Maria Oianguren y Eneko Calle
En representación de las entidades, colectivos e iniciativas premiadas

Un reconocimiento por la Paz en el País Vasco

Desde la responsabilidad hacia las nuevas generaciones necesitamos incorporar una dimensión de pensamiento crítico sobre futuros alternativos y nos comprometemos a seguir trabajando para deslegitimar el uso de la violencia y fomentar otras estrategias de transformación de conflictos.

El pasado 21 de septiembre, coincidiendo con el Día Internacional de la Paz, el Instituto Catalán Internacional por la Paz entregó el Premio ICIP Construcción de Paz 2022 al tejido asociativo del País Vasco por nuestro trabajo en favor de la paz.

En la ceremonia celebrada en el auditorio del Parlamento de Cataluña participamos un conjunto plural y diverso de iniciativas al que se reconoció «su contribución al avance de la paz, el fin de la violencia política y la creación de nuevos marcos de convivencia y reconciliación» en Euskal Herria. Entre estas iniciativas se engloban numerosas entidades, colectivos, ONGDs y algunas experiencias, algunas ya disueltas y otras aún vigentes: Gernika Gogoratuz, Foro Social Permanente (FSP), Elkarri/Lokarri, Gesto por la Paz, Baketik, Bakeola, Eskubidez. Foro de entidades de Educación en DDHH y por la Paz, Museo de la Paz de Gernika, Ahotsak, Emagune, el Foro Ciudadano Donostia, encuentros ciudadanos, MemoriaLab y los Encuentros restaurativos.

Gracias al compromiso activo de personas y colectivos que nos precedieron, somos muchas más las personas comprometidas con la Cultura de Paz que hace cuatro décadas. Ser pacifista no fue fácil en Euskal Herria y salir a las calles para denunciar en silencio la violencia y manifestarse en contra de las vulneraciones de derechos humanos eran acciones pacientes, valientes y serenas.

En los momentos de mayor violencia por motivación política, crispación, miedo y ruptura de puentes, hubo personas que se unieron para visibilizar su voluntad de facilitar el diálogo y generar espacios de encuentro para abrir escenarios de paz. Estas iniciativas no fueron sencillas. Supuso para las organizaciones una labor discreta fuera del foco mediático. Y supuso para muchas personas anónimas una dedicación apenas visibilizada en los procesos de transición a una convivencia pacífica. Tampoco fue fácil a nivel colectivo, es el caso de muchas mujeres, que fueron capaces de mantener sus objetivos comunes y decidieron realizar desde una mirada feminista una apuesta política por la paz que era compartida por una mayoría social. Todas y cada una de las aportaciones ha sido importante y es ese compromiso social lo que mantiene viva, en su diversidad y pluralidad, la convivencia.

La sociedad vasca ha conseguido tejer confianzas en una sociedad polarizada; hemos demostrado la capacidad para tender puentes entre sectores enfrentados; hemos conseguido ser imaginativas, desatar nudos que creíamos imposibles y hemos redefinido nuestras actuaciones aprendiendo de otras experiencias que se han dado en otros lugares del mundo y abrir espacios para la construcción social de la memoria y, abordar las consecuencias de la violencia en la vida de las personas y su impacto en el tejido asociativo. Y seguimos tejiendo redes desde lo más local. Se ha trabajado en la comunidad más cercana, ha habido experiencias sencillas y al mismo tiempo, significativas, en los barrios, pueblos y ciudades, en las parroquias, en las asociaciones, en los colegios. Se han creado espacios de acercamiento entre distintos y generado un diálogo profundo, gracias también al apoyo de las instituciones.

Hemos demostrado que la ciudadanía ha sido capaz de unirse por voluntad propia para analizar el pasado y buscar bases sólidas para la convivencia a través de lo aprendido. Hemos provocado acercamientos al pasado. El primero, de cada una, desde el ámbito de la responsabilidad propia desde una reflexión autocrítica hecha en libertad y con responsabilidad y, hemos constatado la importancia de la escucha y el reconocimiento mutuo. Todas ellas bases sólidas, entre otras, para la no repetición de la violencia.

En ese sentido, la sociedad vasca apuesta por incorporar las experiencias y los aprendizajes, desde lo más micro, a los espacios formales e institucionalizados en los procesos de construcción de paz. Es necesario, por ello, que las instituciones desarrollen políticas públicas que promuevan la paz, los derechos humanos y una memoria democrática.

Si bien es cierto que se han dado pasos importantes, aún hay nudos por desatar para consolidar la paz y la convivencia en el País Vasco, como: el reconocimiento de todas las víctimas, la construcción de una memoria crítica inclusiva, la situación de las personas presas y la convivencia respetuosa en las plazas. Y para eso, creemos que es necesario generar las condiciones para que todos los relatos puedan ser contados con honestidad, que nos escuchemos con mayor paciencia y que aumentemos nuestra curiosidad creativa para el esclarecimiento de la verdad de lo ocurrido.

Todo proceso de construcción de la convivencia requiere tiempo. Tiempo para sanar heridas generadas por tanto sufrimiento; tiempo para crear las condiciones que permitan un diálogo sincero y sanador; tiempo para reconocernos y entendernos en la diversidad de sufrimientos; tiempo para revisitar el pasado de una forma crítica y cuidadosa y, poder así transformar las narrativas. Y tiempo, también, para que podamos canalizar de manera constructiva, creativa y acordada las diferencias que se mantienen en la sociedad vasca sobre nuestro pasado y nuestro futuro.

Por eso, también miramos al futuro. Seguiremos recordando a las víctimas y queremos mostrar, hoy una vez más, nuestro agradecimiento por su participación en las distintas dinámicas educativas, encuentros restaurativos entre víctimas, presos y, responsables de la violencia que, de manera sincera y crítica, están contribuyendo a la consolidación de una memoria como pedagogía de la convivencia.

El premio también es un reconocimiento a los miles de personas que han dedicado su tiempo y energía en las diferentes iniciativas y dinámicas; a todas las instituciones que han apoyado nuestro trabajo; a la sociedad vasca que no se ha resignado a aceptar la violencia. Y, también, es un reconocimiento que queremos compartir con nuestras familias y amistades que han sostenido nuestras frustraciones, penas y aciertos. Por eso, hemos decidido depositar la escultura creada por el Premio Nobel de la Paz, artista y activista Adolfo Pérez Esquivel, llamada “Puerta de Sol”, en el Museo de la Paz de Gernika.

Somos realistas. Vivimos tiempos complejos y de amenaza existencial sin precedentes. Mientras recibimos un premio de construcción de paz, que agradecemos, celebramos y compartimos, queremos también, recordar que la cultura de la violencia y el belicismo siguen siendo la forma de relación hegemónica para resolver los conflictos. La desigualdad, pobreza, migración y cambio climático no se resuelven con mayor militarización ni securitización. Los derechos humanos, la gobernanza y la biodiversidad del planeta se encuentran seriamente amenazadas.

Sin embargo, el pesimismo no debe tener la última palabra. Desde la responsabilidad hacia las nuevas generaciones necesitamos incorporar una dimensión de pensamiento crítico sobre futuros alternativos y nos comprometemos a seguir trabajando para deslegitimar el uso de la violencia y fomentar otras estrategias de transformación de conflictos, basadas en el respeto a la vida, el diálogo social, la reflexión serena y la conciencia histórica que fomenten el entendimiento mutuo y la convivencia democrática.

Este premio nos interpela como comunidad y nos obliga a reflexionar sobre los retos de futuro. Asumimos el compromiso desde la convicción de que se requiere memoria, creatividad y determinación para poder transitar hacia las transformaciones necesarias, personales y colectivas, que nos permitan con criterios de interdependencia ecológica y justicia social habitar el mundo de otra manera.  

Etorkizunera begira bakea, ere dugu, helburu.

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