Joxe Iriarte «Bikila»
Alternatiba

Tiempos decisivos

Vivimos «tiempos interesantes», apasionantes, dadas las brechas que se están abriendo en las estructuras de dominación. Pero también llenos de incertidumbre ante la abrumadora tarea de superar los inmensos obstáculos que nos irán poniendo, sin excluir la despiadada represión. Por ejemplo la Ley Mordaza.

Por ello, además de las oportunidades que se nos abren (Grecia es el primer eslabón) debemos tener en cuenta nuestras debilidades, para así poder superarlas. Y es que como dijo Marx, «en general, las reformas sociales no suelen llevarse a cabo por la debilidad de los fuertes; sino por la fuerza de los débiles».

En épocas anteriores éramos más fuertes en la calle que en las instituciones. Por ello mi insistencia en aquellos tiempos en esclarecer (Gara, 17-10-12) que salvo en situaciones de cataclismo social, definidas como situaciones revolucionarias, en cuya vorágine las viejas instituciones se tambalean, a la vez que de las entrañas de la sociedad insurrecta surgen organismos de contraponer con aspiraciones a sustituir al poder existente, la lucha social, por potente que sea, necesita proyectarse en el terreno político institucional.

En el presente la balanza se nos inclina hacia el otro lado. Hay un bajón de las movilizaciones en toda Europa, pero paradójicamente, surgen opciones de izquierda con posibilidades de gestionar gobiernos estatales.

Algo parecido se dio con la victoria electoral del PT brasileño, que durante mucho tiempo intentó llegar al poder a rebufo de potentes movilizaciones y no lo consiguió; lográndolo sin embargo, cuando las movilizaciones se encontraban en sus cotas más bajas. Analizar el porqué de todo ello está fuera de este artículo, pero sacar algunas conclusiones, sobre como afectó posteriormente la falta de la presión popular en la derechización del PT, sí tiene interés. Pues un partido no gira a la derecha por la mera corrupción de sus élites. Tiene que ver sobre todo con la debilidad de los movimientos sociales, particularmente del movimiento obrero, incapaces de poner a un gobierno que se supone de izquierdas en su sitio.

Coincido con Jaime Pastor cuando afirma como elemento positivo el que en el Estado español, el «efecto Podemos» está contribuyendo a extender la convicción que «sí se puede echar a la casta», a la vez que denuncia lo negativo de un discurso que aboga porque la mayoría social indignada llegue a ser mayoría electoral en el nuevo ciclo de 2015, sin poner el énfasis en la previa movilización, autoorganización y empoderamiento en torno a un imaginario rupturista. Y que esa tarea no puede ser dejada para «el día después» sino que ha de prepararse desde ahora evitando convertir al conjunto de «seguidores» en espectadores y meros «clickactivistas» alrededor de un liderazgo cada vez más expuesto a las presiones mediáticas para adaptarse a un interesado «realismo político».

En consecuencia. Paralelo a la elaboración de estrategias y programas de gobierno, hay que ir perfilando objetivos, como el rechazo a la deuda ilegítima, la defensa de lo público, la derogación de todos los recortes y contrarreformas, la redistribución de la riqueza y los trabajos, la creación de una banca pública al servicio de una economía eco-social, el poder decidir como pueblos, profundizando en ese empeño la democracia de la ciudadanía; poniendo en práctica al mismo tiempo nuevos repertorios de lucha como la desobediencia civil, la toma de las calles, además de mejorar y profundizar en las más clásicas como las huelgas generales, etc.

En relación al espacio europeo, en el cual se toman medidas que nos afectan de verdad, creo sinceramente en la necesidad de afianzar, desde Euskal Herria, una amplia alianza trasversal entre los distintos pueblos y sus clases trabajadoras, basada en el mutuo interés, que no es otro que el de acabar con unos estados capitalistas oligárquicos y antidemocráticos, así como con el actual modelo de UE construido para la defensa del capital internacional. En esa dirección advertía Tsipras: «aunque ganáramos en Grecia y consiguiéramos establecer un gobierno de izquierdas, si no experimentamos cambios graduales en la distribución de poderes o en las relaciones entre fuerzas, al menos a nivel europeo, tal gobierno quedará simplemente como una aldea gala, aislado».

Sobre lo nacional y lo estatal. Ni supeditación al marco estatal (por ejemplo, cuando se afirma que Catalunya será libre cuando lo sea España), conclusión derivada de la respuesta de Podemos a la CUP; ni ignorarnos o darnos la espalda frente al mismo enemigo, el poder oligárquico del capital y su estado. Sinceramente, no hay independencia posible (sea de forma negociada o proclamada unilateralmente) sin una mayoría organizada y movilizada por tal objetivo. Pero las dificultades serán mucho mayores, (lo mismo en relación al proceso de paz, o el tema de los presos) si no se logra un apoyo popular en el resto del Estado español o, al menos, una real oposición a los intentos del Estado por impedirlos y reprimirlos. Hay que lograr una coincidencia de intereses contra el régimen actual entre quienes reivindican la Tercera República Española y quienes reivindicamos la Primera República Vasca.

¿Es compatible este enfoque con la Euskal Bidea? Se trata de compaginar el impulso constituyente propio, iniciado con el Euskal Bidea, con las oportunidades que se abren con los cambios en el Estado español. No podemos limitarnos a saludar el acontecimiento griego y las esperanzas que suscita, y mostrarnos indiferentes y ajenos a los cambios que se están dando a escala estatal, (las movilizaciones andaluzas, las diferentes mareas, etc.) Y sobre todo, al giro copernicano que puede suponer una hipotética victoria de Podemos.

Este enfoque aúna abertzalismo de pueblo oprimido e internacionalismo socialista, entendido, según Atilio Borón y Santiago Alba Rico, como principio y como práctica que presupone un doble reconocimiento: el de que no podemos defendernos de la globalización capitalista sino desde el territorio, definido como conjunto de bienes materiales e inmateriales que pertenecen a una población; y el de que no podemos defender el territorio sin recibir y prestar apoyo a todos aquellos que luchan, en cualquier lugar del mundo, contra las clases y las naciones dominantes.

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