Un sitio para estar
Si usted es republicano, en las elecciones que han sucedido en el Estado español comprobará que sólo han aparecido republicanos de perfil neto en Catalunya.
Si usted desea dedicarse a algo útil políticamente hablando –es decir, que no sea el ¡oé, oé o el eó, eó! constitucional– no lea usted este artículo. Perderá usted el tiempo. Este artículo está dedicado al modo de encontrar vías para encontrar la verdad indirectamente, ya que la verdad está en prisión y hay que requerirla forzando el laberinto protegido por el Fauno. Para ello hay que utilizar llaves como el arte revolucionario, el juego hábil de los sinónimos y los antónimos: dos vías que pueden facilitarnos un lenguaje dialéctico y limpio que ponga en manos de los conspiradores de la democracia el modo de enfrentarse, como «terroristas» benéficos, a los jueces concordes en el ejercicio de su misión como arma política (lo que puede llegar a considerarse como prevaricación); a los políticos empapados de fascismo, a la ciudadanía inmadura o púber, a la Policía definidora de la realidad y a los mercaderes de esclavitudes financieras. Es decir, un lenguaje con trampas para descubrir al tramposo; un lenguaje liberador que nos permita entender por qué Mum abre así la boca ante el terror incomensurable o por qué Dalí decidió pintar el niño que levanta la piel del mar para ver al perro que duerme en el fondo.
Un lenguaje sin rebozos y falsas caridades, que nos explique a la monja que lleva de la mano hasta la urna a un inválido intelectual para que decida nuestro futro político. Se trata de aclarar si es mínimamente satisfactorio que un muchacho de diecisiete años puede saltar desde su pupitre a un escaño que le permita instalarse a los dos días en un sillón ministerial. Empecemos el juego de descubrir la mentira que nos desprecia. Una ocasión para que el twitero se redima.
Y ahora, ¡alto a los urgentes comentaristas televisivos! No se trata en nada de lo que voy escribiendo de ensayar una media verónica intelectual para lucir la propia majeza. Se trata, para ser exactos, sencillos y verdaderos, de saber dónde estamos ¿Podemos ser, por ejemplo, republicanos con referéndum sobre la Monarquía? ¿Se puede protagonizar manifestaciones pidiendo ese referéndum si la magistratura estima preventivamente como terrorismo que algún ciudadano, preferentemente catalán o vasco, le dé un ladrillazo a un coche de la Guardia Civil? ¡Oh, país de las mariposas, en que no se tiene en cuenta que la microscópica y erótica energía que produce con sus alas el bello lepidóptero puede propagarse hasta Corea convertida al fin en infierno atómico! ¿Acaso no están presentes en política, para nuestra ilustración conveniente, los efectos que ha producido la Sra. Arrimadas? Voló nocturnamente desde Jerez esta mariposa y como buena sedona voladora enredó la paz de aquel mediterráneo país republicano del que cantó Serrat, mi admirado amigo por encima de todo: «Tengo en la piel el sabor/amargo del llanto eterno/que han vertido en ti cien pueblos/ de Algeciras a Estambul/para que pintes de azul/las largas noches de invierno».
–¡Caramba, don Antonio, como le han sentado a usted las elecciones…!
–Aún recuerdo la historia de la consulta electoral a la que se presentó Rusiñol por Mallorca con las ofertas correspondientes:
–¡I farem un pont, a mes a mes!–clamó don Santiago.
Del público surgió una voz suave, muy catalana:
–¡Pero don Santiago, si aquí no hay río!
Meditó dos segundos el gran pintor y concluyó triunfalmente:–¡Pues farem el riu!
En aquellos tiempos se podía hacer todo sin echar mano de la faca jerezana. Estaban los pueblos cuestionados seguros de «estar» en ellos mismos y los ladrillos no importaban gran cosa. Claro que la Guardia Civil destinada, por ejemplo, en Catalunya y «paisos» de su familia, había recibido la bendición del respeto al president, sable en posición de firmes. Franco fusiló a sus generales por «rebelión» y volvieron a impedir desde la capital del Estado que España se rompiera aunque los ladrillos de la libertad, cuatro ante mil porras, sigan constando como prueba –¿prueba de qué?–en la mesa del Supremo. Otra vez la guerra abierta.
Si usted es republicano, en las elecciones que han sucedido en el Estado español comprobará que sólo han aparecido republicanos de perfil neto en Catalunya: Esquerra y Front Republicá o La Forja, que aspiran a la independencia para salir del viejo desván español de «siempre». En torno a este monumento a la «modernidad» aparecen como Cariátides monjas hispánicas –para ellas mi respeto cristiano– que llevan de la mano al inocente ido que dirá quién quiere que nos gobierne, como ya he dicho anteriormente, y niños que aspiran, repito, a ser funcionarios peruleros para escucar el balcón con vistas al que se asoma todos los mediodías el Sr. Trump para decirnos lo que nos toca, que solo alcanza a pocos porque los banqueros residentes en Madrid se recogen rápidamente en la tarea de crear la propia deuda exterior en la que los poderosos clientelares guardas ahorros lejos de España, no vaya a ser.
¿Conspiramos con fe y honradez? ¡Conspiramos! Va a ser chupi gritarle a un político o a un juez o a un banquero eso de «Oé, oé; fascista, fascista, que no te perdemos de vista! ¡Que pancarta! Resulta un poco infantil. Pero la libertad y yo somos así, señora.