José Luis Úriz Iglesias
Exparlamentario y concejal de PSN-PSOE

Trump gana, la democracia pierde

Acabamos de vivir en nuestro país un episodio terrible de dramáticas consecuencias; la DANA que ha arrasado una parte de Valencia.

Durante su desarrollo se han manifestado lo peor y mejor del ser humano. Desde la labor encomiable y altruista de los voluntarios que están ayudando a levantar toda la devastación producida, hasta la incompetencia de algunos políticos, la manipulación, la mentira, los bulos, la tergiversación de algunos.

Todo lo ocurrido nos debería hacer reflexionar sobre los peligros que la acción humana produce en la naturaleza.
También lo peligroso de ciertos comportamientos para nuestra seguridad y nuestra democracia.

Solidaridad con las víctimas y con las familias que lo han perdido todo sí, beligerancia activa para frenar al fascismo y sus cómplices también. No puede haber silencio ni ambigüedad en estos instantes, porque nos jugamos mucho, demasiado.
Ni un paso atrás compañeras y compañeros seamos de izquierdas, derechas, nacionalistas o no, si creemos en la democracia, defendámosla, alcemos nuestra voz ante la mentira y la manipulación y exijamos que cada cual asuma su responsabilidad real.

Hemos salido de allí con un ambiente tenebroso, oscuro y sin apenas darnos tiempo para reponernos nos hemos encontrado de sopetón con las elecciones de EE.UU. que a la hora de escribir estas líneas van terminando su recuento, aunque el resultado hace horas que ha quedado claro; la victoria de Donald Trump es contundente, mucho más de lo que los más pesimistas de entre nosotros preveían.

Llega ahora el tiempo para la reflexión, del análisis, desde la mayor frialdad y dejando colgada sobre la silla del ordenador la chaqueta de la decepción, del temor, de la depresión.

Se sabía que Kamala Harris partía en una desventaja que el irresponsable Biden le había dejado. Jamás este debió presentarse a las primarias en el estado mental y físico en el que lo hizo y solo la debacle del primer debate que tuvo cono Trump alertó a las élites del partido demócrata sobre lo que se les venía encima.

No se podía recuperar el terreno perdido en apenas tres meses y así ha ocurrido lo que hoy tenemos sobre la mesa, que un Trump desatado ha arrasado.

Podremos analizar ahora cómo es posible que un condenado por agresiones sexuales, mentiras, que había alentado cuando no organizado el episodio más vergonzoso de la historia de EE.UU., el asalto a su Congreso, un peligroso misógino, racista, maleducado y soez podía ganar así. Pues lo ha hecho.

Cómo es posible que haya conseguido fracturar el voto de sectores tradicionalmente demócratas, como las mujeres, o las minorías afroamericanas, latinas y árabes. Lo ha conseguido.

La administración del gobierno Biden pensaba que el buen comportamiento de la economía americana, o los avances en reducir las desigualdades y a favor de los derechos de las mujeres y las minorías, les daban ventaja. Se han equivocado.
Quizás porque han valorado la actual sociedad americana desde sus principios y valores y no desde los que no tiene Trump, pero que ha sido capaz de conectar con ellos desde su maestría interpretativa, con su lenguaje popular dicho por un ricachón.

Escuchar el discurso que acaba de pronunciar celebrando su victoria nos puede dar muchas de esas claves populistas y de extrema derecha.

Quizás es que Trump ha ganado porque la mayoría de la sociedad americana es como él.

Ha ganado el racismo, la misoginia, la mala educación, el delincuente confeso, el negacionista de libro, el mentiroso compulsivo, la ausencia de valores. Y casi nadie se había dado cuenta de que podía hacerlo.

¿Qué va a ocurrir a partir de este instante?

Que va a poner en práctica estos anti principios desde un poder absoluto. Ha ganado en compromisarios, en votos y este es un dato histórico, tiene el Senado, el Congreso, el Tribunal Supremo, lo tiene todo.

Nadie ahora le puede parar y eso al menos a quien escribe estas líneas le produce un escalofrío profundo.

Además, nos debe preocupar el efecto contagio que puede producir en el resto del mundo, en especial en la UE y nuestro país.

Los primeros en felicitarle han sido Orban, Abascal, Ayuso, o Netanyahu, sin descartar a Putin, conscientes de que su victoria les favorece.

Ya tenemos muy crecida a esa extrema derecha que se siente representada por él, es su líder natural y ahora están dispuestos a imponer sus métodos en cada lugar.

Si observamos de quienes se ha rodeado en la campaña nos daremos cuenta del inmenso peligro que corremos. Elon Musk, el famoso abogado negacionista antivacunas Robert F. Kennedy están entre los más próximos, o el peligroso ideólogo de la extrema derecha Steve Bannon, aunque ahora parezca que se encuentra algo separado. Gentes que lideran el negacionismo del cambio climático, o están contra la igualdad y contra los derechos de la mujer, como el aborto.
Son gentes que, como él, consideran que la democracia, el estado les estorba, que son lastres que deben eliminar y lo van a intentar.

Demasiados peligros frente a una izquierda que ni está ni se la espera.

Ante ellos nos va a tocar resistir, buscar antídotos frente a su contaminación ideológica, volviendo a conectar con nuestra base social que es mayoritaria.

Vivimos tiempos oscuros, negros, difíciles, pero no nos van a doblegar, como tampoco lo consiguieron en el pasado.
Veremos.

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