitario, la de la incultura programada cuyos efectos no empezarán a disiparse antes del tiempo necesario a una madurez popular de por lo menos cuatro generaciones, la de la prueba evidente de que la gestión política con una mayoría absoluta no está al alcance de una parte de la sociedad política incapaz de borrar las huellas y marcas de un reciente pasado atroz…?

Y a todo esto, ¿qué es de las aspiraciones sobre la estructura política de Euskal Herria o por lo menos de Euskadi? Maliciosamente, los partidos españoles interrogan a su aliado vasco exigiéndole precisión en la definición de su proyecto territorial y rogándole que cese sus malabarismos cada vez menos hábilmente practicados. Ambigüedades dialécticas con términos como autonomía, autodeterminación, independencia, huyendo del término soberanía, ya no valen. Es ya imposible zafarse cubriéndose de abrigos de color de pared madrileña. La real-politik de Willy Brandt, hispanizada por Felipe González, está destruyendo el socialismo europeo. ¿La socialdemocracia sería una enfermedad letal que la izquierda contrae cuando sin protección alguna se acuesta con la derecha? Así agonizará el nacionalismo vasco si se deja conducir por una pretendida real-politik, señuelo electoralista, que rechace la pugna política por la soberanía. Los primeros síntomas de la agonía identitaria ya se hacen sentir en la creciente abstención en citas electorales, abriendo la puerta a fascismos lepenianos, sedosos primero y progresivamente asoladores.
Recientemente hemos leído, en la prensa local, una carta a los Reyes Magos Felipe, Mariano y Pedro rebosante de ilusiones candorosas para una Euskal Herria «comprendida entre el Adour y el Ebro…donde el euskara y el castellano compartan escenario, realidad y eficacia comunicativa.» De un plumazo el articulista elimina la lengua de Molière. En el artículo citado, el militante leal a su sensibilidad «nacionalista vasca», expresa deseos múltiples y a menudo contrapuestos, resultantes «de un acuerdo dentro de un Estado plurinacional»… eta abar.
El autor refleja su pertenencia al discurso actual de su partido que defiende la afirmación pasiva de considerar la política como el arte de lo posible cuando en realidad pedimos que sea el arte de hacer posible lo que parece imposible.
Que nuestros compañeros de viaje catalanes olviden un día el abandono en el que pretendidos nacionalismos les han dejado. Los comentaristas internacionales citan las repercusiones del voto de Escocia sobre Catalunya sin citar en un solo momento a Euskal Herria. El resultado del voto escocés o del catalán, si tiene lugar, será recibido por algunos de nuestros «nacionalistas» con la afirmación de «no llegan ni a la mitad de lo que tenemos». Comparaciones estériles que Madrid sembrará. Sólo una noción no admite comparaciones y matices, la soberanía.

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